Capítulo 6

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Ubbe sintió como algo se clavaba ligeramente en su nuca.

-Deja las armas en el suelo y date la vuelta. – Lorelei se encontraba con su espada apoyada en el cuello de Ubbe. - ¡Ya!

-De acuerdo... - Ubbe empezó a sacar el hacha y la espada de su cinturón, pero en un segundo se lanzó contra Lorelei, quien respondió con contundencia, no necesitó más de un minuto para desarmar al muchacho y arrojarlo al suelo. Lorelei movió rápidamente su espada dispuesta a degollar a Ubbe.

-¡No! – La voz de Ligia detuvo la espada a escasos centímetros del cuello del joven. – No lo mates. – Intentaba sonar autoritaria, pero se percibía un deje de tristeza y miedo en su voz. No quería admitirlo, pero había algo en ese joven que hacía que la simple idea de perderlo le generara un vacío en su pecho. Ligia se aproximó a Lorelei, ya caminando. – No es necesario que lo mates, nadie le creerá si dice algo

-No diré nada. – Ubbe la interrumpió aún desde el suelo y con la espada de Lorelei pegada a su cuello.

-Levanta. – Ligia sonó autoritaria, Lorelei apartó su espada, dejando a Ubbe levantarse. – ¿Juras no decir nada?

-Lo juro por mi brazalete. – Ligia sabía lo importante que el honor era para esos hombres y sus juramentos.

-De acuerdo, puedes irte...

-Espera – Ubbe volvió a interrumpir a Ligia. – Entonces, ¿eres una enviada de Njördr?

-No, le rezamos a él y le agradecemos por nuestros... poderes, pero no somos sus enviadas.

-¿Poderes? – Ligia miró enfadada a Ubbe. – Juré no decir nada y así será, pero necesito respuestas.

-Poderes... – Ligia suspiró. – Sí, como Lorelei, ella forja las armas y las joyas. – Asintió levemente, entonces Lorelei alzó ligeramente su mano, una pequeña bola de agua se elevó, tomando la forma de una punta de flecha, que tras esto cayó en la arena frente a Ubbe, quien se agachó para tomarla del suelo y admirarla en sus manos.

-Es agua... - Ubbe aún no entendía cómo. – Las armas... Las que nos disteis, ¿eran... de agua?

-Sí. – Ligia sonaba algo cansada por tantas preguntas.

-Y... Las perlas, por eso las perlas, podéis nadar como peces, por eso tenéis tantas

-Ubbe, creo que es suficiente por ahora. – Ligia se giró, dando la espalda al muchacho, tras esto se marchó, seguida por Lorelei. Ligia caminó de vuelta a Kattegat, concretamente al mercado, quería hablar con Briseida y Gerd sobre la ceremonia y también para agradecerles la lealtad y perseverancia que Gerd había demostrado. Al llegar llamó a ambos a una zona algo alejada y escondida del bullicio.

-Mi reina. – Gerd sonaba aún algo afectado.

-Sshh... - Le silenció con cariño Ligia. – He venido para premiar vuestra lealtad. – Tras decir esto, Ligia arrancó una de las perlas negras de su pulsera y la depositó en la palma de la mano de Briseida, Lorelei con un suave movimiento de dedos, empezó a formar un anillo alrededor de la perla. Cuando este estuvo acabado, Briseida lo observó con atención.

-Mi reina, es un anillo de transformación... - Ligia asintió.

- Con el podrás estar en el agua con forma humana siempre que quieras. Es un obsequio por vuestra lealtad. – Ligia extendió la mano hacia Lorelei, quien se quitó uno de sus brazaletes y lo posó en la mano de la reina. – Y esto. – Dijo mostrando el brazalete. – Es para ti. – Depositó el brazalete en las manos de Gerd. – Siempre que lo necesites, ya estés perdido, o necesitado de ayuda, este brazalete te llevará al reino de las perlas, siempre y cuando no haya malas intenciones en tu corazón. – Gerd se arrodillo al escuchar las palabras de la reina.

-Gracias mi señora, juro guardar el secreto, lo juro.

-Y yo te creo, ahora, por favor levántate. – Gerd se levantó aún agradecido. – Ahora, hablemos de la ceremonia. – Briseida asintió ante las palabras de la reina. – Será bien entrada la noche, cuando la luna esté en su cénit. Lorelei vendrá a buscaros en su momento. Entonces ambos la acompañareis, pero solo tú, Briseida, podrás ir hasta la orilla del mar, Gerd, tú deberás permanecer en el bosque, a la espera de nuestro regreso, y tranquilos, pondré a guardias para evitar cualquier interrupción. – Ambos escuchaban atentamente.

-Gracias mi reina. – Briseida hizo una pequeña reverencia, lo que su abultado vientre le permitía, Ligia le correspondió inclinando levemente la cabeza.

-Ahora volved a vuestro puesto tranquilos. – Ambos volvieron al mercado, mientras Ligia volvía a su casa, dejando a Lorelei libre para pasear por Kattegat.

Ligia entró en la casa, se acercó a la cama para descansar un poco, pero algo llamó su atención, un brazalete de plata con una lágrima de esmeralda, muy pocos en Kattegat podían permitirse adquirir algo así. Alguien golpeó la puerta, Ligia fue a abrir, encontrándose con una esclava al otro lado.

-La reina me envía para invitarla a la comida, como disculpa por el comportamiento de sus hijos.

-De acuerdo, espera un momento. – Ligia cerró la puerta de nuevo, era sorprendente lo rápido que corrían las noticias en ese lugar. Miró de nuevo el brazalete, decidió ponérselo y salió de la casa, junto a la esclava, en dirección al gran salón, donde la reina Aslaug y sus hijos la esperaban.

-Me alegra que hayas aceptado. – Aslaug saludó a Ligia y le invió a sentarse, Ligia tomó asiento en el espacio libre, junto a Ubbe y enfrente de Hvitserk. – Te pido disculpas en nombre de mis hijos, y espero que esto no se tome como un insulto contra el reino de las perlas, pues agradecemos la nueva...

-Reina Aslaug, tranquila, no lo he tomado como una ofensa hacia mi reino, la alianza sigue en pie. – Aslaug sonrió ampliamente al escucharlo. – Pero, por mi parte sí lo he tomado como una ofensa hacia mi persona y hacia el mercader y su esposa, sin embargo, no voy a tomar represalias contra sus hijos reina Aslaug, simplemente, y como ya les comenté a ellos, tras cumplir mi promesa de enseñarles a luchar, me iré de vuelta a mi reino, y no volveré más a Kattegat. – La sonrisa de Aslaug desapareció.

-Me entristece oír esas palabras. – Aslaug comenzó a hablar. – Pero, ¿puedo hacerte una petición?

-De acuerdo.

-Te pido que, durante el tiempo que permanezcas aquí, reconsideres esa idea, y si llegado el momento aún deseas marchar para no volver, no seré yo quien te detenga, mas si cambias de opinión, estaré encantada de darte cobijo y alimento. – Aslaug miró con una dulce sonrisa a Ligia. – Dime, ¿aceptas mi petición?

-Acepto.

-Bien pues. – Aslaug sonrió ampliamente. – Comencemos. – Con un sutil movimiento de su mano, los sirvientes empezaron a traer la comida.

-Por cierto, Ubbe. – Ligia hablaba en un tono algo suave para intentar que el resto no escuchara. – No era necesario el brazalete, pero gracias.

-¿Brazalete? ¿De qué hablas? – Ubbe sonaba extrañado, Ligia le mostró el brazalete en su muñeca.

-Pensaba que tú lo habías dejado en mi casa...

-No. – Ubbe sonaba molesto.

-¡Oh! Creí que... - Ligia estaba confundida, decidió comer y dejar el tema, pero se sentía observada, mas cuando alzaba la vista para ver quien la miraba, no encontraba al culpable.

Ubbe se levantó de la mesa en cuanto acabó de comer y salió del gran salón. Ligia le siguió con la mirada hasta que lo perdió de vista, al volver a la mesa, unos ojos se cruzaron con los suyos por unos segundos, para después volver a su plato.

-Bonito brazalete... - Hvitserk habló por primera vez, dejando a Ligia sin palabras.

The soul of the seaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora