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Diario del rey —nota 16—:

"Pese a todo, no debo dejar a mi reino, así que te perdono".

No quisimos hablar más, de hecho, las palabras usualmente sobran en momentos como este. Por lo tanto, tan solo nos tomamos de las manos y caminamos al jardín, donde nos recostamos para olvidar todos los problemas que nos rodeaban por un momento. Así pude ignorar el frasco que contiene sus lágrimas y que pronto tendré que matarlo para vivir con el Beta al que siempre amé. Sin embargo, mi loba no quiere perderlo y presiento que la Luna no permitirá que cumpla con mi cometido.

—Te amo —me confesó débilmente, casi como un susurro. De hecho, pude sentir cómo su voz acariciaba mis sentidos, brindándome una sensación de paz que nunca antes había experimentado.

¿Será porque nunca había abierto tanto mi corazón? ¿Por qué me comprometí de esta manera?

—No puedo mentirte sobre esto. —Ya le he contado el episodio más secreto de mi vida, tan solo Jereth lo solía conocer, así que no me parece justo seguir fingiendo—. Mi loba te ama, pero yo no, y no sé si pueda hacerlo.

—¿Sabes? Cada vez que te miro a los ojos, me doy cuenta de algo: cada día brillan más. Puede que no lo aceptes, pero nuestros destinos se han juntado para que nos enamoremos, y eso te está pasando.

Lo siento. Llevo tanto tiempo amando a Jereth y odiándote. Además, todo lo que me pasó fue tu culpa, nunca podría olvidarlo.

—Puede que la Luna lo quiera así, pero no puedo amarte —confesé—. Te odio, ¿no te das cuenta? Te culpo por todo lo que he sufrido y por todas las muertes que he presenciado.

—Era muy joven e inexperto —se justificó—. No tenía otra alternativa. Sin embargo, ahora que estás aquí, podemos mejorar juntos.

—Eres el Alfa rey; no tiene sentido que me escuches. De hecho, estoy segura de que todo lo que he dicho estos días son motivos para una sentencia de decapitación... —Suspiré— Entonces, ¿por qué...?

—¿Por qué aguanto tus atrevimientos? —replanteó mi pregunta— Porque no serías tú si fueses sumisa y complaciente, como pretendiste ser antes de la fiesta. Me di cuenta de que escucharte es como vivir de verdad y de que hay algo tóxico en nuestra sociedad, me di cuenta de que contigo puedo ser mejor y cambiar del mismo modo a mi reino.

No lograrás que cambie de opinión.

No pude evitar sonrojarme, pues, aunque tercamente evito que sus palabras me toquen el corazón, suena tan sincero. Su voz firme y su mirada decidida: sin duda desea cambiar. No obstante, hay situaciones que no pueden dar marcha atrás.

—Gracias —le contesté.

Sonrió, sin decir más. Realmente, esto era todo lo que necesitaba. No obstante, hay deseos más grandes e intensos que deben cumplirse antes de la temporada de apareamiento. Sin duda, la lucha que se vivirá después de nuestra boda será brutal y solo uno de nosotros sobrevivirá.

—¿Mañana puedo ver a Jereth? 

«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora