Capítulo 1

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Cinco meses. Llevo más de cinco meses en esta incansable búsqueda, ciento cincuenta días entregado totalmente a tratar de encontrar a Bucky. Pese a que me niego a rendirme empiezo a pensar que quizá nunca pueda volver a ver a Bucky, a mi Bucky, al que, tras patear a un chico en un callejón para salvarme de una buena y quizá merecida paliza, me llevó a la Expo Stark con una chica demasiado guapa para mirarme dos veces si no estuviese con él.

Estoy llegando a una base militar soviética abandonada que estuvo bajo el poder de Hydra, fue de las primeras en ser construidas y es muy posible que fuese también aquella en la que lo crearon tras recogerlo de la nieve cuando cayó desde el tren. Quizá si hubiese ido a buscarlo entonces en vez de darlo por muerto las cosas habrían sido muy distintas.

Cuando decidí buscar a Bucky lo primero que hice fue trasladarme a Rusia, puesto que allí es dónde se hallan las últimas bases de Hydra activas, traté con poco éxito de recabar información, Hydra parecía haber borrado totalmente su rastro tras ser descubierta por Furia. Alquilé un pequeño apartamento en un motel regentado por una señora ciega que sería imposible que me reconociese, pese a ello, como precaución, me aseguraba de pagar siempre en efectivo y procuraba evitar al resto de clientes, que no parecían más interesados en mí de lo que yo lo estaba en ellos.

Con ayuda de Nat, me hice con un aparato para interceptar frecuencias telefónicas, similar a los que usaba Shield en sus inicios. No era tan efectivo como los modernos pero me permitía escuchar sin ser detectado dado que, al ser analógico, no dejaba ninguna huella digital que se pudiese rastrear. Llevaba un par de meses a la escucha sin ningún resultado, salvo una orden de ejecución para unos prisioneros en Moscú, cuando capté el mensaje que me hizo acabar ante la puerta de esta base:

"El soldado de invierno ha escapado. Se ordena a todos los efectivos que vayan en su búsqueda. Creemos que podría haber vuelto a alguno de los laboratorios donde fue tratado. Máxima prioridad".

Alguien se había tomado muchas molestias para ocultar la existencia de esta base, situada en las montañas. Yo llegué hasta ella gracias a Nat, que se cobró un par de favores en Moscú y me consiguió su ubicación exacta. La base ya no estaba activa, de modo que me encaminé hacia ella esperanzado.

Y aquí me encuentro, acercándome a la puerta y preguntándome, por primera vez desde que empecé mi búsqueda, si esto es realmente lo correcto. No se si estoy preparado para enfrentarme a él de nuevo. Puede que no me reconozca y trate de matarme, quizá esta vez incluso lo consiga, sé que al final, como en aquella nave, no me resistiré. No pienso dejarme matar, por supuesto, pero me niego a herirle. Miro en derredor, aquí no hay nadie, pero eso, lejos de asustarme, me calma, si Bucky está ahí dentro no quiero que nadie más se interponga, al fin y al cabo, esto es un asunto entre él y yo. Por ese motivo le pedí a Nat que no me acompañase aunque ella estaba dispuesta a ir conmigo dónde fuese necesario. Pase lo que pase, quiero que quede entre Bucky y yo. No quiero testigos si consigue matarme y, si no lo hace, puede que yo sea el único capaz de traerle de vuelta de dónde quiera que su mente esté en estos momentos, de dónde ha pasado los últimos 60 años.

Steve céntrate, estás adelantando acontecimientos, puede que tan siquiera esté ahí. El reflejo de la luz sobre la nieve de febrero es cegador y, cuando fuerzo la puerta y me adentro en el oscuro y húmedo corredor que se abre frente a mi, no veo nada.

Me adentro más en la base procurando recordar el camino de vuelta, cuanto más antiguas son estas instalaciones, más caóticos resultan sus pasillos. El corredor huele a moho y puedo oír a las ratas corretear de un lado a otro, desde luego, está abandonada. Quienes quiera que trabajasen aquí tuvieron que salir a toda prisa, hay papeles y cables por el suelo, incluso algún periódico. No me paro a comprobar sus fechas porque me parece oír algo moverse más adelante, y esta vez no es una rata.

Me detengo, a la espera y agudizo el oído. Sí, ahí está otra vez, inspiro hondo y me dirijo hacia el sonido. Estoy preparado para encontrarme lo que sea, o al menos, eso quiero creer. Mis ojos ya se han adaptado a la escasa luz de este lugar. La sala, llena de mesas con rudimentarios ordenadores, parece ser la habitación principal de todo el complejo. Pero yo apenas reparo en los detalles. En cuanto entro, mi mirada se dirige hacia la figura que se alza, solitaria, en el centro de la sala, aparentemente ajena a mi presencia.

Bucky.

Está aquí. Lo he encontrado.

Un instante de vacilación es suficiente para que se percate de mi presencia. Se gira hacia mí.

Mierda.

No estaba preparado.

No estaba preparado para su mirada, que no me reconoce.

No estaba preparado para el impacto que su mera presencia tiene en mi.

No estaba preparado para nada de esto.

Pero, desde luego, no estaba preparado para que mi mejor amigo me atacase, otra vez.

Antes de que me dé tiempo a procesarlo tengo a Bucky encima y su brazo metálico me golpea contra el duro suelo de cemento. El primer golpe me pilla desprevenido. El segundo me hace reaccionar y volver a la realidad. El tercero lo paro. En un fallido intento de llegar hasta él, grito su nombre, pero no parece oírme. Consigo quitármelo de encima y levantarme del suelo. No le devuelvo los golpes, pero los esquivo y me protejo. Pronto me doy cuenta de que intentar hablar con él no tiene sentido, parece haber activado el modo combate y no atiende a razones.

Pese a todo, veo que sus golpes cada vez son más suaves y torpes, parece que esté perdiendo fuerzas. Me fijo con más detenimiento. ¿Esa mancha de su costado es sangre? Esquivo otro golpe y Bucky choca contra una de las mesas. Decido tratar de dejarlo inconsciente, es la única manera en que podré sacarlo de aquí. Dejo de esquivar sus golpes e intento alcanzarlo con un gancho de derecha, quiero noquearlo pero no hacerle daño. Él no parece pensar lo mismo y, en ese momento, me asesta una patada con todas sus fuerzas cuya potencia me lanza hacia atrás.

Tropiezo con un cable roído por las ratas y caigo de nuevo al suelo. Bucky corre hacia mi. Me aparto en el último momento y, estirando la pierna derecha, le hago perder el equilibrio y caer al suelo. Rápidamente lo inmovilizo con una de las llaves que me enseñó Nat y le aprieto el cuello hasta que cae inconsciente. Solo entonces lo suelto y trato de respirar. Desde luego Bucky sabe donde golpear con el brazo de metal. Me levanto trabajosamente y salgo de la base arrastrándolo conmigo. No miro atrás.

Hasta el finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora