Una vez más estoy rodeada de toda esta gente que, en realidad, no me agrada. Bueno, tal vez exagero un poco. Algunos nobles son amables de corazón y no se dejan llevar por las apariencias. Sin embargo, eso no evitó que limitaran mi participación en asuntos del reino. Creen que solo sirvo para organizar estas fiestas y fingir sonrisas cuando rechazan mis propuestas.
Respira, uno, dos, tres.
No obstante, no es momento para concentrarme en esto, sino en Luna. En este momento, se encuentra saludando a los invitados, luciendo las joyas de oro que combinan con su cabello rubio. Luce honestamente feliz. Nadie podría quitarle esa luz que sus ojos expresan. Es como si finalmente se hubiera enamorado de su pareja.
—¿Irás a felicitarla? —pregunta Gonzalo ofreciéndome una copa de vino, la cual recibo para darle un largo sorbo.
—Tengo que hacerlo. —Suspiro. —No pienso arruinar esta noche para ella. —La vuelvo a observar. —Está radiante y parece que es feliz con su Alfa.
—Se siguen conociendo, pero ya actúan como una verdadera pareja —susurra mi esposo. Es difícil escucharlo por las risas y la música, mas aún así comprendo sus palabras—. Parece que Jeremías confía cada vez más en ella. —Sonríe ladino.
Se trae algo entre manos.
—No me contarás qué estás planeando, ¿verdad? —Vuelvo a tomar un sorbo del vino sin dejar de ver a Luna y a su Alfa.
—Por ahora no. —Bebe del suyo lentamente, saboreando el dulzor y el amargor del licor. —Yo me encargaré de esto mientras te concentras en proteger a nuestros hijos. —En eso, baja aún más la voz haciendo sus palabras casi imperceptibles. —No quiero que piensen que no los amas.
¿Ellos piensan eso?
Mi intención nunca fue esta. Quiero que mis hijos sean felices, que se sientan protegidos y amados. Justo por eso es que mantengo mi distancia. Sé que el rechazo de mi lobo podría lastimarlos; además, no soy la clase de persona que genera confianza en el resto.
—¿Te dijeron eso? —Volteo para buscar a mis niños, quienes corretean en el jardín junto con otros pequeños.
—No es necesario que lo hagan —me explica—. Es claro que se sienten rechazados aunque intenten ocultarlo con bromas y juegos.
Tal vez ya es hora de dejar de victimizarme. No gano nada sufriendo por mi lobo. Solo causo tristeza.
—Bien —contesto depositando mi copa sobre una de las mesas—. Tú encárgate de Jeremías y yo, de mis hijos.
—Confío en ti. —Acaricia mi hombro con ternura. —Se acercan momentos difíciles, así que debemos mantenernos unidos.
Ese olor...
Una vez más, se me hace imposible ignorar el aroma de Jeremías. Me recuerda tanto a Jereth que me incomoda verlo al lado de mi hija. Sin embargo, tengo que dejar de exagerar este problema. Sé que es su hijo y sé que trama destruirnos, mas también es el Alfa de Luna. No puede hacerle daño.
Pruebo un bocadillo de queso para animarme y camino hacia ellos. Sus aromas combinan tan bien que las personas que los rodean no pueden evitar suspirar. En esta parte, todo se siente más festivo.
—Luna, Jeremías —los saludo con una gran sonrisa—, felicidades por el compromiso.
—Gracias, su majestad —dice el pelinegro.
—Muchas gracias, madre.
Es el momento.
—Espero no molestar —inicio—, pero me gustaría conversar con mi hija a solas. ¿Se puede?
—Por supuesto. No es necesario que pregunte. Usted es la reina; puede hacer lo que quiera.
Ya quisiera.
—Bueno. —Intento mantener mi sonrisa. —Entonces, ¿vamos?
—Sí, madre.
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«La Omega del rey» • [Historia original]
RomanceUn Omega debe someterse a su Alfa, ser sumiso y brindarle descendencia. Además, cada Omega está atado a su Alfa desde que la Luna los une, así que las parejas predestinadas son anunciadas cada año nuevo lunar. Sin embargo, cuando Jimena se entera de...