Martín
Después de la noche del lunes pude respirar mucho más tranquilo. En la charla que tuve con Alma expresé lo que sentí y le conté la realidad de lo que ocurrió antes de aquel señalado septiembre, aunque la fría despedida me dejó un mal sabor de boca. Estaba claro que ya no éramos los mismos, las circunstancias que vivimos nos habían llevado a evolucionar y convertirnos en una nueva versión de nosotros. Pero en el fondo seguíamos manteniendo nuestra esencia, eso que nos hacía ser diferentes al resto.
A pesar de todo, Alma seguía siendo la persona que más me conocía de todo el mundo. Sabía leerme a la perfección, como si yo fuera un libro y ella la lectora más voraz. Por mucho que dijera que había cambiado, seguía siendo ella y yo podía verlo. Joder, hasta seguía haciendo los mismos comentarios salidos de tono. El sarcasmo seguía siendo una parte fundamental de ella y, aunque me sacaba de mis casillas, no podía evitar que al recordarlo me hiciera gracia.
Aquel día en la facultad, fue tranquilo y por fin sentía que todo se iba encauzando, con algunas excepciones. Hacía varios días que Zoé se comportaba de manera muy extraña. No respondía mis mensajes ni contestaba mis llamadas, únicamente se disculpaba tras largas horas de espera. Sin embargo, aquella actitud se acentuó a partir de la mañana del domingo en la que me dejó varias llamadas perdidas.
Fui caminando desde la parada del autobús hasta la casa de mi hermano, que estaba ubicada a tres calles de distancia. Cuando giré la última esquina vi dos siluetas situadas cerca de la puerta del edificio. Una de ellas pertenecía a una persona de gran altura que no reconocía porque no la había visto en mi vida. Sin embargo, el ver a su lado un cuerpo más pequeño con una mochila de color azul colgando de sus hombros solo necesité atar cabos. Era la hermana de Alejandro con su novio.
A medida que me fui acercando, pude observar cada detalle más detenidamente. Él apoyaba la espalda en el tronco de un árbol y su mano en la cintura de Lidia. Si Alejandro hubiera visto esa escena no le habría hecho ninguna gracia. Y a mí tampoco me la hacía después de la conversación que mantuvimos aquella noche en la heladería.
Al llegar a la puerta del edificio, miré de arriba a abajo al chico, y no era por juzgar, pero no me transmitió buena impresión. Su expresión de pocos amigos tampoco beneficiaba mi juicio. Vestía un chándal de color negro y una cadena plateada acompañaba a su cuello. Era más alto que yo y sobrepasaba mi cabeza varios centímetros.
—¿Qué miras? —preguntó alzando el mentón con tono desafiante.
Cuando pronunció aquella pregunta Lidia giró la cabeza en mi dirección, que hasta ese momento no se había percatado de mi presencia. Me sonrió y me saludó con la mano. En cuanto su novio se dio cuenta del gesto, afianzó su agarre y no apartó la vista de mi rostro. Aquella acción me pareció ridícula. Solo le faltaba mear en su pierna para marcar territorio.
—Vámonos, Lidia —dije mirándola directamente.
Lidia frunció el ceño y me miró muy seria. Estaba claro que no le había gustado lo que le acababa de decir. Pero a él pareció gustarle menos.
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Todas las lunas que compartimos
RomanceCuando Martín vuelve, Alma tiene el corazón roto y su reencuentro hará temblar los cimientos sobre los que han construido sus vidas. *** Alma de Luna trabaja como recepcionista en Caelum. Sin embargo, pasarse todo...