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Diario del rey —nota 17—:

"¿Qué me estás haciendo?".

Al día siguiente, Jereth vino a verme. Estaba muy feliz, lo noté por su sonrisa, tal vez sabía que las lágrimas del rey ya estaban en mis manos. Claro, era obvio que lo sabía, pues no habría otra razón para invitarlo.

—Estás muy alegre hoy —le comenté para sacar el tema a relucir.

—Sé el porqué de tu invitación y estoy emocionado. ¡Estamos tan cerca de nuestro objetivo! —declaró en voz baja, mas con mucha emoción.

Saqué el frasco de mi collar y lo acaricié, recordando el valor que tiene para Gonzalo y para mí, era un pacto entre ambos, un sello aparentemente irrompible. Sin embargo, se lo entregaba a la persona que he amado desde antes.

¿Por qué se siente tan mal?

—Conseguiste que llorara —murmuró, apreciando el brillo de las lágrimas cristalinas a través de la leve luz solar.

—Fue complicado.

—Te creo, pero no te preocupes, pronto esto acabará —dijo, guardando el preciado objeto—. No olvides que tu boda se acerca y también la temporada de apareamiento.

—Lo tengo muy claro... Esto debe ocurrir sí o sí. Le clavaré el puñal en el pecho y todo habrá terminado.

¿Por qué estoy dudando tanto? ¿Es muy tarde para dar vuelta atrás?

—Será un escándalo, así que debes ganarte la confianza de los nobles. Además, no olvides que durante tu boda debes lucir radiante, como si fueras a cumplir el sueño de tu vida. Debes mostrar que lo amas y hasta el rey debe creérselo.

Algo me pareció muy extraño. Desde que iniciamos con el plan, he notado un interés extraño en él. Tal vez, solo tal vez, ansía el trono más que nada.

—Jereth...

—¿Sí, Jim?

—¿Me amas?

—Sí, sí, por supuesto —afirmó sujetando mi mano—. De cualquier manera, esto no funcionaría si no lo hiciera. ¿Qué sientes tú?

—Desde que nos conocimos supe que quería pasar el resto de mi vida a tu lado; sin embargo, siempre mantuviste cierta distancia, cierta barrera, la cual quebraste cuando te propuse mi plan. Entonces, es natural que sienta dudas sobre ti. Además, he conocido mejor a Gonzalo y, bueno,...

—¿Gonzalo? ¿Ya no lo llamas con algún insulto? —Frunció el ceño, mostrando desaprobación, y, luego, miró al techo por un instante. —Bueno, lo esperaba, de hecho, son predestinados, era obvio...

—¡No, no, no! Yo no lo amo, simplemente, no podría.

—Pero tienes dudas.

—Sí.

—Al menos eres clara con eso —dijo antes de soltar mi mano—. Mira, Jim, deberías replantear todo esto, recordar todo lo que sufrimos. Debes recordar cuando tu madre perdió a su bebé, cómo murió mi prima y cuántas veces le rogamos a los cobradores de impuestos que nos esperaran, pues no teníamos suficiente. Todo, todo fue culpa de ese Alfa. Él solo está interesado en conseguir un heredero. No le creas nada.

Cierto, tan cierto que duele.

—Tienes razón. Así como él no tuvo remordimiento, yo tampoco lo tendré —afirmé para armarme de valor.

—Entonces, ¿nos vemos el día de tu boda?

—Sin falta.

«La Omega del rey» •  [Historia original]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora