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Hermione:

¿Debí haber desarrollado también

a nivel histórico la pregunta número

tres de Encantamientos?

¿Seis rollos de pergamino es poco,

cuántos escribieron ustedes?

Hermione estaba un poco nerviosa. Bueno, estaba bastante nerviosa en realidad...

—¿Por qué no estudias tú sola? —propuso Harry, con un tono que rozaba el enojo.

Tenía los ojos un poco llorosos porque Hermione lo había golpeado en la nariz con uno de los bordes de su libro "Últimos avances en encantamientos". Ella le había pedido ayuda para repasar, pero no se resistía a arrebatarle el libro para revisar las respuestas al segundo de decirlas en voz alta. ¡En su defensa, Harry tardaba mucho! No tenía el libro lo suficientemente memorizado todavía.

—¿No tienes hambre Hermione? —preguntó Ron—. ¿Tu cerebro no te pide, tú sabes, comida también, o ahora consumes papel?

A pesar del tono jocoso y despreocupado de Ron, Hermione sabía que él estaba muy asustado por los exámenes. Todavía recordaba bien cómo estaba ayer en la sala común de Gryffindor, moviendo los labios sin soltar sonido mientras leía y releía sus propios apuntes, hasta se tapaba los oídos para que ni el más mínimo sonido lo distrajera.

No contestó a la broma, solo agarró su tenedor para buscar un bocado de algo. Su estómago estaba en un estado extraño, no tenía nada de hambre, y al mismo tiempo lo notaba tan vacío y se sentía con tan poca energía que meterse comida a la boca le sonaba a una de las mejores ideas del mundo. Pero no llegó a hacerlo, ya que de la sorpresa soltó el tenedor, que cayó sobre el plato. El sonido del tintineo de los cubiertos alertó a Harry y Ron. Ella solo pudo señalar hacia el vestíbulo, tras las puertas abiertas del Gran Comedor, y decir:

—¡Ay, Dios! ¿Son ellos los examinadores?

Un grupo de ancianos estaba rodeando a Dumbledore, que era el único ahí con una sonrisa alegre. Tenía una actitud relajada, como si los estuviera guiando por su propio hogar y contara anécdotas divertidas mientras lo hacía. Hasta señalaba algunos rincones cada tanto.

Los tres adolescentes compartieron una mirada cómplice y se acercaron a verlos. Parecía que no fueron los únicos con la idea, ya que Sophie y Pansy, además de otros compañeros, como Hannah Abbott, de Hufflepuff, y Padma Patil, de Ravenclaw, caminaron hacia allí también.

—¡Por décima vez, Dumbledore, tuvimos un buen viaje! ¡Tú sabes bien que vine a este castillo más veces que tú! —gritó una bruja bajita y encorvada, tenía una cara tan arrugada que resultaba difícil leer sus gestos.

—Por supuesto, por supuesto, señorita Marchbanks —respondió Dumbledore con tono paciente—. Solo me preocupo por el bienestar una de mis examinadoras favoritas.

—¡Oh, tú! —chilló feliz la anciana, soltando una risa abochornada mientras sus mejillas se sonrojaban—. ¡Y tú fuiste de los estudiantes que más disfruté de examinar! —Hermione comenzaba a sospechar que esa mujer tenía algún problema de sordera, hablaba demasiado alto sin necesidad—. Encantamientos y Transformaciones, para los ÉXTASIS —dijo, mirando a los otros ancianos a su alrededor—. ¡Hacía unas cosas con la varita que yo jamás había visto hacer!

—Hará que ahora me sonroje yo —respondió Dumbledore, humilde—. Ahora dejen que les muestre la sala de profesores. ¿Seguro que todos quieren acompañarme con una taza de té?

Muda de Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora