Martín
Un día más en la universidad era un día menos. Cada semana se hacía más larga que la anterior. No entendía cómo podían contratar a profesores que daba la impresión de que ni siquiera les interesaba la asignatura que impartían. Lo único bueno que tenían mis días eran los planes que me sacaban de la rutina de estudio a la que me veía obligado a cumplir.
Bajé del autobús y caminé por la calle en dirección a la casa de mi hermano. A pesar de llevar viviendo allí dos meses, la sentía muy fría y no parecía que fuera mi casa. Normalmente, estaba solo porque mi hermano después del trabajo se iba a casa de Natalia y el sonido más habitual que escuchaba era el que hacía mi pluma estilográfica al deslizarse por el papel. Me gustaban mis momentos de soledad y, de hecho, agradecía tenerlos. Pero no tener a alguien con quien hablar en cualquier momento me hacía sobrepensar demasiado.
Distinguí el edificio a unos metros de distancia y vi a una persona, en el extremo opuesto de la calle, que caminaba en dirección contraria a la mía. Era una chica, eso lo sabía, y, por la forma de andar, me resultó familiar. Sin embargo, hasta que no estuvimos más cerca no pude cerciorar que se trataba de Lidia. Cuando llegué a la puerta del edificio, esperé a que me alcanzara y me di cuenta de que su cara desprendía luz. No había rastro del aspecto apagado que mostraba hacía unas semanas. Y le sentaba muy bien.
—Hola.
—Hola. —Me devolvió el saludo, sonriente.
—¿Cómo estás? —le pregunté—. Tienes buena cara.
—La verdad es que últimamente me va muy bien. He vuelto a hacer muchas cosas que me gustan y dejé de hacer.
—Me alegro por ti. —Soné sincero—. ¿Has vuelto a ver a...?
—No —me interrumpió. Abrazó su cuerpo con sus brazos con un gesto que no me pasó inadvertido. Como si hubiera querido protegerse—. No he querido y también le he bloqueado de todas partes porque me enviaba mensajes a todas horas y se ponía muy pesado. —Agachó la cabeza.
—Creéme, has hecho lo mejor.
—Me he dado cuenta tarde y he perdido mucho tiempo con alguien que no merecía la pena.
—Lo bueno es que ya se ha acabado. —Puse una mano sobre su hombro—. Ya no te puede controlar porque no se lo vas a permitir.
—Durante mucho tiempo lo he hecho, le he dejado. Yo pensaba que, de verdad, me quería. Pero una persona que te quiere no se comporta así contigo y no lo supe ver. Bueno, no lo quise ver —dijo, convencida de sus palabras. Asentí con la cabeza, de acuerdo con lo que acababa de decir—. Era la primera vez que un chico se interesaba en mí y yo...
—No tienes por qué darme explicaciones de nada —la interrumpí.
Lidia me miró como si estuviera agradecida.
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Todas las lunas que compartimos
Lãng mạnCuando Martín vuelve, Alma tiene el corazón roto y su reencuentro hará temblar los cimientos sobre los que han construido sus vidas. *** Alma de Luna trabaja como recepcionista en Caelum. Sin embargo, pasarse todo...