Capítulo 38. La misma historia

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Alma

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Alma

Esa mañana llovía mucho. Como cada vez que recibía una mala noticia. Por eso no me gustaba la lluvia. Estaba sentada en el suelo de mi habitación, viendo cómo se deslizaban las gotas por el cristal de la ventana, sin tener intención de salir de casa en todo el día. Se podía deducir por la enorme sudadera vieja de color gris que llevaba puesta. El suave murmullo de una canción melancólica me acompañaba. Hablaba de cómo el tiempo ayuda a olvidar y de los reencuentros. Sin embargo, yo no estaba demasiado de acuerdo en la forma de plantearlo. Su letra podía tener tantas lecturas que le había dado un significado distinto en cada época de mi vida.

Mis ojos abandonaron la ventana para viajar por la habitación. No sorprendería a nadie si dijera que estaba desordenada. Tenía ropa sobre la cama y en la silla del escritorio, diferentes pares de zapatos junto a la puerta y algún que otro bolso en el suelo por haberse descolgado del perchero. Mientras hacía el recorrido, mis ojos se posaron en el pequeño jarrón que tenía en mi escritorio, donde yacían los tulipanes que Martín me había regalado un tiempo atrás. Para ese entonces ya estaban marchitos y secos.

Mientras la lluvia seguía cayendo implacablemente, dejé que sus pensamientos vagaran hacia las últimas dos semanas que habían transcurrido desde la última vez que nos vimos. La distancia entre nosotros se había vuelto abrumadora, y el silencio pesaba en mi corazón como una losa de mármol. No hubo ningún margen de tiempo que me ayudase a asimilar lo que iba a ocurrir antes de que lo hiciera. Fue repentino.

Recordé el texto que Martín había publicado en Instagram, unas palabras que volvía a releer de vez en cuando. Aquellas líneas eran una llamada desesperada que seguía en espera. Suspiré y me pregunté si debería romper el silencio, si debería buscar las aclaraciones que necesitaba. Los tulipanes secos parecían susurrarme que aún había esperanza, que tal vez podíamos encontrar la manera de sanar lo que se había roto.

La determinación creció en mi corazón mientras seguía mirando las flores secas. A pesar de todo, Martín me importaba y no podía alejarme sin más. Necesitaba oír de su propia voz lo que no quise escuchar la mañana después de la fiesta. Me puse de pie y paré la música que estaba sonando en mi móvil, dejando que el silencio llenara la habitación. Con las manos temblorosas, busqué el perfil de Martín en Instagram y volví a leer el texto de su última publicación. No había vuelto a leerlo desde el día que lo publicó y los sentimientos no habían cambiado. «Ojalá volvamos a brillar como solo tú sabes hacerlo».

Sin pararme a pensarlo durante más tiempo, agarré los primeros zapatos que encontré, un par de botines negros que apenas había usado y que no combinaban con la ropa que llevaba. Aunque no me importó. Me los puse rápidamente y me dirigí hacia la puerta.

Bajé los escalones del edificio casi de dos en dos y salí a la calle. La lluvia caía con fuerza, empapándome el pelo y la sudadera. Desde la ventana no se apreciaba la intensidad de la tormenta. Las personas que iban por la calle buscaban refugio en los comercios y en los portales hasta que dejara de llover o la intensidad disminuyera.

Todas las lunas que compartimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora