Capítulo 55

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Todos hemos decidido quedarnos unos días más en la base, para terminar de atar los cabos sueltos y poder organizarnos un poco. Cuando me levanto por la mañana los pasillos están prácticamente vacíos. Ayer hubo una pequeña fiesta para celebrar nuestra victoria y la mayoría siguen durmiendo, probablemente después de una buena borrachera. 

    - ¿Listo? -le pregunto a Bucky, que acaba de salir del baño ya completamente vestido.

    - Listo. ¿A dónde vamos?

    - Eso es una sorpresa -sonrío mientras abro la puerta.

Tal como acordamos, hoy Bucky y yo tendremos nuestra primera cita, y mentiría si dijera que no estoy nervioso o que no me preocupa que algo pueda salir mal.

Salimos por la entrada del parking que oculta la base y nos dirigimos hacia el metro. Podríamos haber cogido el coche, pero sé que a Bucky le gusta mucho más el metro y, además, eso me permite darle la mano durante todo el camino. Al principio, cuando he cogido su mano como si fuese el gesto más natural del mundo, me ha mirado sorprendido y he pensado que se apartaría, pero, después de darse cuenta de que nadie parecía darle importancia se ha relajado, afianzando el agarre de sus dedos en torno a los míos. 

Varias paradas después, bajamos del metro cerca de la parada de mi antiguo apartamento, aunque creo que Bucky ni siquiera la reconoce, está demasiado ocupado mirando, embobado, la unión de nuestras manos. 

Paramos un momento en un puesto a pedir dos cafés para llevar y, cuando ambos tenemos el  nuestro en la mano, me giro hacia Bucky.

    - No van a desaparecer, ¿lo sabes verdad? -digo con burla refiriéndome a nuestras manos.

Él levanta la cabeza, sorprendido de que me haya dado cuenta.

    - Lo sé -responde, sonrojado-. Es solo que… -sacude la cabeza- Nada, olvídalo.

    - No, dímelo -le insto a hablar con una sonrisa afable mientras le doy un empujoncito en el costado.

    - Es que nunca pensé que podría hacer esto -explica.

    - ¿Beber café en vasos de plástico? -me burlo mientras le doy un sorbo a mi bebida- Las ventajas de la vida moderna.

    - Eso no, idiota -se ríe él, ya más relajado-. Me refería a pasear así. Contigo. De la mano en una calle llena de gente. Sin que nadie nos mire mal. Sin preocuparnos de nada más que de nosotros mismos. Sin miedo a que nos quedemos sin dinero o a que uno muera en el frente. Es… pacífico. Me gusta.

    - Suena como si llevases mucho tiempo soñando con ello -comento. Nunca le he preguntado a Bucky cuanto hace que se enamoró de mí, y pensar que puede haberme querido desde… bueno, desde siempre, me resulta abrumador.

    - Bueno, supongo que, de algún modo, es así. No sabría decirte cuando dejé de quererte como a un amigo y empecé a hacerlo como a algo más, porque son dos sentimientos que, simplemente, han estado ahí casi desde que te conocí. La diferencia es que cuando me rescataste y ví en que se había convertido el mundo… Bueno, digamos que empecé a albergar unas esperanzas que antes no me atrevía ni a imaginar. 

    - Creo que entiendo a qué te refieres -asiento-. Yo nunca pensé en tí como en algo más que un amigo hasta ahora porque, sencillamente, era algo que antes no podía ni plantearme. Odio todo el daño que nos han hecho, pero cuando lo pienso, cuando lo pienso de verdad, me doy cuenta de que despertar en este siglo contigo en él ha sido uno de los mejores regalos que me ha hecho la vida. 

    - A mí también -murmura y algo se rompe en mi pecho al oírle decir esas palabras, incluso sabiendo todo lo que ha tenido que sufrir para llegar a dónde estamos ahora.

Caminamos por las calles de Nueva York tranquilos y despreocupados, con la seguridad de que tenemos todo el tiempo del mundo por delante. 

Caminamos hasta llegar al lugar al que quería traer a Bucky que, esta vez, si lo reconoce de inmediato.

    - Aquí es dónde estuvimos la primera vez que salimos a pasear juntos -sonríe encantado-. Cuando me trajiste de vuelta de Rusia.

Yo asiento, contento de que le haya gustado la idea de venir aquí. Me dejo caer en el césped junto a él, muy cerca del lugar donde estuvimos hace tan solo unas semanas. Parecen haber pasado siglos desde aquella tarde.   

    - Me ha parecido un buen sitio para empezar una vida nueva, por así decirlo.

    - Tenemos más de setenta años, ¿de verdad pretendes llamarlo vida nueva?

    - Lo será -le aseguro ignorando la burla en su voz-. Porque antes no te tenía a tí.

    - Steve, nos conocemos desde niños -dice confuso.

    - Así es, pero antes eras mi amigo, ahora eres mi novio -sonrío.

    - ¿Tu novio? No recuerdo que yo haya dicho eso -su tono burlón no logra esconder el sonrojo de sus mejillas.

    - Bueno… puede que no lo hayas dicho con esas palabras exactamente…

    - Estoy bastante seguro de que me acordaría si me hubieses pedido salir -afirma mientras su mano juguetea con la hierba.

    - ¿Vas a obligarme a decirlo? -fingo incredulidad.

Su mirada, retadora, es la única respuesta que recibo.

    - De acuerdo -claudico-. James Buchanan Barnes -digo con mi mejor falsa voz de capitán-, ¿me harías el inmenso honor de aceptar ser mi novio?

Él se ríe, con una carcajada real que me recuerda todas las veces que le oí reír de niños. Es mi sonido favorito en el mundo.

    - Solo si tú, Steven Grant Rogers, me haces el honor de aceptar ser el mío.

Las comisuras de los labios me duelen de sonreír tanto y el corazón me late tan fuerte que creo que se me va a salir del pecho. En menos de un segundo me acerco a él y le coloco tras la oreja un mechón de pelo que la brisa le ha alborotado. Cuando lo hago no aparto la mano, la dejo descansando en su mejilla y él coloca su mano sobre ella. Con la otra mano me aferro a su cintura y me acerco a él con lentitud, disfrutando del momento y de su cercanía, de su olor, de cómo me hace sentir. Él termina de recorrer el espacio que nos separa y une nuestros labios. Bucky me besa con suavidad y ternura al principio y le respondo con pasión, tratando de recuperar todo el tiempo perdido, todos los momentos que nos fueron arrebatados. Nos separamos solo lo necesario para tomar aliento, con la respiración agitada.

    - Nunca me voy a cansar de esto -murmuro contra sus labios.

    - Yo tampoco.

Cuando me besa de nuevo, sus labios saben a hogar.

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora