Hermione:
¿Te apetece una noche de chicas?
"Caminar hasta el número 1283 y luego girar a la derecha", repitió en su cabeza. Había aprendido la dirección de la casa de Pansy de memoria y cada tanto verificaba recordarla bien, ya que aunque conocía Londres, no estaba del todo acostumbrada a sus calles y lo último que le faltaría sería perderse; sin embargo, tenía un papel con la dirección en su bolsillo, nunca se era lo suficientemente precavido.
Mil doscientos setenta y nueve, mil doscientos ochenta... Hermione giró a la derecha en la siguiente intersección. Se tomó un momento para procesar el cambio. Pudo sentirlo incluso en el aire, las barreras que desviaban a los muggles para que pensaran que no había una calle entre medio del edificio número mil doscientos ochenta y tres y la tienda que ocupaba el número mil doscientos ochenta y cuatro.
"Ahora solo debo ir por esta calle hasta el edificio 4790", recordó. Se puso en marcha mientras miraba con curiosidad la arquitectura del lugar, mucho más antigua que cualquier otra que hubiera cruzado hoy, de materiales robustos que desafiaban al tiempo, y también las calles empedradas, tan llamativas para ella ahora, ya que en Londres muggle habían quitado la mayoría de ellas para que los vehículos circularan sin dificultades. Hermione sentía que había retrocedido varias décadas, las cosas mágicas casi siempre le generaban eso.
Al pararse al fin frente al edificio que buscaba, tragó saliva con nerviosismo, aun cuando sentía la boca pastosa y seca; no fue agradable. Miró el cartel de nuevo: cuatro mil setecientos noventa. Era aquí, no había dudas. Se miró en el reflejo del vidrio y acomodó su cabello tras su oreja. Miró el resto de su ropa: su camisa estaba bien, sus zapatillas no se veían manchadas. Estuvo por tocar el timbre, pero se arrepintió. Buscó en su bolsillo la dirección, por las dudas de que haya recordado mal el número, pero no fue así, estaba bien, este era el lugar. Tomó una bocanada de aire, se restregó sus manos en sus pantalones, tiró sus hombros hacia atrás y acercó su dedo al botón. Se arrepintió al último segundo, en pánico por la idea furtiva de no tener buen olor. Había caminado bastante por la ciudad, ya que usó el tren en lugar de pedirle un aventón a su padre. Tiró de la tela de su camisa hacia arriba para acercarla a su nariz. Todavía se sentían los suavizantes que usaba su madre, lavanda, no tan fuerte, pero persistía. Buscó su muñeca, el perfume que se puso antes de salir de casa seguía ahí. En su cuello debería suceder lo mismo, ¿verdad? Suspiró. Solo estaba dando vueltas para no llamar a Pansy. Otra vez se arregló el cabello con el reflejo del vidrio y luego tocó el botón del timbre: piso D, número 7.
Nunca había estado en un edificio de departamentos mágico, así que se sorprendió al ver cómo el botón se salió de la pared de un disparo y rodó tan rápido por el suelo que en un parpadeo desapareció de su vista saltando por los escalones. Tan deprisa como se fue, volvió, generando un "¡Ding!" cuando se encajó de nuevo en el lugar que había dejado vacío. Hermione se distrajo mirando los botones e intentando entender qué rayos había sucedido, por lo que no notó cuando el elevador de planta baja se abrió y dejó salir a Pansy, la cual caminó hacia la entrada para abrir la puerta. Como Hermione no le prestó atención en lo absoluto, se apoyó en el marco y se quedó mirándola, intentando descubrir qué pasaba.
—¿Qué se supone que estamos viendo? —dijo Pansy con sorna, inclinándose cerca de su oído—. ¿Los botones te han ofendido?
—Creo que hay un encantamiento aquí, pero no estoy segura de si aplicaron un hechizo velox o... —su concentración cayó, siendo consciente de su entorno, y giró un poco el cuerpo para mirar a Pansy a la cara—. Hola.
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Muda de Piel.
RomanceDurante el 5to año de Pansy Parkinson en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, todo cambió para ella. Luego de una tragedia en su familia deberá enfrentar cambios enormes: en su hogar, en su estilo de vida, en sus amistades y hasta en su forma...