Capítulo 34

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Las calles habían recuperado el bullicio de la actividad, los comerciantes vendían todo tipo de comidas, carnes, frutas y verduras, muchas comerciantes habían salido al amanecer a por pescados, traían grandes atunes y salmones frescos, pulpos, ostras, colocándolos todos en sus puestos, listos para las ventas que esperaban en ese día. Todas las sirvientas, cocineras, mujeres y los pocos hombres que en ese reino vivían, llenaban sus cestas con los productos que allí se vendían, buscando los ingredientes necesarios para las viandas que debían preparar para pasar la noche, pues para algunos de ellos, era la primera ceremonia que verían, desde la puesta hasta la salida.

Ligia caminaba lentamente junto a Ubbe, había dejado a Ondina junto a las princesas en la cascada, mientras ellos regresaban al reino a por más comida, pues creían conveniente alargar esa pequeña escapada que parecía haber ayudado al ánimo de la futura armera. El camino era largo a pie, pero agradecía la paz que allí se sentía, aunque pronto empezarían a oírse los ruidos del mercado, pues se estaban acercando ya a las primeras casas. Y así fue, los primeros gritos de los vendedores anunciando su mercancía empezaba a romper el silencio, llamando la atención de Ubbe.

-Anoche no parecía haber tanta gente...

-Se preparan para la noche, el gran festín.

-¿Festín? Creí que tras el funeral...

-En la mayoría de los casos... Es difícil de explicar...

-Inténtalo, sois un pueblo curioso, vuestras costumbres... Me intrigan a la vez que me fascinan. – Ligia sonrió suavemente ante las palabras de Ubbe.

-De acuerdo - Dijo asintiendo suavemente y tomándole de la mano para guiarle por las calles más silenciosas para poder hablar tranquilamente. – Las armeras no suelen nombrar a su sucesora en vida, pues su decisión varía muy a menudo con el paso del tiempo, con la evolución de las guerreras. – Caminaban despacio por entre las calles, rumbo a las cocinas. – Por lo cual prefieren observar a lo largo de sus días, de sus vidas y, no es hasta el final que toman su decisión, casi siempre justo antes de la batalla. Pero la mayoría mueren en el campo de batalla, antes si quiera de comunicar su decisión, obligando a las armeras a reunirse para tomar ellas la decisión, algo que puede tardar más de siete días. – Algunas mujeres regresaban con las cestas repletas de comida, de vuelta a sus casas. – Por ello, no se celebra la ceremonia como tal, solo el funeral, pues para ello deben darse seguidos la despedida y el nacimiento.

-Pero Lorelei si pudo hablar contigo, llegó aún viva. – Ligia asintió ligeramente volviendo a sentir el suave dolor en su pecho.

-Fueron sus últimas palabras... - Tomó aire para suspirar suavemente antes de continuar. – En otras ocasiones, cuando algunas armeras deciden retirarse y renunciar a sus poderes, sí, son ellas quienes nombran a sus sucesoras, pero...

-Pero no hay despedida, ninguna vida se despide al ponerse el sol.

-Ya lo vas entendiendo - Ligia acarició suavemente el brazo de Ubbe. – Esta es una de las pocas ocasiones para muchos de ellos de presenciar la despedida y el recibimiento de una nueva armera, es una ceremonia casi sagrada.

-Pero... ¿Y toda la comida?

-La tradición manda permanecer toda la noche en vela, celebrando la vida que se va, recordando sus victorias, sus logros, al igual que se recuerdan las historias de nuestro pueblo, el origen de las primeras armeras... - Se acercaron a las grandes puertas, cerrando tras ellos y caminando por los pasillos a las cocinas. – Se preparan grandes banquetes, todos los que conocieron a la fallecida o conocen a la futura armera acuden a la celebración... Y aquí todos conocían a Lorelei y conocen a Ondina, el reino entero, por eso tanto alboroto, preparan toda la comida necesaria para el reino entero, todas las familias, todas las casas participan.

The soul of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora