Capítulo 27. Presentaciones inesperadas

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Alma

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Alma

Seguí a mi madre por el salón. No fue sencillo atravesarlo por el centro, donde los invitados charlaban entre ellos. Creí que me presentaría a algún contacto de mi padre o a algún inversor del hotel. Fue lo que hice durante casi toda la noche, por eso pensé que aquella vez sería igual.

Qué equivocada estaba.

Mi madre caminaba delante de mí, por lo que limitaba mi campo visual y no podía ver quiénes estaban en el grupo hacia el que nos dirigíamos. Hasta que se apartó para que pudiera caminar a su lado y los vi. ¡Vaya que si los vi! Lo que más me apeteció en ese momento fue salir corriendo para no enfrentarme a aquella situación. Pero no había marcha atrás.

Allí estaba Martín junto a su hermano y un matrimonio, concretamente eran las personas con las que vi hablando a Noel y su prometida, aunque ella no estaba allí. Por dentro sentí pánico y por fuera intenté aparentar una tranquilidad que ni de lejos sentía.

—Esta es mi hija, Alma —me presentó mi madre.

—Hola —saludé, sonriendo.

—A Noel ya lo conoces —dijo mi padre.

Miré a Noel. Parecía que estaba disfrutando del momento. Su sonrisa lo delataba. Estaba haciendo un gran esfuerzo por no reírse allí, delante de todos.

Yo solo quería huir ante la incomodidad del momento.

—Sí, nos hemos visto por aquí.

—Este es mi hermano, Martín. —Señaló al chico que estaba a su derecha—. No sé si lo habrás visto antes.

Me fijé en él y en esos ojos café que me habían aportado tanta calma cuando estaba haciendo el brindis bajo la mirada de todos los presentes. Me di cuenta de algo que no debería estar allí. Tenía una mancha de pintalabios rojo en el cuello, de mi tono de pintalabios. Mis nervios se incrementaron e hice lo primero que se me pasó por la cabeza sin pararme a pensarlo: fingir que no lo conocía.

—Encantada. —Sonreí y me acerqué a darle dos besos en las mejillas.

—Igualmente.

Puse una mano en su hombro y noté que estaba tenso, pero con mi roce su cuerpo se relajó. Volví a mi posición inicial bajo su atenta mirada.

—Y ellos son mis padres: Carmen y Jean.

Suponía que esas dos personas eran sus padres. De ahí que estuviera tan nerviosa. Pero cuando Noel lo confirmó, se me formó un nudo en la garganta. No entraba en mis planes conocer a los padres de Martín tan pronto.

Carmen era una mujer con una belleza espectacular y cuando la vi, supe de dónde habían salido los ojos de Martín. Se podría decir que tenían los mismos ojos y su pelo castaño oscuro cortado a capas le aportaba volumen. No abusaba del maquillaje, ni escondía las arrugas de expresión que tenía en la zona exterior del ojo. Era la definición de elegancia. Se podía ver en la delicadeza con la que llevaba aquel vestido negro.

Todas las lunas que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora