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Diario del rey —nota 4—:

"Al parecer prefieres morir de hambre".

Corrí por horas, tratando de no ser muy ruidosa, hasta llegar a una cueva. Entré y me quedé en silencio. No salí hasta estar segura de que los que me buscaban se encontraban lejos. Sin embargo, cada vez se acercaban más y más, y yo no podía seguir atenta, estaba agotada y mis ojos insistían en cerrarse.

De repente, el sol se coló entre las hojas de los árboles, claramente ya era de día. Me había quedado dormida. Además, por suerte, no había rastro ni evidencia de que los guardias reales siguiesen cerca, así que me sentí un poco más calmada. Sin embargo, tenía hambre y varios raspones en las rodillas. Y, lamentablemente, perdí mis zapatos y arruiné el vestido nuevo que mis padres habían preparado con tanta emoción.

¿Se aparecerá un lobo feroz y me enseñará a comer hombres?

—Debo buscar algo para comer —me dije en voz alta.

Entonces, sentí un fuerte dolor en mi estómago y mi vista se nubló ligeramente. Haberme separado de mi pareja predestinada me estaba afectando más rápido de lo que creí.

—Jimena —me llamó una voz en mi cabeza, era él, quien me buscaba mediante nuestro vínculo—, te encontraré. No dejaré que me mates ni que mueras.

—Nunca me encontrará, su majestad —contesté—. Tal vez muera antes que aceptar el destino.

El lazo era muy intenso, eso no lo esperaba. Muy pocos destinados lograban comunicarse de esta forma. En general, las parejas se unen mediante un lazo que la diosa Luna brinda, para reforzar el amor y la dependencia entre ambas partes. Por lo tanto, mi Alfa podía sentir mis emociones y yo, las suyas. Además, existía la posibilidad de comunicarnos mediante nuestros pensamientos, justo como acababa de pasar.

—Necesito cazar —susurré.

Cerré los ojos y me transformé en una loba castaña y de ojos color miel. Respiré profundamente y busqué el aroma de alguna presa para alimentarme.

Conejitos.

Andé sigilosamente y cacé un conejo blanco. Lo comí al instante en mi forma animal, tan solo tomó un par de minutos, realmente estaba hambrienta, y luego volví a ser yo. Me puse mi vestido desgastado y, luego, me senté bajo el sol, esperando hallar alguna solución para todo este lío. Esto sería difícil, mas no me dejaría vencer. El rey tirano moriría.

Así pasaron tres días, más duros de lo que pude imaginar. Mi cuerpo se desgastaba aceleradamente. Mis músculos habían perdido la poca forma que tenían y mis huesos me dolían, chillaban cada vez que me movía. Además, mi piel y mi cabello habían perdido brillo, toda señal de vida. Inclusive, no pude volver a transformarme, pues mi loba estaba muriendo.

Asimismo, había momentos en los que escuchaba las voces roncas y cansadas de los guardias, así que debía cambiar de escondite constantemente. No obstante, tuve la suerte de que el rey Gonzalo no se hubiese comunicado nuevamente conmigo. La verdad es que no soportaría oír su voz resonando en mi cabeza, declarando un amor que no es real y obligándome a regresar con él, para que ninguno de los dos fallezca por un lazo roto.

Necesito huir a otra parte. Necesito ayuda. Si sigo así, me encontrarán en algún momento.

Mi cuerpo me estaba matando y mi cabeza retumbaba con violencia. La debilidad de mi sistema era notable, la muerte se acercaba a pasos agigantados. Sin embargo, no acababa de llegar, así que caminé en busca de alguna laguna u otra fuente, puesto que no había bebido gota alguna desde ayer y mi instinto me gritaba que sobreviviera. Luego de unos minutos avanzando, llegué a una pequeña cascada de aguas cristalinas. Estaba rodeada de flores doradas y hierbas de un verde animado.

Corrí con las pocas energías que me quedaban y salté. Me sumergí en la fresco líquido y limpié mi cuerpo, se sentía tan bien. También bebí, disfrutando de este glorioso regalo de la Luna, tal vez el último.

Algo anda mal.

Jimena, hace días que intento hablarte, mas me has rechazado con frecuencia. ¿Dónde te encuentras? Sé que estás igual o más débil que mi lobo. Puedo ayudarte, darte todo. Solo debes mostrarme dónde estás.

—Rey, sabe que no deseo verlo en mi vida. Pereceré en el frondoso y fuerte bosque, de manera que seré recordada como la Omega que mató a su Alfa y liberó a los pobres de la tiranía.

—No soy lo que piensas. Soy más hábil, más sabio y sí me interesa mi gente, por eso son fieles a mí. Sin embargo, debo planear bien los impuestos y los subsidios. No solo los pobres dependen de mí, y ellos lo saben.

—Parece que siempre prefiere beneficiar a los nobles y a usted mismo, así que no puedo confiar en su propia percepción.

Se está riendo, esto no me gusta. Su risa es tan grave, sincera y burlona al mismo tiempo, es una clara señal de regocijo.

—¿Por qué se ríe?

—Porque ya te encontré.

«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora