Diario del rey —nota 6—:
"¿Sabes lo mucho que me lastima que me odies? Mi lobo me tiene loco. Quiere amarte, quiere mimarte y marcarte, mas mi orgullo me obliga a esperar tu arrepentimiento".
Llevaba tres días encerrada en esa habitación y cuatro días sin haber comido, por suerte, las mucamas me traían agua fresca en las mañanas y en las tardes. Sin embargo, nada lograría salvarme de la muerte. Mi loba estaba muy herida y lloraba sin consuelo, desgarrando mi alma, cada noche, llamando a su destinado. Por mi parte, mi orgullo todavía no se había desmoronado; no obstante, el ardor insoportable que invadía mi estómago estaba acabando conmigo.
Mi tiempo se acababa, estaba segura. La falta del ser amado que la Luna escogió estaba consumiéndome, aunque nunca lo admitiría en frente de él. Incluso, creo que la Muerte ya marcó la fecha de mi fin.
Mañana se cumple el séptimo día. A media noche ya no habrá retorno, todo habrá acabado.
Es bien sabido que un Alfa y un Omega destinados no pueden pasar más de siete días separados, pues sus lobos acabarían apagándose hasta dejarlos sin vida. En mi caso, mi corazón dejó de latir en el momento en que descubrí quién era mi destino. En otra situación, si Jereth hubiese sido un Alfa, todo sería diferente. La diosa nos habría unido y hubiéramos sido muy felices juntos. Él hubiera heredado la panadería de mis padres, de modo que hubiéramos vivido en ese ambiente tan cálido y familiar, o hubiéramos huido de Agustina, así como le propuse. Sin embargo, estos eran solo deseos.
Luna, máteme de una vez.
—¿¡Por qué diosa Luna!? —grité— ¡Sálveme de esto! ¡Le ruego que me lleve con Jereth una vez más! —exclamé, mirando por la ventana, puesto que el balcón estaba cerrado, negándome el acceso— ¡Déjeme decirle que lo amo una vez más! ¡¡¡Jereth!!!
Entonces, muchas lágrimas comenzaron a caer por mis ojos, todas cristalinas pero saladas, muy saladas. Mi llanto se intensificó, al igual que mi sufrimiento y desesperación, así que no pude contenerme más. Golpeé la puerta, hasta que mis puños comenzaron a sangrar.
—¡Maldición! —continué con furia— ¡Déjenme salir! ¡Déjenme ir a ver a Jereth antes de morir! ¡Piedad, por favor!
Mi loba no aguantaba más, todo esto le dolía más que a mí. Rasguñaba mi mente, quería paz, quería a su Alfa, al rey. Sin embargo, mi lado humano necesitaba de Jereth, quería sus abrazos, sus sonrisas, su mirada. Lo necesitaba.
—¡Basta! —gritó una potente voz de mando, era su majestad.
Abrió la puerta con brusquedad, golpeándome y, así, haciéndome caer. Lucía tan enfermo; su piel estaba pálida, sus ojeras eran profundas y sus labios estaban partidos. Estaba furioso y, no sé cómo, liberó ese sentimiento contra mí, a pesar de su notable debilidad. Me sujetó del cuello y me alzó por unos segundos, luego me soltó.
—¿Quién es Jereth? —preguntó, con dolor en su mirada.
—Mi hermano —mentí, aunque parecía que no me creyó, lo pude sentir—. Quiero verlo antes de morir.
—No morirás si pides perdón —contestó, intentando calmarse.
—Perdón, pero no lo amo y prefiero morir antes de estar con alguien como usted.
—¡Maldición!
Me empujó con rudeza, por suerte, puse mis manos antes de caer, pero mis huesos estaban tan débiles que se sintió terrible.
—Mira, Omega, sé que me repudias, mas debes entender que el futuro del reino está en tus manos —me dijo—. Si yo muero, se desatará una cruenta guerra y sabes muy bien que esa gente no la sobreviviría. Su destino está en tus manos. Si quieres hacer un cambio, morir para vengarte de mí no es la manera de lograrlo.
No había pensado en eso.
—Lo pensaré, su majestad —susurré—. Por favor, retírese.
—Lo haré, pero... bueno... te disculpaste, aunque no fue de la manera más apropiada. Puedes pedir lo que desees para cenar y las mucamas te lo traerán, pero aún no puedes salir de aquí.
—Se lo agradezco, su majestad —contesté.
—Por favor, tutéame y llámame solo Gonzalo.
Juro, "Gonzalo", que hallaré la forma de destruirte sin llevar al reino a una guerra. Te arrepentirás de haber sido un maldito rey tirano.
ESTÁS LEYENDO
«La Omega del rey» • [Historia original]
RomanceUn Omega debe someterse a su Alfa, ser sumiso y brindarle descendencia. Además, cada Omega está atado a su Alfa desde que la Luna los une, así que las parejas predestinadas son anunciadas cada año nuevo lunar. Sin embargo, cuando Jimena se entera de...