Capítulo 10. Querido Martín Bertrand

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Martín

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Martín

«Yo nunca voy a poder ser tu amiga». Aquella frase resonó muy fuerte en mi cabeza.

Esperé a que desapareciera por la puerta de su edificio y me senté en el bordillo de la acera. Me sudaban las manos y al mismo tiempo tenía la piel de gallina. Estaba nervioso. Joder que si lo estaba. Tanto secretismo había logrado que estuviera a punto de subirme por las paredes. Gracias a la farola que tenía sobre mí y me iluminaba, podía ver con más detalle el papel que tenía entre las manos. No era de un blanco impoluto, sino que había adoptado un tono entre amarillento y grisáceo. Respiré hondo y lo desplegué.

Cuando vi de qué se trataba, lo entendí todo. Aquel papel que estaba un poco arrugado era una respuesta. La respuesta de una parte que yo no conocía. El dolor, la rabia y la angustia. Para reconocer su letra solo me hizo falta echar un vistazo. Su tipografía redondeada y la letra «t» torcida no dejaban lugar a dudas.

Cerré los ojos y suspiré profundamente antes de iniciar la lectura.


Querido Martín Bertrand,

Las letras nunca se me han dado tan bien como a ti, pero al menos intento hacer frente a los problemas porque yo no soy una cobarde. Ahora mismo te odio tanto como te quiero. Y créeme cuando digo que es mucho. Odio tus chistes sin sentido, los besos en la frente, los fotomatones y los candados porque ahora todo eso me va a recordar a ti por mucho que no quiera. Has conseguido que me arrepienta de haberte conocido, eres muy afortunado.

¿Qué ha sido para ti todo lo que hemos compartido? ¿Acaso no ha significado nada? Si de verdad quieres a alguien, no se te pasa por la cabeza hacer lo mismo que hiciste tú. Llevo un mes sintiéndome muy tonta. Tonta por creerme tus palabras vacías y por creer en nosotros.

En la carta que me escribiste a modo de despedida me pediste que ojalá algún día fuera capaz de entenderte, pero creo que no te paraste a pensar en ningún momento cómo me sentiría después de que desaparecieras de la noche a la mañana sin avisar. Ni siquiera has respondido a ninguno de mis mensajes en todo este tiempo. Tampoco a mis miles de llamadas y creo que no me lo merezco.

Se necesitan 21 días para poder dejar un hábito, pero ya van 30 y no consigo dejar de pensar en ti a diario. Se suele decir que todo el mundo tiene a una persona que es su debilidad, esa a la que siempre volvería pase lo que pase y, sinceramente, espero que tú no seas esa persona para mí, a pesar de que siempre te he puesto por delante y te he querido por encima de todo. Si lo nuestro era la definición de amor como tanto declarabas, permíteme decirte que el amor es una mierda.

En ningún momento has pensado en mí ni te has puesto en mi lugar, si lo hubieras hecho las cosas habrían sido muy diferentes. Si por casualidad algún día vuelves, no quiero verte. Con unas líneas has acabado conmigo pero, en unos meses, todo será historia porque te voy a olvidar. Me lo he prometido a mí misma y lo voy a cumplir.

Todas las lunas que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora