21. Cafeína

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Abraham

En la mañana, hice mi aseo diario y usé de la ropa que había dejado aquí al mudarme para cuando la necesitara como ahora. Así no tendría que cargar maletas si quería venir un día de la nada a dormir. No tuve muchos ánimos de caminar, por esa razón después de un buen desayuno, me retiré de ahí en mi auto. Probablemente era la primera vez en mucho tiempo que lo hacía.

El día pasó a trote de tortuga. Mi cabeza estaba por las nubes durante clases, casi no pude concentrarme. Solo copiaba cualquier cosa del pizarrón o lo que dictaban. A la hora del almuerzo, rechacé la invitación de unos amigos porque se me hizo tarde para trabajar, no tenía muchas ganas, pero no quedaba de otra, además de que no podía dejar a Sol sola esperándome con la cafetería.

Me estacioné frente a Moka y lo más extraño era que se encontraba abierta y con clientes. Quizás los del primer turno del día no habían salido todavía per, me equivoqué al ver a una chica desconocida atendiendo mesas. Fruncí el ceño bastante confundido, jamás la había visto. Estaba haciendo mi trabajo por eso es que supuse que era alguna nueva empleada o algo así. No dudé en acercarme a preguntar.

-¿disculpa, eres nueva? -le pregunté a la chica de rizada cabellera. Ella se dio la vuelta de inmediato y me observó con una amplia sonrisa.

-ah, tú debes ser Abraham, me llamo Georgina, pero me puedes decir Gigi. -se presentó extendiendo su mano. La tomé algo confuso pero le di un firme apretón. -odio que me digan Georgina, solo mi padre puede hacerlo. -me señaló y soltó mi agarre. -soy la nueva empleada, bueno, no tan nueva porque normalmente trabajo en la mañana desde hace unas dos semanas. ¿Dos semanas es ser nueva? Creo que sí. -habló tan rápidamente que me mareé. ¿Acaso no respiraba?

-un gusto. -pronuncié tomando aire. Es como si su falta de respiración a hablar me hubiese afectado a mí más que a ella.

-ahora trabajaré doble turno y estaré contigo por las tardes hasta que encuentren un compañero que te ayude por mientras aprovechando que en la uni estamos libres. -sonrió y sirvió un café para poder llevarlo a una mesa.

Su actitud y su rapidez al hablar me dejó por las nubes. Fue muy extraño todo, pero al parecer me tocaría trabajar con ella y me tendría que acostumbrar a estar con una chica que parece haberse comido una tonelada de azúcar o una taza enorme de café que la tiene hiperactiva y con verborrea intensa.

Me coloqué detrás del mostrador y comencé a atender a las personas que estaban recién llegando. Mi teléfono comenzó a sonar después de un rato. La chica nueva contestó a petición mía mientras yo atendía una clienta y no llegaría a tiempo para contestar. Ella se encontraba mucho más cerca que yo y no quería tener una llamada perdida. Hoy intenté ser lo más cortes posible con la gente, pero no me salía con el mal ánimo que traía a pesar de encontrarme calmado. No habían pasado ni 24 horas desde lo ocurrido.

-Abraham, llamó una mujer diciendo que el Sol no va a venir o algo así escuché. No comprendí muy bien lo que dijo, solo sé que en la llamada decía que era de una Maribel. -me informó rápidamente en cuanto me acerqué al mostrador. Por un instante no entendí lo que pronunció, pero lo analicé unos segundos y capté la idea al final.

-ah, no hablaba del Sol, hablaba de Sol, una niña a la que le doy tutorías por las tardes. -le informé tomando mi celular.

-ah, no sabía que eras maestro.

-no lo soy, solo le enseño lo que puedo. -me encogí de hombros y me pasé al otro lado del mostrador para limpiar las gotas de café regadas sobre la mesa.

-seguramente eres muy inteligente. Yo la verdad que no sé explicar muy bien las cosas cuando no las entiendo o incluso si las comprendo me enredo, a veces hasta me enredo hablando yo misma y termino diciendo cualquier cosa, pero apuesto que tú no tienes ese problema. -dijo tan rápidamente que me mareó un poco.

-oye, ¿podrías hablar un poco más lento? -le pedí con la mejor amabilidad que pude demostrar.

-perdona, es que tomé mucho café y el café me mata ya que en sí, cuando estoy normal hablo un poco acelerado, imagínate ahora con el café en la sangre. Además me pongo muy nerviosa cuando recién conozco a alguien. -me informó y sonrió apenada pero, la comprendí.

-mucho café te va a hacer daño.

-lo sé, pero tenía que hacerlo. Mejor iré afuera a caminar para que se me baje ¿puedes cuidar la cafetería unos minutos, aunque sea una media hora? Si necesitas ayuda puedo quedarme pero, estaré así por un largo rato si no voy a comprarme algo que me baje la cafeína. -dijo mientras daba unos tantos brinquitos en su lugar. ¿Era normal que se me revolviese el estómago de solo oírla? Creo que mi cerebro estaba trabajando de más intentando entender cada palabra que sale de su boca. Así que cuando propuso aquello, no dudé en acceder.

-tú ve y relájate, yo me encargo.

-Gracias, adiós. -dijo y sin más se fue casi corriendo de aquí. Solté aire como si no hubiera estado respirando durante todo este tiempo que ella se encontraba parloteando como una lora.

No es por ofenderla ni nada pero, jamás había visto a alguien que se comportara así por tomar café. Era irónico que la cafeína y su organismo no congeniaran y que se encontrara trabajando en una cafetería. Supongo que ha de tener sus razones.

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