ESPECIAL 25 (FINAL)

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Si es que, por alguna razón del mundo, han leído mis otras historias, deberían saber que el romance y yo no nos llevamos bien. Usualmente, mis personajes tienden a usar el amor para manipular.

Bueno, pero... esta historia es diferente. So, acá un poco de romance.

Nunca le temí al cambio, pues me parecía insignificante cuando tenía todo un reino dependiendo de mis decisiones. Sin embargo, nunca imaginé que perdería el trono. Desde niña, mi sueño fue gobernar Agustina con una preciosa corona de oro sobre mi cabeza. Siempre me imaginé siendo la mejor reina; lamentablemente, ya no podría ser.

—¿Cómo te sientes? —le pregunto a mi esposo.

—A tu lado siempre estoy bien —responde mientras acaricia mis mejillas.

Han pasado un par de días desde la muerte de su madre y, por fin, empieza a superarlo. Ha vuelto a sonreír, ha bromear y ha pasear por el bosque conmigo. Sin embargo, mi loba insiste en que no baje la guardia, pues la depresión podría colarse a nuestras vidas en cualquier momento.

—¿Por qué mejor no dejas de mirar la ventana y salimos a pasear? —propone acariciando mi cabello.

En este momento, nos encontramos acurrucados en nuestra cama. Unos leves rayos de sol acarician nuestros rostros y nuestros aromas bañan cada rincón con dulzura. Se siente tan bien ser una pareja libre de problemas ajenos, libre de... bueno, libre de las responsabilidades que siempre soñé.

—Me parece una excelente idea —acepto sonriendo.

Sus ojos comienzan a brillar y una risa se escapa de sus labios. Luce tan tierno cuando hace esto que acelera mi corazón.

Tucun, tucun, así suena.

Y, de repente, me roba un suave beso. La sensación es más maravillosa que cualquier otra. Es como recibir un pequeño pellizco en el pecho o como sentir mariposas en el estómago. Sin duda, podría volverme adicta a él.

—Eres un amor —digo finalmente levantándome de nuestra cama.

Busco con la vista mi ropa hasta que la encuentro sobre la alfombra del centro. Sin embargo, cuando estoy a punto de tomarla, Jeremías sujeta mi muñeca y me vuelve a llevar a la cama. Ahí, me acorrala contra el colchón y admira mis ojos verdes con parsimonia.

—¿Qué pasa? —pregunto divertida.

—Mejor quedémonos aquí todo el día —suelta con una sonrisa ladina en su rostro—. Mañana ya podremos salir a pasear. —Besa mi frente. —Hoy te quiero aquí.

Si sigue con esto, mis mejillas acabarán más rojas que los tomates.

A sus órdenes, mi rey —bromeo.

—Gracias, mi reina.

Sé que mientras sigamos juntos, todos los días serán así de especiales.

—Te amo. —Sonrío entre sus brazos.

—Y yo a ti.


Gracias por haber leído esto. Besos.

«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora