30. Despierta

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Abraham

-ya recuperó el color. -comentó Gigi acariciándole suavemente una de sus mejillas.

-tienes razón. -sonreí ligeramente y me senté a los pies de la cama para observarla mejor. -aún no puedo creer que esto pasó. Creo que ya se me acabó la poca paciencia que tenía con ese hombre. Sol no volverá a esa casa. -dije con determinación.

-¿Qué? No podemos llevárnosla. ¡Eso sería un robo! ¿Abraham, estás consiente de lo que dices? ¡Creo que ni siquiera nos dejarán retirarla de acá! -chilló la rulosa llamando un poco la atención. Me levanté de la camilla y di un par de pasos hacia su lugar.

-sí, lo sé, pero créeme, no permitiré que le vuelva a pasar algo como esto a Sol. Ya tuvo suficiente e hice una promesa y esa es salvarla de ese infierno. No me rendiré hasta lograrlo.

-¿pero y si ese hombre nos busca y se deshace de nosotros? Por no decir que nos matará. ¡Estás completamente loco! -dijo tomando mis hombros con ambas manos las cuales retiré casi de inmediato.

-¿crees que tan si quiera le importaría? La odia, la maltrata y no le importa cuánto daño psicológico le haga. ¡Ni siquiera es un padre para ella! -dije tratando de no levantar la voz. No quería llamar la atención de los doctores y luego nos echasen del espacio compartido con otros niños. -y si le llegase a importar y se llega a deshacer de nosotros, te aseguro que cuando suceda, ella estará en un lugar menos grotesco, es un juramento que me hice a mí mismo y no pienso decepcionarme ni decepcionar a nadie con ello.

Al finalizar, un largo silencio nos acompañó, se había quedado sin algún argumento ya que no agregó algo más y agradecí aquello porque yo tampoco quería seguir con la plática. Ya estaba decidido de que iba a hacer y nada me haría cambiar de opinión.

***

Gigi tuvo que retirarse hace ya rato, necesitaba ir a su casa y luego iría por café para ambos, así que posiblemente, regresaría dentro de unos minutos. Sol seguía plácidamente dormida. Llevábamos más de dos horas aquí, pero ni aun así había despertado. Por lo menos, ya se le acabó su primera bolsa de suero y estaba completamente estable. Sus mejillas habían retomado su color rosa habitual y su temperatura era normal. Ya no tenía por lo que preocuparme. Solo esperaba que despertara para darle de comer, ya que al parecer llevaba tiempo sin probar bocado, aunque por los momentos el suero la mantenía, sin embargo no era lo suficiente. Ahora mismo, lo único que deseaba era que mañana ya se encontrase bien para llevármela a cualquier otro lado que no sea su casa.

Algo aburrido, dejé mi celular y lo guardé en mi bolsillo, luego me levanté de la silla que tenía al lado de la cama y me acosté junto a Sol. Tal vez no venía una enfermera y me quitaba de la pequeña camilla. Por ahora no había ninguno en la sala, por eso aproveché la oportunidad. Aunque, la verdad es que en ese instante no me importó y simplemente me quedé un rato acostado. Suavemente empecé a tararear una canción que se me vino a la mente, hasta que terminé cantando en voz alta pero no tanto como para molestar alrededor. Solo se me dio lo de cantar mientras sostenía la diminuta mano de Sol, con esperanza de que abriera sus ojitos.

Canté casi toda la letra, hasta que llegué a una parte la cual no recordaba, en cambio tarareé el ritmo y empecé a sentir como Sol se movía ligeramente a mi costado.

-¿Por qué dejaste de cantar? -me preguntó con débil y suave voz.

No pude evitar sonreír y voltear hacia su rostro.

-al fin despertaste. -dije con la mayor alegría del mundo mientras que con delicadeza, la abrazaba.

-¿Qué pasó? -me preguntó en cuanto la solté.

-te desmayaste en cuanto llegaste a Moka, así que te trajimos al hospital. -le expliqué evitando los detalles desgarradores. No quería preocuparla simplemente le dije lo esencial que debía saber.

Antes de que ella me respondiera, agachó la cabeza y comenzó a hablar. -perdona si te preocupé... es que...

La interrumpí de inmediato. -tranquila, ya lo sé, pero no quiero hablar de eso. -dije y besé su cabeza, luego acaricié su cabello mientras ella me abrazaba devuelta.

Escuché pasos y por un segundo pensé que sería una enfermera la cual me iba a obligar a bajarme de la camilla, sin embargo resultó ser Gigi quien traía dos enormes vasos de café en las manos. Ella sonrió de inmediato al ver a la pequeña niña de mi lado y luego se acercó a pasarme los vasos de poliéster llenos hasta casi el tope los cuales sostuve rápidamente para que abrazara a Sol.

-me alegra que ya estés despierta. -le dijo mientras sostenía su carita con ambas manos.

-sí, ya me siento mejor, pero tengo hambre. -dijo soltando una pequeña y dulce risita.

-yo iré a comprarte de comer. -me ofrecí bajándome de la camilla. -¿quieres que te traiga algo en especial? -le pregunté antes de retirarme a alguna cafetería cercana.

-bueno... me gustaría una ensalada de fruta.

-te la traeré enseguida, solo consultaré si te lo pedo dar, no quiero que te haga daño. -le besé la frente y le entregué uno de los vasos a Gigi. Luego tomé un sorbo de mi café el cual estaba delicioso.

Finalmente le di una última mirada a Sol y a Gigi antes de ir a hacer un par de cosas para traerle su ensalada de fruta a mi pequeña.

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