Alma
Mis nervios estaban a flor de piel. Había perdido la cuenta de las veces que había consultado la hora en el móvil y ni recordaba todas las ocasiones en las que me había rascado la nuca. Lo que seguía intacto era el rojo de mis labios, mi pintalabios de confianza nunca me fallaba. Era de un tono intenso y vibrante y me dotaba de una apariencia de seguridad que en realidad no tenía. Con él sentía que podía partir el mundo en dos si me lo proponía y hasta dominar mareas si quería. Y eso me gustaba.
Marta estaba frente a mí, con la barbilla apoyada en su mano. Hacía unos minutos desde que le había hecho un breve resumen sobre lo que ocurrió en realidad el sábado pasado y todavía no se había pronunciado al respecto. Mi pierna se movía en una especie de tic nervioso mientras ella seguía impasible, sentada en la silla de mi escritorio.
—A ver si me aclaro —dijo Marta—. Mientras que yo estaba dentro con Alejandro, tú estabas discutiendo con Martín y cuando yo me besé con Alejandro, Martín te acompañó a tu casa y ahora ¿vas a verte a solas con él? ¿Hoy?
Hice una mueca extraña y pasé una mano por mi frente en un gesto de desesperación.
—No es tal cual así. Le tenía que dar una cosa y estaba en mi casa, por eso vino conmigo.
—¿Y no se la podías llevar hoy? Si ya habíais quedado.
—Necesitaba que la tuviera antes de vernos hoy. Así evito dar explicaciones de más.
—¿Y qué era? —preguntó con curiosidad.
—Una carta que escribí con diecisiete años en la que lo ponía de vuelta y media. Cuando la leí antes de dársela volví a sentir lo mismo que el día que la escribí. Como si no hubiera pasado el tiempo y siguiera estancada cinco años atrás.
—Entonces, ¿querías que sufriera?
—Quería que supiera todo lo que pasé y sentí porque fue una temporada muy complicada. Si no le ha gustado lo que leyó, menos me gustó a mí vivirlo.
Cada vez el momento de la verdad estaba más cerca y mis nervios aumentaban porque no sabía qué podía ocurrir. No sabía si saldría de allí llorando, discutiendo, enfadada o satisfecha. Todo era una incógnita a la que no podía dar respuesta.
El móvil de Marta vibró varias veces y, a pesar de que intentó con todas sus fuerzas no mirar la pantalla, no lo pudo evitar. Sus ojos se desviaron hacia él y leyó los mensajes.
—Me tengo que ir. —Echó la silla hacia atrás y se levantó—. Voy a quedar con Alejandro. —Sonrió—. Después me lo cuentas todo, eh. Quiero todos los detalles.
Me dio un beso en la mejilla a modo de despedida y salió por la puerta de mi habitación. Yo me quedé unos minutos más en la misma posición. Creía que de aquella manera se alargaría el tiempo y retrasaría el momento que estaba por llegar. Sin embargo, sabía que no era así.
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Todas las lunas que compartimos
RomanceCuando Martín vuelve, Alma tiene el corazón roto y su reencuentro hará temblar los cimientos sobre los que han construido sus vidas. *** Alma de Luna trabaja como recepcionista en Caelum. Sin embargo, pasarse todo...