Alma
El sol se despedía en el horizonte, pintando el cielo con tonos cálidos y anaranjados mientras caminaba hacia la casa de Marta. Esa tarde habíamos quedado para ver una película, pero no sabía cuál era. Mi mejor amiga había insistido en ser ella quien la eligiera y lo único que me había adelantado al respecto era que me iba a encantar. No tenía ni la menor idea de por donde podría salir, pero apostaba entre una comedia romántica de las que habíamos visto millones de veces, una de dibujos animados u «Orgullo y prejuicio». Todo dependía de cómo se sintiera ese día.
Al llegar a la puerta, respiré hondo y toqué el timbre con entusiasmo. El sonido del timbre resonó en el interior de la casa, pero no salió a abrirme de inmediato. Pensé que tal vez estaba en el baño y no lo había escuchado. Decidí tocar de nuevo, esa vez con un toque más insistente. Después de unos momentos de anticipación, la puerta se abrió lentamente, revelando a Marta con una expresión nerviosa en el rostro. Distaba mucho de cómo se comportaba habitualmente. Noté un nerviosismo en su mirada, como si escondiera algo detrás de su sonrisa.
—¡Hola, Alma! —saludó Marta con una sonrisa que parecía un poco forzada.
—¡Hola, Marta! ¿Por qué no me has abierto antes?
—Ah, no ha sido por nada. No he oído el timbre.
—¿Estás bien? —pregunté, notando algo distinto en la actitud de mi amiga.
—Sí, sí, todo bien. Entra, entra —respondió Marta, apartándose para dejarme paso.
Entré en la casa, como había hecho en multitud de ocasiones anteriormente y mientras caminábamos hacia el salón, noté algo que no cuadraba. El ambiente parecía diferente, como si hubiera una energía especial en el aire. Cuando llegamos al salón, me quedé boquiabierta al descubrir: globos rosas y dorados por todas partes, un mural repleto de fotos que iban desde mi infancia hasta esa misma semana, luces LED sobre las que se entrelazan fotos polaroid con mis amigos y unos globos del número veintitrés rosados. Además había una mesa con un mantel rosa pálido con detalles dorados donde se podía encontrar una gran variedad de aperitivos.
—¿Qué es...?
No pude terminar la pregunta, ya que fui interrumpida por varias voces al unísono.
—¡Sorpresa! —exclamaron mis amigos, quienes estaban escondidos detrás de los sofás y salieron de su escondite.
Momentáneamente me quedé sin palabras. Marta, con una sonrisa radiante, reveló el motivo de su nerviosismo inicial. Delante de mí había personas a las que no había visto desde hacía meses y a otras, incluso años. Sin embargo, seguía sintiendo un cariño muy especial por ellos. ¿Cómo había podido reunir a tanta gente?
—¿Pero qué...?
Parpadeé varias veces, sin poder creer lo que veía. Marta, con una sonrisa cómplice, me dijo:
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Todas las lunas que compartimos
RomanceCuando Martín vuelve, Alma tiene el corazón roto y su reencuentro hará temblar los cimientos sobre los que han construido sus vidas. *** Alma de Luna trabaja como recepcionista en Caelum. Sin embargo, pasarse todo...