31. Make Me Moan and Groan

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31. Make Me Moan and Groan

La noche siguiente a la confrontación, Louis no esperó a que se apagaran las luces. Vino a mí tan pronto como nos fuimos a la cama, haciendo un punto al ver a Zayn durante todo su camino hacia mí. No tuve que actuar sorprendido, porque lo estaba. Había esperado su rebelión, pero no a esta magnitud. Me pregunté qué tan lejos la llevaría. Me pregunté si él sabía lo que estaba haciendo. Pero ese era exactamente mi problema, siempre asumí que lo sabía. Nunca dudé de él, nunca cuestioné sus intenciones. Siempre creí que él estaba en lo correcto.

Sin embargo, lo abracé mientras las luces seguían encendidas frente a los otros chicos. Sonrió abiertamente, acurrucándose más en mi calor. Liam se aclaró la garganta, pero no dijo nada. Niall me mostró los pulgares, lo que hizo que Louis le sonriera por primera vez. Zayn solo sacudió la cabeza, pero se contuvo de confrontarlo.

No desperté a Louis esa mañana y él no se quejó. No nos separamos más esa tercera semana. Nos mudamos permanentemente a mi cama. Zayn tomó la suya y se rindió al darle a Tommo una lección. Hicimos que quitaran la cama individual para tener más espacio. Se sintió como si yo hubiera tomado una decisión de la cual no podía retractarme y, de alguna manera lo hice, porque después de lo que pasó ese martes, fue imposible que volviera a verlo con ojos inocentes. Hasta ese entonces, me había apegado como un niño a su juguete. Más allá de ese punto, era diferente. Ya no era un niño y él no era algo que pudiera reemplazar.

La noche en que las cosas cambiaron, Louis no me dio la espalda cuando se acomodó en mi cama. Esa había sido nuestra señal para cucharear, así que admito que estuve confundido y perdido en cuanto a cómo proceder. Me enfrentó, sin miedo, acercándose lo suficiente para que nuestros pechos se acercaran ligeramente. Mis latidos golpeaban contra los suyos. Lo miré, confundido, pero no me moví incluso cuando su mano tocó mi cadera.

Entonces se inclinó lo suficiente para que pudiera oler su pasta de dientes. Había un propósito en sus acciones; no estaba simplemente tanteando los límites de la inseguridad. Mientras sus labios se acercaban, lo suficiente para que mis ojos tuvieran esa extraña doble visión, comencé a entrar en pánico. No estaba asustado de lo que podría hacer. Estaba aterrorizado de lo que yo quería que hiciera.

Su mano se deslizó de mi cuerpo para detenerse en la base de mi cuello. Inclinó su cabeza a un lado, tomando una respiración temblorosa. Entonces no tuve duda. Si pudiera hablar, lo habría provocado como él lo hizo, "hazlo para que sepas que no es lo que quieres."

Pero hablar iba contra las reglas no dichas, así que me quedé callado, intentando calmar mis respiraciones anticipadas. Cuando sus labios finalmente tocaron los míos, ya había llevado mi mente a esa mentalidad. Respondí con disposición y sin duda, moviendo gentilmente mis labios contra los suyos que experimentaban. La mano en mi cuello se apretó lo suficiente para rasguñarme, moviéndose hacia arriba para jugar con los rizos de mi cabello. Pero no hicimos otro intento de tocarnos.

Nuestros futuros besos fueron todos sobre tocar. Nuestros labios solo eran una distracción, una manera de mantener nuestras bocas calladas y nuestros ojos cerrados. Nuestras manos eran las que hacían la exploración, empujando, amando. Cuando ya estábamos saliendo, los besos nunca se detuvieron y nunca teníamos sexo sin haber intercambiado muchos de ellos antes. Siempre nos decíamos que no podíamos olvidar la intimidad porque no podíamos ser como esos amigos que tenían sexo por conveniencia. O estábamos completamente juntos, o no lo estábamos. Qué irónico que pasáramos dos años besándonos en clósets y silenciosos en el escenario.

Louis se acostó sobre su espalda cuando se alejó. Miré la manera en que sus ojos azules se oscurecieron cuando se mordió el labio. Tomé una respiración profunda por la nariz—silenciando mi mente en sumisión. Luego fui a por ello de nuevo, besándolo otra vez contra la almohada con placer culposo. No fue como la primera vez. Este tuvo una repetición y tendría una secuela. No hubo nada singular en ello. Un beso de la nada podía ser un error. Dos besos seguidos son algo bien hecho por una vez.

Mi brazo se movió bajo su cuello y lo abracé contra mí, aun invadiendo su boca. Quería moverme más debajo de su cuello, pero me contuve, recordando exactamente lo que estaba haciendo. Él no era una chica que había arrastrado a la parte trasera de la escuela para que mis amigos dejaran de burlarse de mí. Él era mi mejor amigo, alguien que yo quería valorar y complacer. Él era importante y yo no iba a tocarlo hasta estar seguro de que él estaba seguro.

La oscuridad ayudó con la culpa. El silencio le dio un aire de secretismo y, especialmente, un aire de anonimidad. La experiencia se sintió como algo fuera de la vida diaria, extrañamente incómoda e inequívocamente atrayente. Por un momento, estábamos lejos de todo y los besos significaban todo y nada.

Después de solo unos dulces minutos, él se alejó y me dio la espalda. Yo lo abracé contra mi pecho, aceptando dignamente el final. Intercambiamos besos de buenas noches y nos dormimos. Cuando despertamos, me encontré con que seguíamos siendo mejores amigos y eso me salvó. Estaba muy asustado entonces para admitir que no éramos mejores amigos. Éramos mucho más.

El momento nunca fue comentado y nuestro comportamiento siguió siendo el mismo. Si los chicos notaron una diferencia, no lo demostraron. Si Louis sintió un cambio, lo ignoró. Hablamos y susurramos y jugamos y nos acurrucamos. Cantamos. Hicimos amigos. Hicimos bromas a las personas. Hicimos videos. Nada cambió en nuestra rutina diaria. Nada más que la alegría de ver la puesta del sol detrás de los árboles.

Fetus | Larry Stylinson | Jayme Dray - Traducción oficialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora