ESPECIAL 12

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Algo me dice que si es que llego a ser madre (por favor, no), sería peor que Jimena. F. Bueno, luego de este capítulo, narrará Luna.

Salimos al jardín evadiendo a los que acosaban con preguntas a la futura novia. Todos felicitaban en lo alto, y criticaban en lo bajo. Sin embargo, debíamos ignorar esos comentarios. Luego de años con este tipo de vida, uno se acostumbra a actuar como si nada te afectara, aunque es todo lo contrario.

Caminamos hacia la zona de las rosas, mi lugar favorito en todo el castillo. La fragancia y los colores crean el escenario perfecto para conversar. Ahí, finalmente pudimos hablar con más tranquilidad, lejos de las risas y de la música.

—¿Mi padre tiene algo que ver con esto? —pregunta sujetando una copa que tomó antes.

Sus ojos relucen bajo la luz lunar. Parecen dos esmeraldas que hasta podrían leer la mente del más erudito. Ese brillo es tan intenso que hasta a mí me intimida. Por eso, siempre prefiero apartar la mirada; sin embargo, debo recordar que es mi hija. Aunque mi loba se niegue a reconocerla, yo la quiero mucho. La quiero ver feliz y a salvo.

Por eso, Jeremías no debe morir, pero tampoco permitiré que llegue al trono. Espero que Gonzalo piense lo mismo.

—No quiero que creas que te busqué solo por tu padre, porque no es así —digo tranquilamente.

—Madre, no es necesario que se fuerce a cumplir con un rol que nunca quiso. —Mueve su copa con lentitud, observando ese líquido rojizo.

—¿De qué hablas? —Frunzo el ceño. —Sé que no he sido un gran ejemplo de madre, pero estaba más que decidida a tenerte y cuidarte cuando descubrí que estaba embarazada.

—Entonces, ¿por qué te alejaste? —pregunta con un dejo de tristeza— Y, ¿por qué seguiste alejándote cada vez más y más?

Sus ojos, siempre tan serenos, cambiaron se repente. Por primera vez, me sentí genuinamente culpable por no haber pasado más tiempo a su lado. Me siento como una terrible Omega, madre y esposa. ¡Ni siquiera sé qué hacer para consolarla! ¿Preferiría un abrazo o que acariciara su cabello? ¿Le doy su espacio o le pido que me cuente lo que la aqueja?

Si estuve tan dichosa durante mi embarazo, ¿por qué me sentí tan miserable con la bebé en mis brazos?

¿Por qué mi loba sigue sin reaccionar ante la tristeza de nuestra hija?

—No lo sé —contesto como un susurro—. Hija, yo te amo, mas no tengo idea.

—¿Cómo es eso posible? —pregunta dejando que las lágrimas caigan como una lluvia de emociones.

—Sinceramente, no lo sé —repito observándola fijamente.

Luego, tomo su mano con cariño para transmitirle confianza. Ella solo sonríe con melancolía. Sabe que le dije la verdad. Esta vez no estoy mintiendo.

—Podemos intentarlo de nuevo —susurro acariciando sus deditos—. Sé que te vas a casar, así que no será lo mismo, pero no quiero que pienses que tu madre no te ama.

—Sí, por favor. —Sorbe unos moquitos que quieren escurrirse de su nariz. —Quiero a mi mamá conmigo.

—Y la tendrás. —Sonrío. —Ahora y siempre me tendrás.

De repente, escucho unos crujidos en el jardín. Es como si alguien estuviera caminando entre los rosales, pisando estas plantas espinosas sin temor a sangrar. Entonces, sin preocupar a Luna, busco con la mirada quién podría ser hasta que encuentro unos ojos brillar a lo lejos. Esa fuerza y esa burla las conozco muy bien. Es igual que aquella noche.

Esa maldita Beta...

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«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora