Alma
Estaba feliz pero feliz de verdad. Feliz como hacía años que no me sentía. Hasta mi madre estaba sorprendida con mi actitud y, probablemente, sospechaba que había alguien adueñándose de mi mente. Aunque en ningún momento me lo preguntó directamente.
Apenas faltaban diez minutos para mi descanso y estaba deseando que llegara el momento de poder salir de la recepción del hotel. Estaba cansada de contestar emails y de hacer el check in a aquellos que se alojarían en el hotel durante los próximos días. Sin embargo, cada minuto que pasaba era un minuto menos para que acabara mi jornada y pudiera marcharme.
Cuando se cumplió la hora establecida, Esteban me reemplazó en la recepción y me dirigí a la sala donde se encontraban las taquillas. No había nadie más en la sala, por lo que no me entretuve hablando y fui directamente a mi taquilla. En cuanto la abrí, no pude evitar sonreír al ver una flor en su interior. No era una flor cualquiera, se trataba de un tulipán rosa con su respectiva nota. Aquella vez, lo que podía leerse en la tarjeta era «Eres la envidia de las flores, todas ellas querrían parecerse a ti».
No dudé ni un solo segundo en llamarlo. No quise enviarle un mensaje porque estaba tan ansiosa de escuchar su voz, que una respuesta escrita no sería suficiente.
Tuve que esperar tres tonos hasta que contestó. A pesar de que apenas fueron unos segundos, se me hizo eterno.
—Hola.
No sabía dónde estaba pero el sonido ambiente me indicó que no estaba en su casa.
—Bonito detalle. Pensaba que como el admirador ya me ha conquistado dejaría de hacer detalles.
—Nunca hay que dejar de regar las flores.
—Siempre tan poeta... Me gusta cuando me dices esas cosas tan cursis —confesé.
—¿Has leído la tarjeta? —preguntó. Hasta sin verlo podía afirmar que estaba sonriendo.
—Claro que la he leído. —Jugueteé con el trozo de cartulina que sostenía en la misma mano que el tulipán—. Lo que no sé es cómo haces para dejarlo en mi taquilla sin que me dé cuenta.
—Un buen mago nunca debe revelar sus trucos —dijo con tono jocoso.
—Has hablado con Marta, ¿verdad?
—He hablado con Marta —confirmó mis sospechas y no pude hacer otra cosa que reírme.
—¿Estás cerca del hotel? —pregunté con curiosidad—. Estoy en mi descanso y me apetece verte.
—Estoy en la cafetería.
—¿En cuál?
—La de Caelum.
Vale, estaba en la cafetería del hotel y solo nos separaban varios metros. Mi instinto más primario quiso ir hasta allí y plantarle un beso en los labios pero supe que no era lo más adecuado si, por el momento, queríamos mantener nuestra relación para nosotros dos.
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Todas las lunas que compartimos
RomanceCuando Martín vuelve, Alma tiene el corazón roto y su reencuentro hará temblar los cimientos sobre los que han construido sus vidas. *** Alma de Luna trabaja como recepcionista en Caelum. Sin embargo, pasarse todo...