Capítulo 45. Cinco cartas y cinco flores

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Alma

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Alma

La noche estaba serena, y la suave luz de la luna iluminaba nuestro camino mientras caminábamos por las calles conocidas de la ciudad. Parecía no tener prisa; cada paso era una paleta de recuerdos y emociones compartidas.

—¿Dónde me llevas? —pregunté.

Martín, con una expresión serena, me guió hacia los lugares que habían sido testigos de nuestra historia. Reconocí el primer lugar antes de llegar: la parada de metro donde nos vimos por primera vez. Volver allí inundó mi mente de recuerdos, de cómo se inició todo, de dos adolescentes que descubrieron juntos el amor.

Avanzamos hasta llegar al punto exacto y nos detuvimos frente al andén.

—¿Por qué me has traído hasta aquí?

—Porque si quieres podemos revivir nuestra historia desde el principio. Toma. —Sacó un sobre del bolsillo de su chaqueta y me lo dio.

En él estaba escrito el número uno con su puño y letra. Lo miré a los ojos antes de abrirlo y descubrí un folio con solo una frase escrita que leí en voz alta.

—Yo no sé mucho del amor. Pero sé de caricias en la noche y de besos de buenos días.

Cuando acabé de leer, se acercó una mujer de mediana edad, me dio un tulipán rosa y se alejó.

—¿Y esto?

—Nuestra historia tiene dos partes, pero aquí nos conocimos por primera vez y desde ese día me dejaste huella. Aquí me dijiste que tenías una cara oculta que nadie más había visto y con el tiempo me dejaste mirar por dentro. —Dirigió la vista hacia mis pies—. Menos mal que hoy no llevas tacones porque nos queda mucha noche por delante. Ahora vamos al siguiente sitio.

Me guardé el sobre en el bolso y no puse resistencia cuando echó a andar lo seguí sin poner resistencia. El camino hacia el siguiente lugar fue un poco más largo, ya que tuvimos que rehacer parte de nuestros pasos. Sin embargo, por la dirección que llevábamos sabía que íbamos hacia Eco. Conocía muy bien el recorrido después de tantos años yendo y viniendo. Lo conocía tanto que podría hacerlo con los ojos cerrados.

—Ya sé adónde me llevas.

—Shh... No te adelantes.

No me equivocaba. Acabamos frente a la fachada de Eco, solo que para ese entonces no estaba repleta de grupos de amigos. Si hubiéramos venido algunas horas más tarde, habría sido muy distinto.

Martín sacó otro sobre; esa vez con el número dos, y me lo dio. Lo abrí y saqué el folio que había en su interior.

—Sé de trazar un mapa uniendo los lunares de tu espalda y memorizar cada uno de ellos —leí—. ¿Está relacionado con el otro?

Martín asintió con la cabeza. Un adolescente de unos diecisiete años se acercó un tulipán rosa en la mano y me lo dio.

—Aquí es donde nos volvimos a ver después de cinco años y la verdad que no fue como imaginaba el día que nos reencontráramos. Ese día te vi mucho más adulta, pero no me costó reconocerte.

Todas las lunas que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora