Tras el paso de los días, los guardias reales lograron capturar a más de los rebeldes. Iban de casa en casa, buscando pistas, entrevistando familias y rastreando los aromas encontrados en la cabaña de la sacerdotisa. Gracias a Jeremías, se tenía una lista con todos los puntos de reunión y con los nombres de los líderes. Aunque también existían simpatizantes que nunca podrían ser localizados ni castigados.
Finalmente, una noche de Luna Nueva, se hubo capturado a todos los rebeldes. Cada uno se encontraba en una celda del gran calabozo rogando perdón o intentando culpar a la madre de Jeremías por todo. Sin embargo, no importaba porque todos recibirían la misma pena: la muerte.
—Lamento que esto tenga que terminar así —digo desde la puerta, la cual es constantemente vigilada por los guardias—. Sé que creían que acabar con la corona era la mejor solución a sus problemas, pero no es así. —Bajo la mirada evadiendo algunos ojos aguados y otros en llamas. —Y, bueno, ustedes morirán... —suelto como un susurro, sujetándome del marco de la puerta— por el bienestar de Agustina.
Entonces, muchos gritos y golpes se escuchan: “Muerte a los reyes de Agustina”, “Perdonen mi vida, por favor”, “Caerán en algún momento”, “Tengo una familia, ¡piedad!”. Por mi parte, solo puedo actuar como si no los oyera para salir de aquí en paz.
—Su majestad —dice la mujer que tanto desprecio—, aunque nos maten, esto no habrá acabado. ¡ESTO NO HABRÁ ACABADO HASTA QUE LAS CABEZAS DE LA FAMILIA REAL RUEDEN POR LA TIERRA LUEGO DE UNA BRUTAL DECAPITACIÓN! —grita desgarrando sus cuerdas vocales.
Todos los presos se ponen pálidos, al igual que los guardias. El silencio invade el lugar y la leve luz nocturna se cuela por la pequeña ventana como la única señal de esperanza. El aire es pesado y se junta con la humedad de las celdas, pero eso no es lo peor, sino el significado: la muerte.
—Cuando llegue ese día, te veré en el Infierno —contesto con frialdad antes de salir del calabozo para nunca regresar.
Al día siguiente, cuando el sol se encontraba en su máximo punto, los agustinos fueron llamados de emergencia. Todos se reunieron alrededor del estrado más temido. Ahí, la sangre seca, la orina y los excrementos de las víctimas de la guillotina reclamaban más vidas. Esta tarde ocurriría lo que muchos denominaban “el máximo castigo”.
—¡Mi hijo! —gritó la Beta mientras la subían juntos con los otros rebeldes.
Paseó su mirada entre todas las personas hasta que llegó a los asientos de la realeza y la nobleza. Ahí, observó con furia cada rostro hasta que llegó a mi hija y a su esposo. Ambos lucían mucho mejor en comparación con el día de su captura. Su salud había mejorado y su relación se había fortalecido.
—¡TRAIDOR! —bramó la mujer con los ojos llenos de lágrimas— ¡LAMENTARÁS HABER TRAICIONADO A TU PROPIA MADRE!
Su voz se escuchaba tan rota que erizó las nucas de todos los agustinos. Sin embargo, no importaba cuánto llorara ni cuánto gritara, pues su cuerpo ya estaba posicionado en la guillotina. Y, a su derecha, se encontraba el general Arturo, quien mantenía su expresión circunspecta y su postura en posición firme. Con tan solo una orden, el guardia de la izquierda la mataría.
—¡QUE ESCUCHEN TODOS LO QUE HIZO SU FUTURO REY...
—Silencio —ordenó mi esposo levantándose de su trono. En ese momento, todos los presentes se callaron para prestar atención—. Si bien mi hija Luna y su esposo Jeremías son los herederos de la corona, esta no será reclamada por ellos.
De repente, los agustinos se inquietan y comienzan a cuchichear. Algunos apoyan la decisión de su majestad, pero no son mayoría. No obstante, aún debían oír el motivo para confirmar sus sospechas y saber quién sería el nuevo heredero.
—Yo, José Ignacio de Agustina —dijo mi segundo hijo levantándose de su asiento—, he aceptado ser el nuevo heredero luego de descubrir hace poco que soy un Alfa. —Su voz se mantena firme a pesar de su corta edad y los murmullos. Estaba intentando imponerse para que no dudaran de su autoridad.
Al parecer, sus palabras causaron lo esperado, pues casi todos empezaron a aplaudir con pasión. Los nobles lo felicitaban y los miembros de la Guardia Real le brindaban una reverencia. Lamentablemente, los rebeldes seguían gruñendo y soltando insultos porque ya no tenían nada que perder.
—Como dijo mi hijo —expuso el rey para finalmente comenzar con las ejecuciones—, él será el rey Alfa de Agustina por derecho de sangre y por la renuncia voluntaria del Alfa Jeremías al puesto.
—¡TRAIDOR! ¡Tú no eres mi hijo! —gritó la mujer desfigurando su rostro por completo.
—Ahora.
Entonces, tras la orden del rey Gonzalo, la cabeza de la traidora rodó sobre los restos de otros castigados. Sus ojos inertes no dejaban de observarme, pero ya no podría hacer nada. Solo era una mirada llena de desprecio y venganza que ya no podía herir. Así, finalmente se reunió con Jereth.
—Adiós, madre —susurra Jeremías entre lágrimas mientras abraza a Luna.
—Lo lamento —contesta mi hija acariciando su espalda.
No, yo lo lamento.
Este era el final, pero siento que le falta algo. ¿Falta algo?
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«La Omega del rey» • [Historia original]
RomanceUn Omega debe someterse a su Alfa, ser sumiso y brindarle descendencia. Además, cada Omega está atado a su Alfa desde que la Luna los une, así que las parejas predestinadas son anunciadas cada año nuevo lunar. Sin embargo, cuando Jimena se entera de...