Alma
Aquella noche era noche de Eco. Con todo lo que aquello conllevaba. Significaba salir, beberme hasta el agua de los floreros y divertirme. Bailar hasta que me dolieran los pies y hacer cosas de las que me arrepentiría al día siguiente.
De esos puntos los cumplí todos.
Sobre todo el último.
Llegué con Marta pero al poco tiempo nos separamos porque ella se encontró con Alejandro y quise dejarles espacio para que estuvieran los dos solos. Caminé hacia la barra esquivando a las personas que bailaban en la pista. No me costó demasiado esfuerzo llegar hasta ella a pesar de que en el proceso recibí algún que otro empujón. Apoyé los codos en la barra y esperé a que se acercara algún camarero. Un chico que, por su aspecto físico, apostaría que tendría un par de años o tres más que yo, dirigió la mirada hacia mi zona y levanté una mano para llamar su atención. Se acercó a mi posición y se inclinó por encima de la barra para escucharme.
—Ponme un chupito de tequila —grité por encima de la música.
—Pon otro.
Giré la cabeza hacia mi derecha y me encontré con un torso cubierto por la tela de una camiseta básica de color negro que dejaba al descubierto sus brazos. Debido a mi escasa altura, tuve que levantar la cabeza para ver de quién se trataba y era ni más ni menos que mi mayor pesadilla de 1'82. No tenía un cuerpo machacado a base de gimnasio, sin embargo tenía los brazos tonificados.
Aparté la mirada para aparentar indiferencia y la devolví al camarero, quien había dejado dos vasos de chupito sobre la barra junto a un salero. En un plato pequeño, puso dos rodajas de limón y llenó los pequeños vasos. Cogí el salero y puse un poco de sal en mi mano. Cuando volví a dejarlo sobre la barra, mis dedos rozaron la mano de Martín, quien cogió el salero para imitar mi acción. Lamió la sal de su mano sin dejar de mirarme y cogió su vaso. Por un momento, me quedé estática observando sus movimientos. Sin embargo, en cuanto fui consciente de lo que estaba haciendo, aparté la mirada de él. Me bebí mi chupito de tequila de un trago, olvidándome por completo de la sal, y mordí la rodaja de limón. Hice una mueca al notar el sabor ácido del limón y cerré los ojos.
—La sal es lo primero.
Me sobresalté cuando escuché la voz de Martín tan cerca de mí. Podría decir que sus labios habían rozado el lóbulo de mi oreja y dudaba que me estuviera equivocando. Me separé de él de inmediato.
—Lo primero sería tener dos dedos de frente pero tú no sabes lo que es eso.
Me di cuenta de que las comisuras de los labios de Martín se elevaron e incluso se contuvo para que no siguieran el camino hasta convertirse en una sonrisa.
—Tan simpática como siempre.
—Podría decir lo mismo —respondí.
Bajé la mirada y sacudí la sal que tenía en la mano. Me di la vuelta para volver a la pista pero frené mi giro cuando noté una mano sobre mi hombro. Ladeé la cabeza y vi la silueta de Martín, que seguía a mi lado y a quien pertenecía la mano que me estaba tocando a través de la fina tela de mi vestido satinado de color negro que se establecía como frontera entre los dos.
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Todas las lunas que compartimos
RomanceCuando Martín vuelve, Alma tiene el corazón roto y su reencuentro hará temblar los cimientos sobre los que han construido sus vidas. *** Alma de Luna trabaja como recepcionista en Caelum. Sin embargo, pasarse todo...