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Diario de Jereth —nota 2—:

"La búsqueda va bien. Sin embargo, encontré unas huellas y escuché murmullos; creo que me están siguiendo".

Los invitados estaban muy emocionados. Todos bailaban y bebían de los exquisitos licores que escogí para la velada. Adara y Carlos lucían muy felices, bailando en el medio del salón, como una pareja real, completamente enamorados. Igualmente, mis padres estaban disfrutando, comiendo los bocadillos finos, en especial los buñuelos, y presumiendo el logro de su pequeña, eran el uno para el otro. Sin embargo, no había podido visualizar a Jereth desde que terminó la ceremonia.

Tengo un mal presentimiento. Necesito ir al jardín, me lo dice mi instinto.

—Alfa, deseo salir para tomar un poco de aire fresco —le dije a Gonzalo, quien estaba parado a mi lado, admirando la recepción, asegurándose de que todos se divirtiesen.

—¿Quieres que te acompañe?

—No es necesario, estaré bien. De cualquier forma, hay guardias en cada esquina de este palacio. Si pasa algo, gritaré.

—No solo es miedo porque te pase algo... Es que siento a tu loba...

—Solo son nervios por lo que pasará esta noche —murmuré sonrojada.

—Solo debes dedicarte a disfrutar —dijo con una linda sonrisa, para luego guiñarme un ojo.

¡Ahhh! No digas esas cosas tan vergonzosas.

—Sabía que te sonrojarías aún más —agregó, sin borrar esa curva de su rostro.

—Vuelvo en unos minutos —dije para no continuar la conversación.

Salí del salón y caminé hacia el centro del jardín de rosas, donde se ubicaba una pequeña fuente. El olor de las flores era tan fresco, tan exquisito. Sin embargo, un aroma similar a la madera húmeda y al trigo recién cortado estaba presente. Se sentía tan familiar y reconfortante, incluso mi loba estaba ansiosa por acercarse más. Caminé rápidamente y, al lado de la fuente, hallé al dueño de aquella delicia.

—Jereth —lo llamé.

—Jim... ¡Lo logramos! Soy un Alfa... —comentó muy emocionado. Sus ojos brillaban y sus labios sonreían como nunca antes.

Sin duda debía matar al rey esta misma noche.

Me fascina tu aroma —dije, olfateando cada detalle.

Sin previo aviso, se acercó y me abrazó. Su nariz acarició mi cuello y yo hice lo mismo. Así, sentí una corriente eléctrica que recorrió todo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta mi cabello. Sin duda, era el Alfa que necesitaba desde hace mucho, era él, era el hombre del que me enamoré desde joven. Estábamos juntos y la oportunidad de que fuera eterno estaba en la palma de nuestras manos.

—Pan recién horneado —susurró, identificando mi aroma por primera vez—. Se siente como estar en casa, como si fuésemos destinados.

—Lo somos... Sé que siempre lo fuimos, pero el rey le pidió un deseo a la Luna y cambió todo. Tal vez por eso nos sentimos así, aunque aún no estemos unidos.

—Te amo, Jim.

Es la primera vez que me lo dice desde que se presentó como Beta.

—También te amo, Jereth.

Sin embargo, una ráfaga helada de viento golpeó nuestros rostros, regresándonos a la realidad. Lamentablemente, debía volver a la fiesta y estar al lado de mi esposo. Sin embargo, ahora había un problema: tenía impregnado este nuevo aroma.

—No te preocupes —me calmó Jereth, como si hubiese leído mi mente—. Tan solo nosotros podemos olerme, pues no es completamente real.

—¿Es una ilusión?

—Es más bien como un adelanto. Cuando muera el rey, será real para todos.

—Entonces tendré que apresurarme —le dije, alejándome de sus brazos, para regresar al interior del castillo

—Para que un nuevo reino empiece.

—No puedo esperar.

Sonreí y me dispuse a marcharme. Caminé de vuelta a la recepción, en la que todos me esperaban para partir el gran pastel. Era un monumento de cuatro pisos, con bizcochos de almendras, relleno con mermelada de frutas del bosque y cubierto con crema de vainilla. En el piso superior, había un dibujo del escudo de la familia real, rodeado por rosas blancas, al igual que todos los bordes del pastel. Los cocineros se habían esforzado en demasía, habían logrado una obra de arte.

Cuando llegué, tomé la mano de mi Alfa, lista para iniciar con el clímax del evento. Cogimos el cuchillo y dimos el primer corte, todos aplaudieron.

—Tan solo dos horas más para el final de la fiesta —me dijo al oído.

—Lo sé. Estoy nerviosa.

«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora