ESPECIAL 3

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Antes de todo, ¿tienen alguna idea de quién podría ser la Beta que acarició el vientre de Jimena?

La celebración había comenzado. Se escuchaban las voces cantarinas de los más jóvenes, quienes bailaban en grupos o parejas. También los mayores parecían estar divirtiéndose mientras hacían suposiciones sobre quiénes serían destinados. Por mi parte, prefiero no comentar nada y esperar hasta que acabe esto. Para ser honesta, me siento agotada por todo el trabajo que hemos tenido para organizar esto.

Las mesas con los bocadillos están perfectamente decoradas al igual que los balcones de las casas que rodean la plaza. La comida ha sido seleccionada tras un largo proceso, pues este era un evento muy especial, así que debía estar a la altura. También se tuvo que decidir qué clase de música se presentaría. Finalmente, se optó por usar a los músicos reales, pero se permitirá que cualquiera cante si así lo desea.

—Su Omega luce preciosa, su majestad —comenta uno de los nobles mientras conversa con Gonzalo.

—Lo sé —responde con una sonrisa—. El embarazo le sienta bien.

Ahí vamos de nuevo.

—La decoración ha quedado divina —dice Adara luego de que su marido le permitiera hablar—. Me hubiera gustado ayudar, pero Carlos temía que fuera peligroso por todo esto de los ataques.

Observo a mi Alfa de reojo, esperando que diga algo para responder. Él, sin problema alguno, me permite conversar con la baronesa. A veces, realmente esto me parece ridículo; sin embargo, es la imagen que debemos mantener, al menos en público. Dentro del castillo, las cosas son un poco diferentes; me permite hablar cuando quiera y ayudarle con los asuntos de Agustina. Lamentablemente, los nobles piensan que me estoy inmiscuyendo demasiado, así que hacen hasta lo imposible para desmeritar mis contribuciones y callar mis ideas.

No quieren entender que estamos en una situación crítica.

En eso, entre cotilleos y risas incómodas, llegó la hora de conocer las parejas que la Luna escogió. Entonces, los Alfas y Omegas de dieciséis se paran alrededor de la fuente que se encuentra al medio de la plaza. Cierran los ojos y se dejan guiar por sus aromas, caminando para encontrar lo que el destino preparó para ellos.

¿Quién diría que hace un año yo me encontraba en esa misma posición?

Entonces, abren los ojos y sonríen como si despertaran de una siesta. Sin embargo, la alegría del momento se ve apagada por unos gritos violentos. De la nada, unos veinte campesinos armados con picos y hoces llegan a la escena. Algunos son Alfas y otros son Betas, pero no se puede distinguir cuáles son sus identidades. Todos ellos llevan los rostros tapados y prendas oscuras.

—¡Saquen a los reyes de aquí! —grita el general Arturo mientras desplega el grupo de guardias.

Todos los agustinos estaban desesperados, se sentía en sus aromas. Por eso, corrían completamente descontrolados. Algunos se transformaban en lobos para sacar a sus familias sanas y salvas; otros preferían escabullirse entre las angostas calles y salvarse solos. Sin embargo, había una mujer que no se movía. Estaba parada en una esquina de la plaza, observando todo el caos con una extraña sonrisa. Era la misma Beta que acarició mi vientre el día anterior.

¿Qué hace ahí? ¿Por qué no huye?

—¡Jimena, sube al carruaje! —brama Gonzalo desenvainando su espada.

—Sí —contesto con miedo y obedezco.

A mi Alfa le toma un poco más de tiempo llegar, pues debe alejar a los campesinos que nos quieren asesinar. Por suerte, corta las cabezas del par que nos había alcanzado y logra subir.

—¡Rápido! —le grita al conductor antes de cerrar la puertita y abrazarme.

Su corazón late con ferocidad y su aroma explota de preocupación. Por mi parte, solo puedo intentar tranquilizarlo con mi olor a pan recién horneado. No me gusta verlo así; me parte el alma.

—Estamos bien —le susurró sin soltarlo—. El general y los guardias podrán con ellos. Recuerda lo que nos dijo...

—Son pocos, están mal armados y mal organizados.

—Sí... —digo acariciando su espalda— Todo saldrá bien.

Al menos esta vez, pero quién sabe si dentro de un par de años logren su objetivo.

Y nos quedamos así, juntos, hasta que llegamos a las grandes puertas del castillo. Entonces, bajamos del carruaje asegurándonos de que nadie nos hubiera seguido. Miramos hacia todas las direcciones posibles en busca de algún intruso. Al parecer no hay nadie; no obstante, siento un aire frío en la nuca que me llena de terror.

Por favor, que no haya nadie.

Volteo lentamente, buscando entre los rincones oscuros del jardín de rosas. Parece que está vacío, aunque solo parece, pues noto uno ojos grandes ocultos entre las espinas. Luego, oyo unas pisadas lentas. Esa persona se estaba alejando y, por alguna razón, esa mirada se me hace familiar.

Es la misma señora de antes.

—¿Todo bien? —cuestiona mi Alfa al notar que me he perdido en mis pensamientos.

—Sí —contesto nerviosa luego de que esos ojos desaparecieran—. Creo que solo estaba alucinando, pero sería bueno revisar si hay alguien en el jardín.

—Ya... No te preocupes. —Acaricia mi mejilla. —Mandaré a alguien. —Besa mi frente con delicadeza antes de tomar mi mano y llevarme hacia el interior de nuestro hogar.

Esa noche no pudimos descansar tranquilos. Nos quedamos despiertos hasta que regresó el general y se terminó de revisar todo el jardín en busca de intrusos. Por suerte, no había nadie y se logró controlar la revuelta. Lamentablemente, sé que, en realidad, no ha terminado.

C:

«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora