Abraham
-Abraham. -escuché una suave voz en mi oído. Era una voz femenina muy dulce la cual me sonaba conocida. Gruñí no queriendo abrir los ojos, tenía muchísimo sueño. Mis párpados pesaban así como si estuviesen hechos de plomo, se me era muy difícil hacerlo. Sentí un delicado tacto en mi mejilla. Era como si un ángel estuviera colocando su mano en el costado de mi rostro.
-Abraham. -me volvió a llamar la misma voz serena. Con muchísimo esfuerzo, logré entreabrir los ojos para ver quién era la dueña de esa voz. Lo necesitaba saber, necesitaba aclarar esa duda.
Ahí estaba ella.
Con nada más que una camiseta de botones que me pertenecía y su ropa interior por debajo. Su cabello estaba suelto y revuelto, lucía recién despertada al igual que yo y se veía tan hermosa como siempre, tal vez hasta más. Su piel parecía brillar con la luz de la ventana y no sabía si esto era real o no, pero era ella. Aquí a mi lado y sonriendo.
-buenos días. -sonrió y se acercó a mí. Sentí su aliento sobre mis labios. Observé alrededor y no estaba en la casa de mi madre. Estábamos en mi apartamento. No comprendía cómo había llegado aquí, lo único que sabía era que quería besarla y me dispuse a hacerlo después de sonreír.
-¡Abraham, despierta de una puta vez! -escuché que me gritó en el oído de nuevo.
Abrí de golpe los ojos y esta vez no me encontraba con Angie ni en mi apartamento. Estaba en la habitación de Tony en la misma posición en la que me había dormido la noche anterior. Gruñí y me giré quedándome boca abajo sobre el colchón.
Nuevamente había soñado con Angie como la mayoría de mis noches desde que se fue de España. Lo peor de todo era que siempre la soñaba dormida a mi lado y vestida con una de mis prendas, más específicamente la ropa que yo usé días anteriores. Era muy extraño al principio, parecía ser que hubiese mensajes subliminales tras esos sueños, pero después de un tiempo se me hizo muy normal. Simplemente era una demostración de lo que deseaba y sí, era lo único que quería, tenerla devuelta.
-hostia tío, eres más duro que un tronco cuando duermes. -gruñó mi hermano tratando de quitarme la colcha que tenía encima. -levántate, se te hace tarde para la universidad y yo tengo que buscar algunas cosas aquí así que te levantas o te levanto. -me riñó como si fuera papá.
No tuve opción y me levanté perezosamente para dirigirme a mi habitación. Sol al parecer ya se había levantado y de paso se tomó la molestia de ordenar la cama y recoger algunas cosas que permanecían tiradas por el suelo o regadas en mi escritorio o mesa de noche. Todo se veía decente a comparación de cómo lo tenía yo y es que no podía evitar que se armara un desorden aquí. Lo peor de todo era que no sabía cómo se desordenaba si casi no pasaba en casa. Mamá siempre me regañaba por eso, pero creo que con el tiempo se ha ido acostumbrando aunque le molestase aun.
Bajé luego de media hora ya listo para irme. Solo me hacía falta el desayuno. Ahí estaba Sol en la isla hablando con mamá quien me sonrió al entrar.
El desayuno fue breve, tan solo diez minutos porque tenía algo de prisa. Mis clases fueron como siempre: largas y aburridas en su mayoría. Ahora me hacía falta ir a trabajar y hablar con Gigi. Quizás organizaría una pequeña salida tan siquiera al parque para charlar con ella lo antes posible.
***
-¿Gigi, tienes algo que hacer más tarde? -le pregunté en cuanto terminamos de guardar las cosas de limpieza para poder cerrar la cafetería. Aún era temprano y me moría de hambre. Así que quería aprovechar y tal vez hablar con ella de lo que le sucede.
-bueno... algo así aunque aún tengo tiempo... supongo.
-¿quieres ir a cenar? Estaba pensando en pasarme por unas papas fritas o algo parecido. ¿Te apetece venir conmigo? Puedo acercarte a casa si prefieres. -le ofrecí amablemente.
Sonrió de lado. -Con tal no llegue tarde estaría bien. Déjame ir por mis cosas. -me avisó y la esperé durante un lapso corto de minutos.
Luego de que saliera, cerré con seguro y candado la entrada y le entregué las llaves a Gigi. Mañana a ella le tocaba administrar la hora de apertura. Ambos nos dirigimos a mi auto y arrancamos.
-¿a dónde no tienes que llegar tarde? -le pregunté curioso. Quizás eso me diera una pista de lo que pasaba. -¿algún cumpleaños o algo?
-digamos que es algo así como un compromiso. Es muy importante y no debo estar ausente.
-se más específica, la verdad que no entiendo nada. -solté las palabras sin pensarlas. Esto debía preguntárselo cuando ya estuviéramos comiendo relajadamente, pero mi curiosidad me impedía quedarme callado.
-es... complicado. -suspiró observando el camino a través de la ventana. Estacioné a un lado de la carretera. Justo en frente del restaurante de comida rápida en el que íbamos a comer.
-¿quieres hablar de eso? También puedo llegar a ser gran escuchante si me lo propongo. -le dije con tranquilidad. Quería que tuviera confianza y así esta vez fuera ella quien se desahogase conmigo como aquella vez que la conocí y se dispuso a escucharme a mí y a mis problemas cuando apenas me conocía.
-no, la verdad no. -dijo sincera. -creo que se me fue el apetito, pero puedes ir a pedir tu comida y yo espero aquí.
-Aunque me esté muriendo de hambre, no lo haré. No me bajaré. Gigi, me preocupas y no dices nada al respecto. Tú me has escuchado tantas veces que perdí la cuenta, ahora quiero devolverte el favor. -le exigí con claridad y amabilidad. Ya no quería andar con más enredos con este tema.
Suspiró pensativa. Su silencio fue breve si lo comparábamos con el reloj. Sin embargo para mí fue bastante largo. -¿podemos ir a otro lugar? No siento que sea un buen espacio para decirte esto. -dijo y observé la misma dirección que ella. Los autos iban y venían por toda la ciudad, sentí que un lugar más privado sería el indicado. Encendí el auto nuevamente y nos alejamos de aquí.
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Hermana
أدب المراهقين¿Cómo una pequeña niña de apenas ocho años podrá pasar por tanto a su corta edad? Ser abandonada por su madre y ser maltratada por su padre es demasiado para un ser tan pequeño y frágil como Sol. No poder jugar ni siquiera con niños de su edad ni di...