Capítulo 42

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-Me da igual lo que queráis, habéis tenido una semana para aceptarlo, os iréis mañana. – Ligia respiraba profundamente intentando controlarse frente a las princesas.

La situación estaba a punto de complicarse y habían decidido llevarlas de vuelta al reino, junto con Atargatis y Calírroe y, como habían previsto, las pequeñas se negaban. Pero en esta ocasión Ligia no iba a ceder, ya estaba decidido.

Ligia cabalgó junto a Ondina hasta Kattegat para asistir a la cena que habían organizado, una pequeña celebración por la futura boda de Torvi y Kai. El barro se hundía ante el peso de los caballos al galopar mientras la lluvia empapaba las capas de ambas. Ataron a los corceles y entraron corriendo para resguardarse de la tormenta.

-¡Estáis empapadas! – Torvi se acercó a ellas a prisa. – Venid, acercaros al fuego para secaros. – Hablaba mientras movía una de las sillas de la mesa junto a la chimenea encendida.

Desde hacía varios días Torvi ya conocía su secreto, pero aun así seguía tratándolas como humanas, incluso cuando todos los presentes en la sala conocían la verdad. Ligia simplemente decidió sentarse, sabía que Torvi solo quería su bienestar.

-Habéis llegado algo pronto, la cena aún tardará un rato.

-Estábamos aquí hablando mientras esperábamos - Kai encogió los hombros ligeramente restándole importancia.

-¿De qué hablabais?

-Ubbe nos contó lo ocurrido con Harald y su hermano, en el acantilado... El verdadero motivo...

-Creía que al menos tendría honor – Torvi escupía las palabras. – Pretendía tirarlas por el acantilado... A unas niñas... Solo para comprobar una absurda teoría.

-¿Qué tal se lo han tomado? ¿Han aceptado irse al reino? – Melia preguntaba, pese a imaginarse la respuesta.

-No. – Ondina se adelantó.

-¿Y qué haréis?

-No tenemos más opción, deben irse, Harald tiene más poder que nunca... No podemos arriesgarnos – Ligia frunció el rostro por la rabia de la situación.

-Seguro que acabarán entendiéndolo, solo buscáis su protección. – Torvi acarició el hombro de Ligia para tranquilizarla.

La cena acababa de llegar a la mesa, aún humeante, cuando la puerta se abrió de golpe, dejando ver a Calírroe, seguida de Metis y Estigia, las tres empapadas y sin aliento, provocando que Ligia se levantara de un salto de su silla, seguida de Ondina, temiéndose lo peor.

-¿Qué ha ocurrido? ¡Decídlo! ¡Vamos!

-Se han escapado, creemos que, por la playa, pero las huellas estaban difusas por la tormenta, se mezclaron con las de las guerreras. – Calírroe intentaba recobrar el aliento.

-Es la única opción posible, no conocen el bosque y habríamos visto sus huellas en el barro, las únicas que había eran las de los caballos. – Estigia continuó hablando.

-Regresad de inmediato, que las guerreras busquen en toda cueva, rocas, playas o poblados cercanos donde se puedan haber escondido. – Ligia se giró para mirar a Ondina. – Pléyone, Idía, Atargatis y Calírroe vendrán con nosotras a recorrer el mar... Por si aún siguieran cerca – Calírroe simplemente asintió. – Conocéis a las princesas, quizá os ayude a saber dónde han podido ir.

-Iré con vosotras, conozco un par de escondites cercanos, quizá pueda ayudar a tus guerreras. – Melia ya se había acomodado la capa para resguardarse de la lluvia.

-¿Y nosotros? – Torvi miraba la puerta por la cual acababan de salir.

-Sentarnos a esperar – Kai abrazó a su futura mujer para calmarla. – Créeme, es lo mejor que podemos hacer.

The soul of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora