Llevo ya un rato despierto, mirando al techo, cuando decido levantarme de la cama de Steve. Como de costumbre, apenas he pegado ojo y, cuando lo he hecho, he tenido de todo menos dulces sueños. Anoche, Steve me dijo que podía coger cualquier cosa del armario, pero la verdad es que no me sentí cómodo con la idea de revolver entre sus cosas personales y acabé acostándome con la ropa que llevaba puesta. Como si la privacidad de los demás te hubiese importado en algún momento, me recuerda una voz en mi cabeza. La misma voz que no deja que olvide los rostros de todos los que en algún momento fueron mi misión, la que me recuerda que no soy más que un arma programada para matar. Quiero creer que no siempre fue así, que en algún momento del pasado fui mejor, pero, por mucho que me esfuerce, no consigo recordar más que breves destellos de mi vida antes de Hydra.
Me parece oír a Steve, así que supongo que ya estará despierto. Abro la puerta de la habitación y me asomo con timidez. Steve, que está hablando con alguien por teléfono, se despide a toda prisa y me mira sonriente.
- Buenos días -me saluda- ¿Te apetece desayunar?
Asiento lentamente con la cabeza y murmuro un suave gracias. No sé por qué, pero esta situación, que debería ser de lo más extraña e incómoda, me resulta extrañamente familiar. Hay una parte de mí que no consigo identificar que se siente incluso cómoda. Creo que estoy terminando de perder la cabeza ¿Cómo voy a estar cómodo desayunando con un hombre al que intenté matar? Y no cualquier hombre, el Capitán América ni más ni menos. La parte de mí que se siente cómoda con él me recuerda que fui incapaz de matarlo. Aparto los recuerdos de ese día de mi mente. Es todo demasiado confuso y ahora mismo no estoy listo para lidiar con ello.
- Puedes sentarte si quieres -me sugiere entonces Steve mientras señala hacia el sofá dónde nos sentamos anoche.
Asiento brevemente de nuevo y me acerco mientras él va a la cocina. Me detengo junto al sofá color café que me parece, de pronto, demasiado cómodo para mí, pero Steve ha dicho que me siente, así que no pasará nada, ¿no? Decido quedarme en una de las esquinas, intentando no descolocar nada.
Poco después Steve aparece con dos tazas de café y un plato de galletas que deja sobre la pequeña mesa que hay frente al sofá.
- Puedes ponerte cómodo -dice mientras coge su taza y me invita a hacer lo mismo con la mía.
- Estoy bien -contesto quizás demasiado cortante antes de dar un trago de mi café. Cuando estoy con Steve nunca sé cómo se supone que debo comportarme. ¿Acaso él no me odia? Debería hacerlo. Probablemente lo haga. Estoy tentado de preguntarle cuando la puerta de entrada se abre con un suave chasquido de la cerradura.
- Ey Cap. Nat me dijo ayer que ya habías vuelto…
El hombre que acaba de entrar por la puerta se detiene en cuanto repara en mi presencia.
- ¿Qué hace él aquí? -grita mientras se acerca a mí. No sé quién es, pero me resulta familiar.
- Cálmate Sam -se apresura a mediar Steve levantándose del sofá.
- ¿Que me calme? Desapareces durante meses, sin dar apenas señales de vida, vuelves de repente con él y, ¿pretendes que me calme? ¿Tengo que recordarte que casi te mata? Por dios Steve, es el puto Soldado de Invierno.
- Sam relájate -dice Steve conciliador colocándose entre el tal Sam y yo, que me he levantado del sofá, alerta-. Hablemos esto tranquilamente, ¿quieres? Tengo muchas cosas que explicarte.
Steve me dirige una mirada fugaz y decido que lo mejor será que me vaya para no molestar, así que cojo la taza con mi café y me dirijo a la cocina.
ESTÁS LEYENDO
Hasta el final
Fiksi Penggemar"¿Me había recordado?" Hace dos días Steve estuvo a punto de morir. No pudo hacer nada para evitar caer de la nave pero Bucky, su mejor amigo, le sacó del agua. El único problema es que Bucky no recuerda a Steve, ¿o sí?