Capítulo 18

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Lo primero que pienso es que el niño está equivocado, aquí solo estamos Steve, la mujer pelirroja y yo. Miro a Steve con asombro y es entonces cuando me doy cuenta. Steve es el Capitán América. Tiene que serlo, por eso me resultaba tan familiar. Me lo ha ocultado todo este tiempo, no quería que lo supiese. 

Echo a correr en dirección opuesta a él, al que fue mi misión. Ahora que sabe que he descubierto quién es, intentará matarme antes de que yo lo mate a él. Porque seguro que cree que voy a matarlo. Me entrenaron para eso. Me daban un nombre y yo lo eliminaba, tan sencillo como eso. Si cometía algún error, si dejaba testigos… entonces venían los golpes, la celda, fría y estrecha, la comida en el suelo, como a los perros, y el dolor, Hydra se había asegurado de que nada, ni siquiera el dolor, me distrajese durante una misión, pero, cuando volvía a la base, todas las heridas de mi cuerpo parecían abrirse a la vez. 

El sol de la tarde me golpea en la cara cuando salgo del parking del aeropuerto, pero no dejo de correr. Corro sin rumbo por las calles y, mientras corro, recuerdo. Recuerdo todas y cada una de las personas a las que maté. Sus rostros, que antes estaban borrosos, aparecen ahora ante mí con total claridad. Hydra siempre se aseguraba de que olvidase los detalles de cada misión antes de comenzar la siguiente, pero desde que el Capitán América, Steve, me recuerdo, dijo mi nombre aquel día en el puente, fragmentos que mi memoria intenta recuperar me recuerdan constantemente lo que hice, lo que fui, lo que quizá aún soy. A él intenté matarlo, me recuerdo. Era mi misión, habría acabado con él si hubiese tenido la oportunidad. La imagen de su cara, ensangrentada y marcada por los golpes, me viene a la mente. Tuve la oportunidad, pero no fui capaz de hacerlo, ¿por qué no fuí capaz de hacerlo? ¿Significa eso que ya no soy el Soldado de Invierno? Al no matarlo desobedecí una orden directa, tomé una decisión por mí mismo por primera vez en setenta años y, pese a ello, aún no sé que me impidió acabar esa misión. 

Y ahora él me había encontrado, deseando hacerme pagar por mis actos. Aunque hay algo que no consigo entender, ¿por qué un hombre al que intenté matar se ha preocupado tanto por mí? Parecía sinceramente preocupado cuando me curaba las heridas, como si no quisiera que yo muriese cuando lo que debería querer es acabar conmigo de una vez.

No va a matarme él mismo, comprendo de pronto. Es el Capitán América, el hombre perfecto, el ideal de justicia, todo lo opuesto a lo que yo soy. Se asegurará de que me juzguen y me condenen a muerte, de que se haga justicia. Aún así, no tenía por qué ser amable o cuidadoso como lo fue. No tenía motivos para preocuparse por mis heridas, ¿acaso no me quiere muerto al fin y al cabo? Quizá eso sea lo mejor después de todo. Tengo que entregarme, soy un peligro, una máquina de matar que se activa con tan solo diez palabras dichas en el orden correcto. He hecho muchas cosas horribles y, aunque me arrepienta, no puedo cambiarlas, no puedo cambiar quién soy.

Me detengo de golpe y me siento en el bordillo de la acera que he recorrido corriendo, no sé dónde estoy ni cómo he llegado aquí, pero no me importa. Lo único que importa es que tengo que entregarme, me digo. Por mucho que me asuste lo que pueda pasar. No quiero morir, eso lo sé, pero también sé que lo merezco, que es lo mejor para todos, no puedo permitir que Hydra me encuentre y me conviertan de nuevo en un arma. No quiero matar a más gente, sé que no podría soportarlo, pero ellos se asegurarán de que siga siendo el Soldado de Invierno otros setenta años. Hydra me encontrará tarde o temprano y me destrozarán el cerebro de nuevo, me harán olvidarlo todo.

    - Parece que tienes una especial afición por los bordillos -la voz de Steve me sobresalta, me ha pillado desprevenido y con la guardia baja. Instintivamente me preparo para defenderme, pero él se limita a sentarse a mi lado como hizo la última vez. 

    - No voy a cuestionar tu elección, pero la próxima vez podrías probar a sentarte en algún sitio más cómodo -añade con tono despreocupado.

    - Eres el Capitán América -no lo digo como una interrogación, constato un hecho.

    - Lo soy -suspira bajando la cabeza-. No tenías que enterarte así.

No digo nada aunque su comentario me intriga, ¿qué más daría cómo lo descubriese yo? Quiero preguntárselo pero, en vez de eso, lo miro fijamente.

    - Estoy listo para que me entregues -digo intentando sonar firme.

    - ¿Entregarte? ¿A la policía? -inquiere alterado.

    - A quién sea necesario -aseguro.

Steve me mira con una mezcla de confusión e ira. Mis palabras parecen haberlo enfadado.

    - No pienso entregarte a nadie. No sé en que estás pensando pero estás muy equivocado. 

Quiero creerlo, pero me resisto a hacerlo. ¿Por qué habría ido a buscarme si no era para entregarme? Le doy vueltas al asunto y llego a una conclusión, aún peor que la anterior.

    - Vas a llevarme a Shield, ¿verdad? Queréis que trabaje para vosotros igual que trabajaba para Hydra -alzo la voz. Siento una presión en el pecho, no puedo permitir que vuelvan a usarme de esa manera. Recuerdos de mi tiempo con Hydra me asaltan uno tras otro. 

    - Bucky -Steve me hace volver a la realidad-. No voy a dejar que nadie vuelva a usarte de esa manera -me asegura. Y yo quiero creerlo, de verdad quiero, pero no puedo. Supongo que tendré que resignarme y esperar que me lleve ante la justicia y no ante Shield.

    - Volvamos, mi amiga nos está esperando -dice levantándose.

Lo miro dudoso, pero supongo que será mejor hacer lo que él quiere por las buenas. Me levanto y lo sigo de vuelta por las calles que he atravesado a la carrera hace tan solo algunos minutos. Volvemos al aeropuerto en un tenso silencio y allí nos espera la mujer pelirroja, apoyada contra el mismo coche negro. Steve se acerca y le da un fuerte abrazo. Me pregunto si serán algo más que amigos. Steve me indica que suba al coche y yo obedezco en silencio. Me acomodo en la parte trasera mientras la pelirroja lanza a Steve las llaves y se sienta en el lugar del copiloto. Con el sonido del motor funcionando abandonamos el aeropuerto.

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora