Solo pasó. Tenía que escribirlo.
Han pasado más de quince años desde esa noche. Por suerte, nunca volví a ver a esa mujer y no hubieron más levantamientos en contra de la corona. Ahora todo parece tan pacífico y armonioso, como un cuento de hadas. Sin embargo, presiento que algo malo pasará. La vida no puede ser tan feliz, lo sé por experiencia, aunque me gustaría que lo fuera.
Tengo una hermosa hija que recién se presentó como Omega y dos pequeños muy traviesos. He intentado ser una buena madre, mas no tengo manera. Soy muy impaciente y testaruda. Esto no es lo mío. Antes que jugar con mis niños o tomar el té con mi hija, prefiero pasear por el jardín o inmiscuirme en temas que no debería, lo cual detestan los nobles. Tengo suerte de que Gonzalo sí es un buen padre y que las criadas son muy serviciales y amigables.
Me gustaría cumplir con las expectativas que tienen sobre mí.
¿Cómo acabé siendo esto? ¿Cuándo empecé a preocuparme por las apariencias? ¿Cuándo comencé a perderme a mí misma? A veces me siento tan miserable que ignoro la bella familia que tengo. Tal vez por eso no soy una buena Omega, tal vez por eso no puedo ser una madre. He perdido tanto tiempo pensando en mí que no he podido priorizar a los que amo. Ni los años me han permitido cambiar estos defectos.
—Madre —me llama Luna, mi primogénita.
Pronto tendrá que hallar a su futura pareja, al Alfa que será rey.
—¿Sí? —contesto sin alzar la mirada. Por alguna razón, me intimida verla. Tal vez es por el don tan inusual que tiene.
—Padre dice que el carruaje ya está listo. Debemos apurarnos para llegar a la fiesta.
Su voz es tan dulce como la miel. Es toda una princesa.
—Dile que ya bajo. —Sonrío con incomodidad. —Creo que usaré unas joyas más sencillas.
—Aunque no me vea, sé que está mintiendo —dice antes de retirarse.
Es una joven inteligentísima y elocuente. Ha leído todos los libros de la biblioteca del castillo, domina las normas sociales y se lleva bien con todos. Es sensible, aunque también tiene su carácter. Además, nadie se atrevería a cuestionarla porque es la preferida de su padre. Gonzalo daría la vida por ella y mataría por ella. Bueno, es claro el porqué. Son como dos gotas de agua. Ambos tienen el cabello rubio y los ojos como esmeraldas. Incluso, poseen la misma sonrisa arrogante pero sincera.
Ya es hora de ir. Debo estar por ella.
Finalmente, decido usar solo un delgado collar de plata en vez de la pieza dorada que escogió Sofía. Prefiero algo menos llamativo, en especial porque estaremos rodeados de pueblerinos. No quiero lucir superior por ser la Omega del rey Alfa. Además, este color combina mejor con el vestido celeste que me preparó el costurero real.
Así, salgo de la habitación hacia la puerta principal del castillo. Ahí me espera un gran carruaje con detalles bañados en oro. Dentro de este, se encuentran mi esposo, Luna y mis dos pequeños. Todos están usando sus mejores prendas para la noche de las parejas predestinadas. A media noche, mi primogénita conocerá a su Alfa.
—Ya podemos irnos —avisa Gonzalo luego de que subiera al vehículo.
—Sí cambió de joyas —comenta Luna sin dejar de observarme.
—Por supuesto que lo hice.
—¿Todo bien? —vuelve a hablar.
—Algo nerviosa. —Muerdo mi labio inferior. Es momento de verla de verdad y darle ánimos. No puedo ser tan egoísta como para ignorarla. —Espero que tu Alfa sea alguien bueno y guapo —digo sujetando su mano—. Tengo nervios porque quiero verte feliz.
—Estaré bien —insiste.
—¡Falta que su Alfa sea enano y gruñón! —grita Mariano, mi hijo menor.
—¡O mujer! —continúa José, el del medio.
—No fastidien a su hermana —dice Gonzalo fingiendo enojo, pero se nota que también tiene alguna broma guardada en su mente.
Mi hija y yo solo rodamos los ojos mientras los chicos siguen con sus chistes infantiles. No obstante, hay algo de razón en todo esto. No sabemos si su Alfa será digno del trono, una gran y pesada responsabilidad. Tan solo podemos esperar que sea algún noble para evitar problemas o situaciones embarazosas.
Nunca creí que pensaría así, pero... ojalá no sea alguien del pueblo.
De repente, me vuelvo a acordar de la mujer que conocí cuando estaba embarazada de Luna. Esa Beta también estaba esperando un bebé. Si logró dar a luz en Agustina, su hijo o hija también estará en la fiesta de hoy. A media noche también conocerá a su pareja destinada.
Falta que el destino ponga a esa piedra en el camino de mi hija.
—Todo estará bien —suelto en voz alta observando a mi Alfa, esperando que sepa lo que pasará—, ¿verdad?
—No lo sé —susurra tornándose serio de repente.
—No mienta, padre —dice Luna—. Usted lo sabe.
:)
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«La Omega del rey» • [Historia original]
RomanceUn Omega debe someterse a su Alfa, ser sumiso y brindarle descendencia. Además, cada Omega está atado a su Alfa desde que la Luna los une, así que las parejas predestinadas son anunciadas cada año nuevo lunar. Sin embargo, cuando Jimena se entera de...