Capítulo 3. El pasado siempre vuelve

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Alma

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Alma

15 minutos antes...

Cuando llegué a la puerta de Eco no había ni rastro de Marta. Tal vez era porque había vuelto a ser impuntual, pero aquello era algo que no podía evitar. Llegar a tiempo y yo no nos llevábamos demasiado bien, mejor dicho, éramos incompatibles. Por otro lado, había tenido que volver a casa para ducharme y cambiarme de ropa, porque no iba a salir de fiesta con la ropa de trabajo del hotel.

Una vez que volví a revisar toda la zona, para asegurarme, decidí sacar mi móvil y llamarla para saber dónde estaba. Tras un par de gritos para conseguir entender lo que quería decirme y no lograr enterarme del más mínimo detalle, decidió salir a buscarme. Por mi parte, me quedé cerca de la puerta para poder verla en cuanto apareciera.

En cuanto vi su blusa rosa combinada con sus vaqueros favoritos me acerqué a ella, quien hasta el momento no me había visto. Tenía el ceño fruncido y los labios apretados, mientras miraba en todas direcciones. Me abrí paso entre las personas que bloqueaban mi camino para llegar hasta ella. En cuanto me vio, su expresión facial cambió a una mucho más amigable acompañada con una sonrisa.

—Teniendo en cuenta tu historial no has tardado tanto en llegar.

—Creo que nunca me he vestido con tanta prisa como hoy, te lo prometo. ¿Estabas sola dentro? —pregunté.

—No. —Sonrió ampliamente—. No te lo vas a creer pero cuando estaba haciendo cola para entrar, Alejandro ha llegado con otro chico. Creo que ha dicho que se llama Matías, pero no me hagas mucho caso. —Le restó importancia haciendo un movimiento con la mano—. Eso sí, es tu tipo al cien por cien.

—Ahora mismo no tengo en la cabeza liarme con alguien y eso es exactamente lo que estás pensando porque te conozco demasiado bien.

Marta se rio, me pasó un brazo por los hombros y nos dirigimos al interior de Eco.

—En cuanto lo veas te vas a arrepentir —canturreó en mi oído cuando cruzamos la puerta y consiguió que soltara una carcajada.

Eco estaba lleno de gente, tal y como me esperaba, desde mi posición podía leer mi frase favorita de todo el local: «Que el fin del mundo nos pille bailando». Me transmitía muy buena energía, una sensación inmensa de ir a por todo y si al final todo se acababa, tú estarías haciendo lo que en realidad querías.

Me dejé guiar por Marta hasta el fondo del local. Allí nos encontramos con un chico al que identifiqué de inmediato como Alejandro. Sus ojos azules brillaban con las luces, pero ni de lejos de la misma manera que cuando Marta apareció en su campo de visión. Poco más y se le caía la baba.

—Él es Alejandro y ella es Alma —nos presentó Marta.

Nos saludamos mutuamente con dos besos. Ahora entendía a Marta cuando describía a Alejandro como belleza con patas. Me sentí tentada a hacer algún comentario para conseguir que mi amiga se sonrojara, pero me la podía devolver en cualquier momento y no sabía si me compensaba.

Todas las lunas que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora