The soul of the sea

Capítulo 48

El sol empezaba a iluminar las calles de Kattegat despertando así a sus habitantes, pero en el gran salón el día había empezado mucho antes.

–¡El enviado de Harald! ¿Tenía que ser él? – Las voces de Björn retumbaban por todo el gran salón.

–¡Era un violador! – Ubbe no se quedaba atrás, elevando su voz al mismo nivel que su hermano.

–Solo hicieron justicia. – Gunnhild hablaba calmada, intentando trasmitirle esa calma a su esposo.

–Lo sé, pero eso a Harald le dará igual, solo verá una excusa más para atacarnos.

–Me ocupé del cuerpo, lo llevé a un camino apartado, parecerá un simple asalto – Ubbe se frotaba las sienes intentando relajar su mente, sin éxito alguno.

–Esperemos que así sea, no necesitamos más razones que alimenten la sed de venganza del rey Harald. – Gunnhild se sentó en su trono, soltando un sutil suspiro intentando liberar la tensión de su cuerpo.

–No lo hará – Björn se sentó en su trono apoyando sus codos en sus rodillas, pasando sus manos por su cabeza, intentando aclarar sus pensamientos, o al menos lograr organizarlos de algún modo. – Hallará el modo de llegar hasta nosotros, de culparnos a todos, le darán igual las explicaciones – Agarró una copa tomando un gran trago de su contenido antes de continuar hablando. – Es el peor momento, más aún cuando vosotros partáis – Señaló sin muchas ganas a Ubbe con la mano.

–Sabes que debemos salir lo antes posible, el hielo se formará pronto y entonces será imposible.

–Lo sé, lo sé – Björn se levantó para poner su mano en el hombro de su hermano. – Es tu destino y no me interpondré en él.

–Gracias hermano, partiremos en tres días, Kjetill nos acompañará, conoce el camino.

–¿Nariz plana? – Björn alzó su vista.

–Sí, dice que hay un viajero que vió unas tierras desconocidas, quizá él sepa algo de Floki...

–Me conozco sus historias. – Regresó a por su copa. – Dice que Floki simplemente se fue... – Negó ligeramente mientras tragaba el último sorbo de cerveza. – Eso no es normal en Floki... Sigo sin confiar en él, ten cuidado.

El murmullo del arroyo inundaba la quietud del bosque. Kendra acariciaba los rojizos cabellos de Atargatis, que descansaba la cabeza sobre su regazo. Una pequeña sonrisa se formó en su rostro al ver como la pecosa nariz de la joven se arrugaba ligeramente al roce de unos cabellos rebeldes movidos por el viento.

–¿Qué? – Preguntó Atargatis con voz alegre.

–Te echaba de menos – Kendra apoyó su dedo en el mentón de la pelirroja, guiando su rostro hasta unir sus labios en un tierno beso. Sintió como la comisura de sus labios se tornó en una delicada sonrisa.

–Desearía verte más a menudo...

–Y yo... Pero sabes que debemos cumplir con nuestras obligaciones – Atargatis abrazó a Kendra con una mueca triste en el rostro ante sus palabras.

–Lo sé, pero... Desearía poder hacer mi trabajo, contigo a mi lado – Se sentó a horcajadas sobre Kendra, tomando su rostro entre sus manos, uniendo sus labios en un suave beso que poco a poco fue ganando intensidad. – Aunque, mejor aprovechar el tiempo que tenemos.

En el poblado reinaba la calma, al menos en la superficie. La noticia del incidente no tardó en extenderse y toda la rabia y el dolor causado era canalizado en los entrenamientos, aumentando la asistencia a los mismos, las guerreras buscaban desahogarse, las sirvientas deseaban aprender a defenderse. Sentían que pronto daría comienzo una guerra, de la cual nadie estaría a salvo. Los humanos no necesitaban demasiadas excusas para la guerra, y acababan de darle una perfecta a quien disfrutaba del sonido del metal por el simple y puro placer de luchar. Se habían infiltrado demasiado en el mundo de los hombres y presentían que el precio a pagar iba a ser demasiado alto.