29. Golpes

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Abraham

No supe cuánto tiempo pasó desde que se llevaron a Sol a revisión. La espera en esta sala poco a poco se hacía eterna con cada minuto que pasaba. Sentía que siglos habían pasado desde que llegamos corriendo. Estaba preocupado, angustiado y muy nervioso; no podía dejar de caminar de un lado a otro pensando en qué le estarían haciendo Sol. No tenía ni la menor idea de que le había pasado para que tuviese que desmayarse tan de repente. Seguramente los golpes eran la raíz del problema.

-Abraham, quédate quieto. ¡Me desesperas! -chilló Gigi desde una de las sillas del lugar. No dije nada e intenté sentarme, pero mis piernas no respondieron y siguieron moviéndose de un lado a otro.

Noté el rostro de desesperación de la chica, pero no lo podía evitar. Mi preocupación era más grande que mi paciencia.

-Si no quieres que tire todos tus dientes de un puñetazo, siéntate. -sentenció luego de un rato. Sabía que Gigi no era capaz de hacer algo como eso, pero esta vez, mis piernas me obedecieron y me senté a su lado bastante inquieto.

-perdona Gigi, solo no puedo estar quieto.

-tranquilízate, sé que todo estará bien. Solo han pasado unos quince minutos desde que llegamos. Dales tiempo de hacer lo que tengan que hacer para que Sol mejore. -me dijo acariciando mi espalda con una de sus manos.

-es que la espera se me hace peor que una tortura. Creo que terminaré haciendo un escándalo si no sé nada de Sol en los próximos veinte minutos. -dije jalando las raíces de mi cabello con desesperación.

-eso no será necesario. No quiero que hagas ningún escándalo porque si no, iré afuera y te atropellaré con tu propio auto. -me advirtió en tono serio.

-¿Familiares de Solange Sandoval? -escuché a lo lejos. Al levantar la vista, observé al doctor que me estaba llamando. Salté de mi silla y me acerqué.

-soy yo, ¿cómo está Sol? -le pregunté de inmediato.

-estable en estos momentos. Se le está administrando suero intravenoso por goteo y sus signos vitales se normalizaron, le hicimos un hemograma completo y los resultados están por llegar dentro de un rato desde el laboratorio. -me explicó brevemente mientras observaba hacia los papeles que traía en manos y luego a mí. Sentí la presencia de Gigi atrás mío, pero no dejé de observar al doctor.

-¿Qué tiene ella? -le preguntó Gigi por mí.

-¿usted también es familiar?

-sí, soy una prima lejana y la estábamos cuidando con mi hermanastro. -dijo y me apuntó. -pero eso no importa, queremos saber qué tiene Sol. -pronunció un tanto seria. Nunca la había visto así.

-bueno, es complicado. Al parecer estaba en ayunas o sea que no había comido nada desde quien sabe cuándo y cómo plus, parecía no estar siendo alimentada bien desde hace días. Su presión bajó al instante que se desmayó gracias a la falta de alimentos y la deshidratación. También tiene muchos hematomas por el cuerpo que me preocupan especialmente una herida en el torso que por lo visto se infectó por no haber sido desinfectada, aunque ya nos encargamos de ello. -dijo observándonos fríamente a través de sus lentes. Sentí que la sangre me empezó a hervir de rabia.

No lo podía creer. Ese hombre era un monstruo. No le había dado de comer desde quien sabe cuándo y básicamente la masacró a golpes, lo que causó que llegara aquí y estuviera hospitalizada. Apreté los puños con fuerza a mis costados lastimándome las palmas de las manos con mis uñas; Gigi notó esto y colocó su mano en mi hombro y con la otra, tomó mi puño y me obligó a soltarlo.

-¿saben quién pudo hacer esto? -nos preguntó el doctor.

-su padre. -respondí con la mandíbula tensa.

-tranquilo Abraham. Respira. -me dijo Gigi y traté de hacerle caso. Pero me sentía muy prepotente en ese momento. -¿podemos pasar a verla?

-sí, una enfermera los llevará a donde se encuentra dentro de un momento. -nos avisó y se retiró. Yo solo me volteé hacia Gigi y la observé un rato antes de dirigirme a la salida del hospital.

-¿todo bien? -escuché a mis espaldas la voz de la morena.

-sí, solo necesito respirar aire fresco para calmarme. -dije bajando la mirada hacia mis zapatos.

-te llamaré cuando la enfermera venga ¿vale? -me preguntó acariciando levemente mi hombro. Yo simplemente asentí y la sentí alejarse.

No pasó mucho tiempo en el que estuve afuera observando el cielo, en como las nubes se movían y hacían formas, cuando Gigi me llamó al teléfono. No respondí porque sabía qué iba a decir así que solamente tomé un último tranquilo y refrescante respiro y entré nuevamente al hospital oloroso a alcohol y medicina.

La enfermera nos guio hasta Sol en la sala de emergencia. No quería verla en una camilla con suero y quien sabe que más encima, pero necesitaba hacerlo y saber cómo seguía, así que fue casi inevitable no entrar. Ella estaba recostada en una camilla con sábanas blancas cubriéndola toda menos sus bracitos. En una de sus muñecas, se encontraba el catéter por el que estaba el suero conectado haciendo el líquido correr por su cuerpo. Lucía tan calmada que parecía estar simplemente dormida; eso me calmó enormemente, especialmente por el hecho de que según algo que nos dijo la enfermera (lo cual no escuché muy bien) Sol saldría en un par de días si es que no presentaba algún otro problema en las próximas 24 horas. Ignoré al resto de los pacientes dentro y me dirigí a la esquina del lugar donde ella yacía tranquilamente.

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