ESPECIAL 1

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Para ser honesta, me incomodaba la idea de hacer un especial o un segundo libro. Bueno, obviamente no haré una parte dos; la historia está concluida. Sin embargo, haré algunos especiales.

Espero que les guste. Gracias.

El miedo que me ha recorrido estos últimos días es inexplicable. No sé si los guardias realmente me protegen o si la Beta que me sirve el té es de fiar. Lo único que me permite dormir tranquila es saber que mi Alfa está a mi lado. Inclusive, la más reciente noticia que nos dio el médico real no me ha traído alegría. Tan solo me causa más miedo. No sé si podré protegerlo de todo esto.

—Su majestad —me llama el ama de llaves.

—¿Sí?

—El rey Alfa ordenó que la buscara. Hay algo importante que quiere conversar con usted —dice amablemente.

—Dile que voy en unos momentos. —Sonrío. —Gracias.

Pastelitos con pasas...

Los antojos iban a venían, ya eran esas fechas. A veces quería dulces y, otras veces, empanadas o sopas. La verdad, ya no sabía ni qué esperar sobre mi apetito. Según la baronesa Adara, seguiría irregular, en especial, si seguía preocupándome por temas que "no me corresponden". Lamentablemente, quiero que me correspondan, así que tendré que lidiar con eso.

Gracias a la diosa, Gonzalo me ha permitido participar en todo lo relacionado con Agustina. Justo por eso ahora me dirijo hacia su oficina, caminando entre los amplios y floridos pasillos del castillo. Siempre me ha gustado esta parte de mi nuevo hogar: los floreros, las pinturas coloridas, los bustos tallados... Espero que la criatura que crece en mi vientre disfrute también de esto.

—La anunciaré, su majestad —me dice el ama de llaves, quien me esperaba en la entrada.

—Gracias.

Así, luego unos segundos, me avisa que puedo pasar. Me abre la puerta de madera y, con una reverencia, se retira.

—¿Estás bien? —me pregunta al notar que mi aroma está alterado, acercándose para abrazarme.

—No te preocupes —digo algo incómoda. No me gusta que se preocupe de más cuando lo realmente peligroso no es mi embarazo—. Mejor explícame por qué me llamaste.

—Claro. —Frunce el ceño mientras regresa a su silla. —Para ser honesto, casi ningún noble estuvo de acuerdo con tu propuesta.

—¡¿¡Qué!?!

Malditos egoístas, no es el momento para esto.

—No quieren que haya un impuesto a la riqueza —explica liberando un poco de su olor a menta y pistachos para calmarme—. Dicen que ellos permiten que los campesinos tengan tierras para cosechar, ganar dinero y, así, pagar los impuestos. Ese es el ciclo que ha guiado el reino durante los últimos años.

—¡Es que no se dan cuenta de que los campesinos ya no quieren esto! —exclamo con miedo, recordando los últimos acontecimientos— ¡Un grupo asesinó a...

Tengo náuseas. Quiero vomitar...

¿Todo bien? —Se acerca con preocupación. —¿Llamo al doctor?

—No te preocupes... Solo fueron náuseas. —Sonrío con ternura. Mientras tanto, él toca mi cara intentando medir mi temperatura, aunque no sabe cómo hacerlo.

Es un amor.

Me haces cosquillas —comento aguantando la risa.

Gonzalo solo continúa, bajando sus manos a mi cuello. Diosa, no puedo ni respirar. Quiero decirle que pare, pero me gusta verlo reír, lo merece luego de tantos problemas que causé. Finalmente, se cansa y se aleja, aunque antes me da un beso en la frente. A veces puede ser adorable y me hace olvidar por completo que es el Alfa rey.

—Entonces —añade cuando el silencio se torna incómodo—, volviendo al tema de los nobles, no nos queda de otra que aceptar sus términos.

—Pero tú eres el rey... —susurro con desánimo.

—Y, a pesar de que no pagan impuestos, contribuyen más que los otros agustinos —suelta perdiendo su mirada en el balcón—. Si la crisis no para, seguiremos dependiendo de ellos.

—Para eso ya estaremos todos muertos —mascullo observando mi pequeño vientre.

Y Agustina será cenizas.

El segundo especial saldrá mañana.

«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora