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Diario de Jereth ―nota 5―:

"No llegamos a un acuerdo, pero, por suerte, descubrí que la magia también está en mi sangre, o, al menos, un poco de ella".

Llevaba tres días en el calabozo. Cada mañana un guardia me traía una taza con agua fresca y, cuando el sol comenzaba a ocultarse, un vaso de leche y una hogaza de pan seco. Sin duda, no tenía energías para reclamar o intentar escapar, pues mi cuerpo estaba extremadamente débil. Mi loba lloraba cada noche por su destinado, por su Alfa, desgarrándome en el proceso. Sin embargo, ya había tomado una decisión, de la que estaba cobrando las consecuencias. Al parecer, moriré aquí, sola, luego de un intento fallido de revolución.

Jereth.

No había dejado de pensar en él. ¿Lo habrán encontrado? ¿Estará muerto? ¿Habrá logrado escapar? ¿Vendrá por mí? Tenía tantas preguntas y tan pocas respuestas, pues los únicos que podían contestarme se encontraban lejos; uno, físicamente y otro, emocionalmente. No obstante, me negaba a perder la esperanza de conocer por completo la situación, necesitaba morir sabiendo, siempre mejor que morir ignorando.

―Omega Jimena de Agustina... ―me llamó el guardia de cambio de turno, mas no le contesté, pues fuerzas no me quedaban. Al percatarse de mi silencio, se acercó a la celda―. Jim, soy Jereth.

Vino por mí.

No podría describir la alegría que me invadió en ese instante. No me había abandonado, vino a sacarme de aquí, para huir juntos y dejar todo esto, aunque mi destino era la muerte.

―Viniste por mí ―susurré, haciendo un gran esfuerzo.

―Nunca te dejaría. Hemos estado juntos desde siempre.

―Lamento que no puedas ser mi Alfa.

―No te preocupes. Llegué a un acuerdo con la sacerdotisa y tengo la solución.

―¿Cuál? ―pregunté sorprendida, pues creía que nuestra única oportunidad se había perdido.

―Tendrá que ocurrir durante la Luna Nueva, cuando el cielo se oscurezca y hasta las estrellas teman lucirse. Ese día debes clavarle un puñal; sin embargo, por lo que veo, no sobrevivirás tanto tiempo. Esta Luna saldrá a fin de mes, para eso faltan más de siete días. Por eso, la sacerdotisa creará una falsa Luna Nueva, así podrás matarlo.

Vi un brillo distinto en sus ojos, esta vez lucía desesperado, con algo de miedo, tal vez por la muerte. Yo también tenía miedo, pero no había alternativa. Le temía a la oscuridad de perecer encerrada, por eso era necesario acabar con Gonzalo. Era de suma importancia realizar un cambio, era necesario salvar al pueblo.

―Mañana debes avisar al guardia de turno que deseas disculparte con el rey. Entonces, ellos te llevarán ante él. Por mi parte, le pondré un somnífero en su té y la daga te la entregaré en el momento justo. Solo confía en mí, lo mejor es que lo mates.

La verdad es que no me sentía segura, dudaba que esto fuera lo correcto. Bueno, la vida de muchos inocentes importa más que la vida de uno, mas estaría cometiendo un asesinato. Sabía que ya lo había intentado antes, pero, por alguna razón, mi voluntad se estaba desbaratando. Sin embargo, también sabía que el rey no era ningún inocente y que las vidas de muchos de los que ya no están pesaban sobre sus hombros. De cualquier manera, seguía doliendo, mi loba ya no quería continuar.

―¿Estás dudando? ―me preguntó Jereth, sujetando mis manos.

―Tal vez la Luna evitó que lo matara porque no era lo correcto...

―La Luna solo lo escucha a él, no olvides que es el rey...

―Me dijo que la Luna no existe...

―¿Y tú le vas a creer?

Cierto.

―Mañana haré lo que me pediste.

―Entonces te dejo, es momento de cambiar de turno ―me dijo, con una nueva luz en su mirada, una llena de oscuridad, una que no conocía, una que no podía leer. Luego se fue.

¿Por qué la Luna no se comunica con los reyes? ¿Es real o una invención?

Ya no sabía en quién creer ni en qué, pero me encomendaba en las manos de mi diosa. Siempre confié en ella y hoy no sería la excepción.

«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora