13. Make Me Besties with the Devil

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13. Make Me Besties with the Devil

Cuando entré a mi habitación, Louis estaba sentado en mi cama, de brazos cruzados y con el ceño fruncido. Sus ojos se detuvieron en los míos mientras me recargaba en el marco de la puerta. Soltó el aire que estaba conteniendo antes de murmurar, "ven a la cama."

"Oh, vamos, está bien," susurré para mí mismo.

Louis no habló hasta que me cambié a mi pijama, lavé mis dientes, me paralicé en el baño, jugué al gato en las baldosas, y fui a la cama. Él no me apuró ni dijo una sola palabra que me diera una señal sobre lo que estaba causando que sus rasgos se contorsionaran en un puchero.

Debí pasar mucho tiempo en el baño pues, cuando salí, la habitación estaba en completa oscuridad. Él estaba acostado en la cama, no en su lado habitual. Él amaba dormir cerca de la ventana porque necesitaba estar frío en el frente y cálido en la espalda. Esa era también la manera en que excusaba su necesidad de abrazos. Pero esta vez había empujado su cuerpo hacia la puerta del baño, con un brazo colgando.

Yo no podía ver bien, pero podía darme cuenta de que no estaba dormido. Sus respiraciones eran cortas y fuertes. Cuando se quedaba dormido, su respiración sonaba relajada, casi calmante. En ese punto ya sabía mucho sobre el chico. Hice mi camino hacia el borde de la cama, acercándome lenta y ciegamente.

"No quiero pisarte," dije cuando estaba justo en la orilla.

"Entonces salta," contestó.

Así que él estaba siendo difícil. Se rehusó a moverse. Me hinqué sobre el colchón, alzándome del suelo. La cama se hundió con mi peso y su cuerpo se inclinó un poco hacia el mío. Me estremecí ante el calor. Palpé el otro lado con mis manos. El primer toque cayó sobre su espalda sudorosa, el siguiente en su suave mano y él último en las sábanas vacías. Cuidadosamente, levanté mi peso, llegando al espacio vacío. Estoy seguro que caí un poco en su cabello cuando me balanceé, pero él no dijo nada. Él se quedó ahí, quieto como una roca, dejando que me acomodara a su lado.

"¿Estás bien?" Pregunté una vez que me había acomodado.

Jalé la cobija para taparme, pero me di cuenta de que él estaba sobre ella, haciendo la acción imposible. Mis ojos se cerraron unos segundos con una ligera frustración. Dejé salir un tembloroso suspiro. La cobija estaba olvidada. Me quedé sobre ella, con las manos en mi pecho. Él estaba sobre su estómago, con la cabeza en la almohada, volteando hacia el lado contrario a mí. Había una mísera pulgada de distancia entre nosotros que no disminuyeron el incómodo silencio. Imaginé que nos mirábamos como cerillos en su caja, intentando tontamente no tocarnos en un espacio tan pequeño.

"No debimos beber tanto," dijo sin emoción.

"No debimos," seguí con la conversación vacía.

"¿Eres legal si quiera?" Preguntó en seguida.

"Tengo dieciséis," por lo tanto, no lo era, "creo que soy el menor."

"¿No lo era Niall?" Preguntó, aunque era claro que no estaba sorprendido.

"No, no es Niall."

Estábamos callados de nuevo. Él no se movió para nada—su voz se amortiguaba por la almohada. Hice figuras con mi boca, inflando mis mejillas para matar el tiempo. El techo se movía con mis náuseas. Pensé que quizá no éramos los mejores amigos. Debió significar algo si pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo juntos intentando averiguarlo. Se volvió agotador fácilmente. Por mucho que pudiera leerlo como a un libro, algunos días, él cambiaba lenguajes y no tenía sentido intentarlo sin un traductor.

"¿Estarás enfermo mañana?" Cuestionó, "¿Te sientes mal?"

"Intentaré no vomitar sobre ti esta vez," respondí, sonriendo para mí mismo.

Él no lo reconoció. Suspiré, dándole la espalda e intentando ponerme cómodo sin una cobija. Era claro que él no estaba de humor para hablar. Claro, yo quería que las cosas estuvieran mejor entre nosotros. Claro, el estado de nuestra relación me estaba molestando. Pero eran casi las cinco de la mañana y ya habría un mejor momento para explicarlo. Un momento en que no estuviéramos cansados, ebrios y raros.

Tan pronto como creí que ambos habíamos notado el final oficial de la conversación—tan pronto como cerré los ojos—lo escuché hablar de nuevo.

"Pero yo siempre soy la cuchara pequeña," se quejó.

Mis ojos se abrieron de golpe y sonreí para mí mismo. Solo me quedé quieto el tiempo suficiente para tomar aire antes de girarme. Él ya estaba en su lado. No pude evitar la enorme sonrisa en mi rostro, por lo que estuve agradecido por la oscuridad. Él sacudió sus hombros, retorciéndose un poco en la cama. Esa fue la señal.

Puse mi brazo alrededor de su cintura y lo atraje hacia mi pecho. Sentí su cabello contra mis labios. Me pregunto si sintió mi corazón latiendo contra su espalda. Olí mi shampoo en su cabeza. Me pregunto si percibió el olor de la cerveza en mi aliento. Lo escuché resoplar mientras se acercaba más a mí para ponerse cómodo. Mi mano retiró el cabello de su rostro y, a pesar de que estaba ebrio y no veía, no le piqué el ojo como en la primera vez que lo intenté. Parecía que ya estaba acostumbrado a eso.

"Me agradan," dijo cuando finalmente estuvo cómodo contra mí.

"A mí igual," contesté, sonriendo contra su cabello.

"Pero tú me agradas más," confesó y luego, más preocupado, agregó, "¿Yo te agrado más?"

Ni si quiera lo dudé, "Claro que sí, Lou."

"¿Vamos a ser amigos siempre?"

"Mejores amigos," confirmé, apretujándolo entre mis brazos.

"¿Siempre?" Suspiró, tocando mi mano.

"Siempre," prometí, como siempre hacía cuando él necesitaba seguridad.

"¿Sin importar lo que pase? ¿Incluso si no ganamos?" Se preocupó Louis.

"Ganaremos," dije felizmente, "ganaremos."

"¿Cómo lo sabes?" Preguntó después de unos minutos.

Pude notar que él tenía sueño. Su voz se hizo más gruesa. Solo quería que le hablara hasta que se durmiera, así no pensaría todo de más. Louis suele hacer eso en la noche cuando está muy silencioso. Alcancé la cobija con una mano y lo levanté a él con la otra. Me las arreglé para deslizarla debajo de él con algo de dificultad y después nos tapé, para estar más cálidos y seguros.

"Confía en mí," ofrecí, respirando contra su piel, "a veces solo debes tener fe."

Él susurró mi nombre, adormilado, y no dio una respuesta. No me tomó mucho tiempo quedarme dormido esa noche. Estaba cansado y era tarde. Aunque sí pensé en los demás acostados en sus camas. Y pensé en Lou, cálido y real, roncando suavemente entre mis brazos. Estaba seguro en ese entonces de que ganaríamos—algo se sentía correcto. Y sí ganamos... en la vida, donde realmente importaba.

Fetus | Larry Stylinson | Jayme Dray - Traducción oficialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora