Capítulo 23

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Salgo de la base de los Vengadores tras tratar de identificar a varios soldados de Hydra que Steve y los demás han capturado. Él aún no ha salido y, en un arranque de optimismo, decido que puedo volver andando hasta el piso que compartimos. Aunque vaya a tardar una eternidad me parece mejor opción que quedarme sentado esperándolo. Hace ya dos semanas que colaboro con los Vengadores. No hago gran cosa, no participo en las misiones de reconocimiento, ni en las peleas, pero lo agradezco, estoy cansado de luchar y saber que puedo ayudar sin tener que usar los puños me hace sentir… útil. Hasta ahora me he limitado a señalar los puntos más débiles de Hydra, la ubicación de algunas bases y a reconocer prisioneros, cuando los hay. 

Steve no ha cambiado, sigue siendo tan respetuoso y tranquilo como al principio, y sigue preocupándose por mí constantemente. Lo que sí he descubierto ha sido una faceta suya que desconocía, la de líder. Cuando atraviesa las puertas de la base se convierte en un auténtico capitán dispuesto a darlo todo por sus soldados, por su equipo. Tiene una mentalidad de hierro y más fuerza de voluntad de la que yo podría reunir jamás. Estar con él es, no obstante, confuso. Tengo la constante sensación de que me oculta muchas cosas y eso me agobia. A veces parece que me conoce mejor que yo mismo. Apenas nos hemos visto durante las últimas dos semanas y eso es algo que tengo que agradecerles a sus numerosas misiones, que lo llevan a cualquier punto del mapa durante un tiempo que nunca está definido. Cada vez que se va agradezco la oportunidad de estar solo, aunque la casa parezca vacía sin él.

Estoy caminando hacia la salida cuando Natasha se me acerca.

- ¿Ya te vas a casa? -inquiere.

- A casa de Steve -puntualizo deteniéndome frente a ella. Aunque no recuerdo haber visto a esta mujer antes de que nos recogiese en el aeropuerto, no puedo evitar sentir que la conozco de algo.

- Te llevo -dice echando a andar su coche

- No es neces-

- No era una pregunta. Te llevo -me corta, seria, mientras yo, obediente, subo al coche.

Si no fuese Natasha habría tratado de disuadirla, no me gusta pasar más tiempo con los Vengadores del estrictamente necesario porque sé que la mayoría no confían en mí. Ella, en cambio, no aparta la vista cuando entro en una habitación. Es de las pocas personas con las que no me importa pasar algo de tiempo. Supongo que eso tiene que ver con su relación con Steve, parecen muy cercanos y ambos me tratan como si fuese una persona normal, uno más de ellos.

Tras un breve trayecto, en un silencio pesado pero no tenso, llegamos al edificio donde vivo con Steve. Me bajo del coche tras agradecerle el viaje y saco de un bolsillo el juego de llaves que Steve me dió hace poco. Su exceso de confianza en mí me resulta de lo más extraño e incluso me escama un poco. No creo haberle dado ningún motivo para confiar en mí de esta manera. Sobre todo si tenemos en cuenta que hace pocos meses intenté matarlo.

Cierro la puerta a mi espalda y me dirijo a mi nuevo cuarto. Tres días después de venir a Nueva York, Steve vació un cuarto que tenía lleno de trastos y lo convirtió en una pequeña pero acogedora habitación para mí. Cualquiera que entrase diría que resulta bastante impersonal, supongo que porque no tengo nada que llamar mío con lo que adornar las estanterías vacías, ningún libro que dejar sobre la mesilla de noche, ninguna fotografía que colgar en la pared. Para mí es mucho más de lo que algún día pensé que tendría. Es mi propio espacio personal, en el que no entra nadie sin avisar, ni siquiera Steve que, si me necesita, se limita a golpear la puerta con los nudillos y a hablarme desde el otro lado.

Agotado, me dejo caer sobre la cama y, sin darme cuenta, me quedo profundamente dormido.

No puedo dejar que escape, es mi objetivo. Mi misión. Debo acabarla como sea. Por eso disparo sin preocuparme por la mujer pelirroja que se interpone entre nosotros usando su propio cuerpo como escudo. La mujer pelirroja cuyo abdomen atraviesa mi bala. La mujer pelirroja que se encoge sobre sí misma mientras mi objetivo cae al suelo, muerto. La mujer pelirroja que trata de dispararme a mí, que ya he emprendido la retirada.

La mujer pelirroja.

Natasha.

Me despierto sobresaltado cuando alguien me sacude suavemente. Enfoco la vista y veo a Steve, inclinado sobre mí con cara de preocupación.

    - ¿Estás bien? Tranquilo, solo ha sido un mal sueño.

Su voz es suave y, por unos segundos, consigue relajarme. Hasta que lo comprendo. No era un sueño. Era un recuerdo. Yo disparé a Natasha. O quizá debería decir que disparé a través de ella.

    - ¿Por qué no me lo habías dicho? -le recrimino alterado.

Steve me devuelve una mirada confusa.

    - Decirte… ¿qué?

    - ¡Le disparé! -grito perdiendo un poco los papeles- Yo disparé a Natasha.

    - ¿Lo recuerdas? -pregunta y casi diría que suena esperanzado.

    - Llevo dos semanas hablando con ella y nadie me había dicho que le disparé. ¿Por qué me lo ocultabas?

    - Bucky, no pretendo ocultarte nada. Simplemente pensé que sería mejor dejar que fueses recordando poco a poco, por tí mismo, hasta que lo sepas todo. No quiero forzarte ni cargarte con demasiada información de golpe. Descansa un poco, creo que lo necesitas -se despide abandonando la habitación y dejándome más confuso que enfadado.

¿Hasta que lo sepa todo? No sé por qué, pero tengo la sensación de que Steve no se refiere solo a Natasha, y eso me hace preocuparme. ¿Qué más habré hecho y no recuerdo? ¿A quién más habré herido para después olvidar su rostro?

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora