Alma
Repasé mis labios con mi pintalabios de confianza y salí disparada hacia el hotel después de coger las llaves del mueble de la entrada. Por el camino, hice una parada en mi panadería favorita para comprar una de sus famosas palmeras de chocolate. Las mejores que había comido en toda mi vida las hacían en Azúcar y Canela. Esos dulces tenían la cobertura perfecta de chocolate, no era escaso y tampoco tan excesivo que se convertía en empalagoso. De toda la vida, mis padres me compraban la merienda aquí todos los días después de salir del colegio porque era la única que se encontraba de camino al hotel.
Empujé la puerta y las campanas doradas que colgaban tintinearon a causa del movimiento. Rosa apareció en mi campo de visión. Llevaba un delantal blanco con el dibujo de una rama de canela y un azucarero en el centro, un gorro y su amplia sonrisa, que se agrandó de manera casi instantánea en cuanto me vio.
—Buenas tardes Rosa, ¿me pones una palmera de chocolate? —pregunté con amabilidad.
—Buenas tardes cariño, ¿ya vas para el hotel?
—Sí, hoy me toca el turno de noche. —Puse una mueca de disgusto.
Rosa cogió una bolsa de papel con el logo de la panadería y metió la palmera. Saqué la cartera de mi bolso y preparé el dinero en la palma de mi mano. Siempre compraba lo mismo y, por ese motivo, conocía a la perfección el precio del producto.
—He metido también unos cruasanes para tus padres, que sé que están muy ocupados y les vendrá bien. —Mientras Rosa hablaba hice el amago de dejar el dinero sobre el mostrador que nos separaba—. Pero no me los pagues, es un regalo de la casa —me reprochó.
—Ya sabes que me sabe mal no pagarlo, siento que me estoy aprovechando de ti.
—No digas tonterías, Alma. Si eres como mi hija. —Le quitó importancia al asunto haciendo un gesto con la mano.
En gran multitud de ocasiones me había dicho que me consideraba como una más de su familia, ya que me había visto crecer. Muchas veces, cuando mis padres tenían reuniones importantes, me quedaba con ella y la ayudaba a hacer panes y distintos tipos de dulces. Yo me lo pasaba bien y ambas disfrutábamos de la compañía de la otra.
Estiré el brazo para coger la bolsa y, al mismo tiempo, dejé un billete de 5€ sobre el mostrador y salí corriendo a la calle. Giré la cabeza y vi como Rosa negó con la cabeza antes de volver a ordenar las barras de pan que estaban expuestas, como si pensara que no tenía remedio alguno.
Miré el reloj de mi muñeca y me di cuenta de que llegaba tarde al hotel. Aceleré el paso mientras le di un mordisco a mi palmera de chocolate. Al notar el sabor dulce cerré los ojos deleitando el momento para agudizar mis sentidos. ¿Cómo podía estar tan rica?
Cuando volví a abrirlos lo primero que vi fue el portal. El portal. En letras grandes y de color fluorescente con luces de neón a su alrededor. El portal en el que me di mi primer beso con Oriol y que luego derivó en algo más. Se me instaló una presión en el pecho al recordarlo.
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Todas las lunas que compartimos
RomanceCuando Martín vuelve, Alma tiene el corazón roto y su reencuentro hará temblar los cimientos sobre los que han construido sus vidas. *** Alma de Luna trabaja como recepcionista en Caelum. Sin embargo, pasarse todo...