Capítulo 40

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Las olas rompían feroces contra las rocas al extremo de la playa. En la arena, el agua se adentraba más y más, inundando las huellas marcadas por las guerreras. Los entrenamientos se habían endurecido, el motivo, la marcha de Björn. La posibilidad del regreso del rey Harald obligaba no solo a aumentar la vigilancia, si no a endurecer los entrenamientos de las princesas, de lo cual se había hecho cargo Ligia, algo muy conveniente, pues había estado evitando a Ubbe y ahora tenía la escusa perfecta.

El temporal estaba empeorando, obligando a detener el entrenamiento de las princesas, pero no el de Ligia. Ni bien las pequeñas se alejaron con Atargatis, las guerreras se reorganizaron.

-Aún no has estado en una batalla, ¿verdad? – Ligia cambiaba las espadas que había usado con las princesas, eligiendo con cuidado su nueva arma.

-No. – Kendra miraba algo confusa.

-Pues felicidades, hoy tendrás la primera - Se detuvo frente a las lanzas – O al menos lo más parecido a una. – Eligió una lanza de su altura, comprobando el peso en su mano. – Elige bien tus armas, de ello dependerá tu vida... Por así decirlo - Continuó equipándose, tomó un par de dagas, colocándolas en el cinturón, tras su espalda. – Debes equiparte bien para una batalla – Explicaba mientras escondía un cuchillo bajo las tiras de cuero que colgaban del cinturón. – Esto no es un simple adorno, no es una falda... Nos aporta protección, el cuero es grueso y además, permite esconder armas – Levantó una de las tiras, dejando ver el arnés de sus piernas, donde enganchó el cuchillo.

-¿Y si no tengo arnés? – Kendra miraba algo avergonzada.

-Escóndelo en la bota... Y consigue un arnés en cuanto puedas – Ligia intentó tranquilizar a la joven, parecía que había sido demasiado intensa en su explicación. – Y respira, es solo un entrenamiento, no te preocupes por fallar – Tomó a la joven por los hombros para mirarla a la cara. – Lo que cuentan no son los fallos, si no lo que aprendes de ellos. – Kendra asintió ante sus palabras. – Bien, elige tus armas y cuando estés lista, ve a la orilla.

-De acuerdo. – Kendra miró las armas por un segundo antes de volver a mirar a Ligia, quien sonrió para después dar media vuelta y regresar a la playa junto a las guerreras.

-Ir eligiendo bando – Todas se giraron al oír la voz de su reina. – Junto a la orilla, el bando de Ondina, junto al bosque, el mío. – Las mujeres empezaron a separarse. – Ondina, intentaréis invadir el borde del bosque, nosotras invadir la orilla del mar. Ganará quien...

-Mi reina, perdone, han venido a verla...

-Esperamos no molestar - Ligia se volteó al oír la voz de Gunnhild. – No os vemos desde hace días... Pensé en venir a veros.

-¿Con las escuderas? – Sonrió de medio lado.

-Ubbe comentó que habías vuelto a entrenar, como antes... Pensé en que quizá podríamos tener un pequeño combate, de reina a reina. – Miró momentáneamente a sus escuderas. – Y tenían curiosidad por veros.

-Van a hacer más que vernos – Ligia movió la cabeza, indicándoles que se acercaran. – Justo íbamos a... Jugar... - Movió la mano ligeramente, mandando a una de sus guerreras. – Ella os explicará las normas y os dará más armas si lo deseáis. – Miró a su lado, Kendra se había unido hacía poco y respiraba algo nerviosa.

-¿Podemos hacer esto más interesante? – Gunnhild hablaba entretenida mirando uno de los cuchillos, mientras se unía al bando de Ondina.

-¿Cómo?

-Hace tiempo que no vas a visitarnos - Comentaba mientras aseguraba las armas que llevaba. – Si ganamos... Vendrás a Kattegat a cenar con nosotros.

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