Capítulo 14

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Me ha salvado otra vez. Pensaba que tenía que irme para no poner a Steve en peligro y el único que ha resultado herido he sido yo. Aparto de esa idea para centrarme en el hombre que Steve está sujetando frente a mí. Necesito confirmar mis sospechas.

- ¿Quién te envía? ¿Para quién trabajas? -exigo con voz de acero. Veo que Steve me mira, parece estar intentando asegurarse de que estoy bien. Su preocupación me desconcierta y, de nuevo, tengo que obligarme a centrarme en la situación. Mi pregunta no recibe respuesta más allá de un intenso forcejeo por parte del atacante, que trata, sin éxito, de soltarse del férreo agarre de Steve. Él me dirige una mirada interrogante y yo asiento. Acto seguido, Steve suelta al hombre, pero no le quita ojo de encima. Entonces, el hombre se acerca a mí. Me preparo para detener cualquier golpe pero él se limita a mirarme y a susurrar, lo bastante bajo como para que solo lo oiga yo:

- Acabarán encontrándote y, entonces, no podrás volver a huir. Desearás haber muerto. ¡Heil Hydra!

Sabía que me estaban buscando y, aún así, la certeza que me sobrevino tras sus palabras me golpeó con la fuerza de un mazo. No me buscan para matarme, pensar eso habría sido demasiado optimista por mi parte, me buscan para destrozarme física y mentalmente, más aún. Antes de que me dé tiempo de reaccionar, el hombre, ayudándose con los dientes, saca una pastilla de un compartimento en el hombro de su chaqueta y la muerde con rabia. El olor a almendras amargas característico del cianuro inunda la estancia mientras cae muerto a mis pies.

Steve entra en mi campo de visión, veo su boca moverse, formando palabras supongo, pero no me llega ninguna de ellas. Soy incapaz de procesar nada de lo que me está diciendo. Hydra me ha encontrado y da igual a donde vaya, siempre lo harán. Steve me agarra por los hombros y me sacude, intentando despertarme del estado de shock en que me hallo.

- ¡Bucky! -su voz me llega amortiguada, como si estuviese bajo el agua- ¿Estás bien?

De forma casi inconsciente intento golpear sus brazos, que aún se aferran a mis hombros. Apenas he imprimido fuerza en el golpe, pero él parece captar el mensaje y me suelta de inmediato. Doy un paso atrás mientras acierto a asentir levemente en respuesta a su pregunta. Salgo por la puerta murmurando que solo necesito unos minutos.

Cuando estoy fuera me doy cuenta de que estamos en una especie de motel con al menos una docena de casas idénticas separadas por setos y distribuidas a ambos lados de una carretera con bastantes coches aparcados. Decido subir un poco calle arriba pero a los pocos pasos acabo sentándome en el bordillo oculto entre dos coches. Agotado, aprovecho que nadie puede verme para hundir las cabeza entre las piernas. Debo dar una imagen patética ahora mismo pero me da igual, nadie puede verme aquí. No sé cuanto tiempo llevo sumido en mis sombríos pensamientos cuando alguien se sienta a mi lado. Levanto la cabeza lo justo para ver que es Steve. Me sorprendo a mí mismo pensando que su presencia, firme, no es incómoda, sino que me reconforta.

- Tengo que volver a Nueva York, con mi equipo, ya llevo fuera demasiado tiempo. Quiero que vengas conmigo -dice rompiendo el silencio que nos envuelve desde hace ya un buen rato.

¿Ir yo a Nueva York? Los escasos recuerdos que me sobrevienen cuando pienso en esa ciudad son vagos y confusos.

Todos salvo uno.

El Capitán América.

La última misión que llevé a cabo como El Soldado de Invierno.

No la llevé a cabo, me recuerdo. Pensar en ese día no ayuda a aclarar mis ya confusas ideas. Lo tenía ante mí y no lo maté. Podría excusarme diciendo que en el momento en que iba a hacerlo la nave en la que íbamos se precipitó al lago. Si lo repito las suficientes veces con la suficiente convicción incluso suena plausible. Pero nada explica por qué lo saqué del agua, semi-inconsciente, en vez de terminar de matarlo allí mismo, o dejarlo morir, como mínimo. La verdad es que no fui capaz de matarlo, y eso me asusta. Durante casi 80 años he realizado multitud de misiones, todas y cada una de ellas las he llevado a cabo con éxito. Todas menos esta. Un estremecimiento me recorre la espalda cuando recuerdo su mirada decidida en aquella nave. Estaba dispuesto a dejarse matar por mí. Lo tenía sometido, desarmado frente a mí, y fui incapaz de completar la misión. No sé si quiero volver a verlo, no sé si podría soportar lo extraño de su presencia de nuevo, cuando iba a acabar con él, me inundó una sensación de extraña familiaridad que sólo podía comparar con-

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora