Cuando abro los ojos sigo entre los brazos de Steve, y me doy cuenta de que no hay ningún otro sitio en el que quiera estar ahora mismo. Sé que debería apartarme y disculparme por la escena de esta noche, pero aún no estoy preparado para hacerlo, no cuando me siento tan bien. Steve se despierta justo entonces y nuestras miradas se encuentran. De manera inconsciente me fijo en sus labios y me pregunto cómo sería poder acariciarlos con los míos. Sé que nunca tendré el valor para hacerlo, así que me conformo con imaginarlo y devolver la mirada a sus ojos con rapidez.
- Buenos días -susurra con la voz ronca y mi piel se eriza de inmediato.
- Buenos días.
No dice nada sobre mi pesadilla y yo tampoco saco el tema. Lo normal sería que nos apartásemos, pero, en lugar de moverme, dejo caer de nuevo mi cabeza sobre su hombro, dudoso, temiendo un rechazo que no llega. Steve se limita a acariciarme el pelo con la mano que no me sostiene contra él. Nos quedamos así, él enredando los dedos en mi pelo y yo disfrutando de su cercanía, hasta que unos golpes en la puerta nos sacan del trance. Steve me suelta y se levanta sin brusquedad para ir a abrir la puerta.
- Me he tomado la libertad de traeros el desayuno -dice Natasha, quien, efectivamente, viene acompañada de un carrito de los que ya empiezan a resultarme familiares-. No me des las gracias, en realidad es una forma de asegurarme de que no llegas tarde a la reunión. Tenemos que hablar de cuál va a ser nuestro próximo paso.
Steve está de espaldas, de modo que no puedo ver su expresión, pero sí su asentimiento.
- ¿Sala de reuniones? -se limita a preguntar.
- En media hora.
Ella se despide y Steve coge el carrito y cierra la puerta.
- Lo siento, hoy también tendrás que quedarte solo un rato. Si necesitas algo dile a alguien que me avise y subiré en un abrir y cerrar de ojos.
Tiene la mirada perdida mientras me tiende el desayuno.
- Pareces preocupado -digo tratando de sonar burlón.
- Solo de que te pase algo -la seriedad de su tono me pilla desprevenido. Steve siempre se ha preocupado por mí, pero esta vez ha sonado... diferente.
- Todo estará bien -logro decir.
- Venga, desayunemos. Yo estoy hambriento -trata de aligerar el ambiente.
Apenas he acabado de untar una tostada con mantequilla cuando Steve deja su taza vacía de nuevo en el carrito.
- Siento no poder quedarme más -se disculpa mientras coje su ropa del armario y se mete en el baño.
Yo sigo comiendo en silencio. No tengo nada que decir, ser el Capitán América es su trabajo, por raro que resulte, y últimamente ya ha perdido mucho tiempo ocupándose de mí.
10 minutos después sale del baño perfectamente vestido y sosteniendo en la mano el pijama doblado, que deja sobre su cama. Se gira para mirarme y entonces se acerca en dos zancadas, cierro los ojos instintivamente cuando su mano se acerca a mi cara. Los abro de nuevo cuando me doy cuenta de que me está limpiando la comisura de la boca, que estaba llena de mermelada. Busco sus ojos pero se da la vuelta y evita mi mirada.
- Bueno, me voy ya. Avísame si me necesitas -me recuerda.
- Te lo prometo -me despido mientras me sonríe suavemente y sale por la puerta.
Yo me llevo la mano a la cara, donde aún puedo sentir la calidez de su roce y me sonrojo de inmediato. Si él supiera o que me hace sentir con esos gestos tan sencillos...
Termino el desayuno con calma y, sin saber muy bien que hacer, decido darme una ducha. Me quito el pijama para vestirme y me siento en la cama, pensando en lo ridículo que resulta vestirme cuando no tengo a donde ir. Las paredes de la habitación, ahora que Steve no está para calmarme con su presencia, parecen echárseme encima. Daría lo que fuera por poder ver el sol de nuevo.
Recuerdo de golpe mi conversación de ayer con Steve, dijo que en las cocinas había un tragaluz que dejaba pasar luz natural, ¿verdad?
Decido que no va a pasar nada por acercarme a comprobarlo y, sin pensarlo demasiado, me dirijo al ascensor que me llevará a la primera planta. Me sorprende lo vacíos que están todos los pasillos, aunque supongo que la cocina no es la parte más importante ni más frecuentada de esta base. Todo lo importante parece estar pisos más abajo. Además, dudo que nadie desee pasar todo el día bajo tierra, aquellos que no sienten la amenaza constante de Hydra deben pasar bastante tiempo al aire libre, es imposible que no se vuelvan locos aquí.
Cuando entro en la laberíntica cocina todavía no hay nadie aquí, supongo que se debe a que he venido justo entre el momento del desayuno y el de la comida. Doy un par de vueltas hasta que encuentro lo que busco. El tragaluz ilumina con la luz del sol un pequeño rectángulo de suelo, y no lo pienso mucho antes de sentarme, con las rodillas encogidas contra el pecho, justo en ese lugar. Dejo que la luz me caliente, intentando librarme de la leve sensación de angustia que me persigue desde la pesadilla de ayer, y que se ha intensificado cuando Steve se ha ido. No importa cuanto intente olvidarlo, la imagen de su cuerpo sin vida se me ha grabado a fuego. La mera idea de que algo pueda pasarle es suficiente para que sienta ganas de llorar de nuevo.
Me mata no poder decirle todo lo que en realidad siento por él, que le quiero más de lo que los amigos deberían quererse, que me asusta el poder que tiene sobre mí, capaz de calmarme con su mera presencia. No sé que haría sin él y, precisamente por eso, sé que debo callarme todo lo que me pasa por la cabeza, y por el corazón. Incluso sabiendo que ahora la sociedad no nos castigaría por ello, que ahora ya no es un delito, supongo que la mentalidad de Steve sigue siendo la que era, aquella que nos inculcaron desde pequeños.
No puedo esperar que eso cambie, pienso con amargura.
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Hasta el final
Fanfiction"¿Me había recordado?" Hace dos días Steve estuvo a punto de morir. No pudo hacer nada para evitar caer de la nave pero Bucky, su mejor amigo, le sacó del agua. El único problema es que Bucky no recuerda a Steve, ¿o sí?