[23]

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Hermione:

¿Y si nos atrapan? ¿Qué hago?

La cabaña de Hagrid tenía tanta nieve en el techo que se perdía en el paisaje. Solo gracias al humo que salía de la chimenea podían divisarla estando aun tan lejos.

Hermione se ajustó la bufanda, intentando cubrir su nariz ya algo roja. Aunque sus manos estaban también dolorosamente frías, esas no las resguardaba, ya que Pansy caminaba a la par de ella y cada tanto rozaba su dorso de la mano con el suyo. Era algo que la ponía muy nerviosa y al mismo tiempo le encantaba. Miraba para adelante enseguida cuando sus pieles se tocaban, hacia Ron y Harry que tomaron la delantera por el sendero, asegurándose de que no hubieran volteado justo en ese momento. Porque... ¿Cómo explicaría esta situación? ¡Era demasiado sospechoso no guardar sus manos sin guantes en sus bolsillos! ¿Podría explicarles esto? Decirles "Chicos, Pansy y yo nos besamos" le parecía demasiado vergonzoso. Además, si lo hacía, no tardarían en preguntarle por qué no les dijo antes que le gustaban las mujeres. Pero es que, ¡ella les habría dicho si lo hubiera sabido! ¡Hermione era la más sorprendida aquí! Y peor aún, confesar eso, significaba que debería escuchar a Ron decirle "Te lo dije".

En cuanto llegaron a la cabaña, Harry volteó, y Hermione, como si hubiera sido golpeada por un rayo, apartó su mano y la ocultó enseguida en su bolsillo. No tuvo que girarse para saber que Pansy la miraba con una sonrisa burlona. Ron tocó con fuerza la madera y unos ladridos se escucharon, Fang había reaccionado al ruido. Ni dos segundos después la puerta se abrió. Los chicos tuvieron que dar un par de pasos atrás para evitarla.

—¡Muchachos! —Hagrid los saludó con una sonrisa enorme, mientras se quitaba unos guantes rosas de cocina—. Entren, entren —los apresuró, dando un paso atrás para invitarlos.

Fang arremetió contra ellos. Harry fue la primera víctima de los lengüetazos. Pansy retrocedió enseguida y no dudó en ponerse tras Hermione.

—Tranquilo, tranquilo —calmó el semigigante al perro, justo a tiempo para evitar que Ron fuera babeado de pies a cabeza—. Vengan, tomen asiento. Preparé unas galletas de chocolate. ¡Están recién salidas del horno!

—Genial —balbuceó Ron, poniendo una mueca de disgusto al imaginar su sabor.

Recién cuando Fang se alejó y acomodó en la cama, Pansy dejó la seguridad de su escudo humano. Hermione la miró por el rabillo del ojo con fastidio, y la otra en respuesta se encogió de hombros y dijo:

—Mejor tú que yo.

—Estúpida —gruñó. Y Pansy rio por lo bajo.

Los cuatro chicos se sentaron. Harry sacó de su capa de invierno el pergamino que Neville había conseguido para ellos.

—Aquí tienes, Hagrid. Con esto puedes plantar tus propios ingredientes —dijo, mientras se estiraba sobre la mesa para entregarle el papel—. Y si necesitas ayuda, Neville se ofreció.

—Oh chicos, muchas gracias. No sé cómo podré agradecerles todo esto —afirmó conmovido, mirándolos a todos con cariño. Incluso a Pansy, que no hizo nada.

—A lo mejor no darnos nada de comer sería un buen premio —masculló Ron, sin despegar la vista del plato con las galletas de chocolate todavía humeantes por lo calientes que estaban.

Hermione le siseó rápido y seco, callándolo, y entonces dijo:

—Somos tus amigos Hagrid. No es nada.

El sonido de la tetera hirviendo hizo que el semigigante volteara a la chimenea. Mientras preparaba la bebida, les habló:

—¿Saben? No los invité solo para que me ayuden con todo ese asunto de las plantas —los cuatro jóvenes pusieron su atención en él, ya que su voz estaba seria—. Verán... Hoy, después de tanto tiempo, Anacleta se irá.

Muda de Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora