Alma
Ya habían pasado varios días desde aquel fin de semana tan completo. Pasaron tantas cosas en tan poco tiempo que me costó asimilarlo todo. Las discusiones con Martín cada cinco minutos eran lo habitual, pero perderme en mitad de la montaña no era a lo que estaba acostumbrada. Por no hablar de que me desperté abrazada a él.
Eso fue lo más traumático de todo.
La forma de actuar de Martín después de lo ocurrido me resultó extraña. Hubo algo en su actitud que me hizo pensar que él estaba al tanto de ello. Aunque nunca lo admitió. Durante aquella mañana no me pude quitar de la cabeza la imagen de mi mejilla en su pecho y mi brazo rodeando su cintura. No lo quise admitir pero esa noche dormí mucho mejor que durante los tres meses anteriores.
Aquel día, miércoles, concretamente, quedé con Marta para visitar una floristería y que nos pudieran guiar acerca de las nuevas tendencias florales en cuanto a la decoración de eventos hoteleros. Yo no estaba muy puesta en el tema y, como mucho, podía distinguir entre una orquídea y una margarita. Sin embargo, apreciaba su belleza.
Supuestamente, debía haber salido hacía más de cinco minutos para llegar al punto de encuentro a la hora acordada, pero no fue así. Apenas había empezado a vestirme cuando la pantalla de mi móvil se iluminó por la llamada entrante de Marta y la acepté. A continuación, puse el altavoz.
—Hola. Has salido ya, ¿verdad?
A través del altavoz podía oír el sonido del tráfico y el barullo de la calle, así como su agitada respiración. Marta caminaba a paso rápido para ser puntual y yo estaba dando saltitos en mi habitación para poder subirme mis pantalones favoritos que, además, se me habían quedado pequeños.
—Hola. Claro, estoy de camino —mentí.
Cogí el móvil y lo llevé al cuarto de baño. Lo dejé junto al lavabo y empecé a cepillarme el pelo.
—¿Crees que serás puntual?
—No, porque nunca lo soy. Pero si me das cinco minutos de cortesía, seguro que sí.
Mientras la llamada continuaba, salí de la pantalla para enviar un mensaje a una persona a la que nunca pensé que me pudiera hacer un favor. Cuando el mensaje llegó a su destinatario, no tardé más de diez segundos en recibir una respuesta favorable.
—Alma, ¿me estás escuchando?
—¿Qué?
—Que estoy a un par de calles de la floristería.
El móvil estuvo a punto de resbalar de mis dedos y caer al suelo. Ella estaba llegando al punto de encuentro y yo ni siquiera llevaba zapatos.
—Ah, bien. —Apliqué mi pintalabios rojo favorito en mi labio inferior. Siempre empezaba por él.
—Dime que has salido ya porque lo único que escucho es silencio y no es lo que debería escuchar.
—Claro que he salido. Tú no te preocupes que en cinco minutos nos vemos. Voy a colgar que me entretienes y voy más lenta.
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Todas las lunas que compartimos
RomanceCuando Martín vuelve, Alma tiene el corazón roto y su reencuentro hará temblar los cimientos sobre los que han construido sus vidas. *** Alma de Luna trabaja como recepcionista en Caelum. Sin embargo, pasarse todo...