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Pansy:

Dime qué lees y te diré quién eres.

Cualquier profesor que la viera diría algo similar a: "Parkinson, bájese de ahí, es peligroso". Pero ahí estaba ella, rompiendo esa regla, sentada en la baranda de un pequeño puente que unía dos partes del castillo. Se encontraba a una altura considerable. Sus pies no podían tocar el suelo, así que un mal movimiento o un malintencionado empuje de un compañero podría causar que pierda el equilibrio, y si eso sucediera, mejor que cayera para el lado de adentro del puente y no hacia afuera.

No hacía frío todavía, pero sí notaba que el Sol cada día era más débil y sus manos en consecuencia estaban cada vez más heladas. Le encantaba el frío, aunque su cuerpo no lo aguantara bien. El viento en el puente intentaba desordenar su cabello pero en ese momento no le importaba. Le dolió un poco la cabeza durante el transcurso de la tarde así que esperaba que la baja temperatura ayudara a que dejara de sentir esa punzada caliente en sus sienes. Le funcionaba, ya casi no recordaba el malestar que la agobió durante el día sin dejarla dormir una siesta nuevamente en la clase de Astronomía.

Astronomía... ¿A qué le recordaba eso? ¡Ah, claro! A Granger, la Gryffindor impulsiva. La que aparece desde las sombras y te abraza, la que de la nada está a tu lado y te regaña por no tomar notas en clase, la que se vuelve lo primero que ves al despertar de tu siesta y te ves amarrada a estudiar con ella. "¿Cómo no recordarla?", bufó hastiada.

Pero ya todo había acabado. Su aventura con la Gryffindor llegó a su fin cuando entregaron el mapa estelar el día de hoy, hace unas horas. Ahora era libre. Libre de ella. Se había disculpado incluso. Eso era todo. ¡Y qué alivio! ¡Al fin sentía que sus pulmones dejaban de ser aplastados con esa cosa tan molesta llamada culpa!

—¡Pansy! ¡Hola! ¡Hermione justo nos hablaba de ti! —Le gritó alguien a lo lejos.

Las palabras también podían hacer que ella perdiera el equilibrio. Tuvo que aferrarse al concreto de la baranda con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron todavía más pálidos de lo que eran. Sintió como si un fantasma hubiera aparecido en ese momento y anduviera leyendo sus pensamientos, que se resumían en: Hermione.

Un poco estupefacta, giró su cabeza con lentitud. Allí estaba la única alumna en todo Hogwarts que conseguía con palabras amables (y certeras, al punto de ser escalofriante) tambalear hasta el edificio más sólido de Inglaterra: Luna Lovegood.

—Les decía que hoy entregamos nuestro trabajo de Astronomía —atajó Hermione Granger con algo de nerviosismo. Estaba al lado de Lovegood, mirándola con cierto odio por su gran bocota que la acusaba de estar hablando de la Slytherin. Granger hablando de Pansy, ¡que escándalo era ese!

También se encontraba allí Ginny Weasley, que apretaba sus labios aguantándose la risa mientras miraba la interacción como una mera espectadora.

Pansy se enderezó en su lugar. No sabía qué decir, todavía estaba algo acongojada por las inocentes pero reveladoras palabras de la Lovegood. Sentía que el mundo se mofaba de ella: "¿Libertad, decías? Te encajamos a Granger de nuevo, no cantes victoria tan pronto. Ah, de paso, también a esta rubia algo chiflada".

—¿Cómo estás, Pansy? —Preguntó Lovegood mientras se acercaba. Weasley la siguió sin pensárselo mucho. Granger al contrario, miró el pasillo y luego a sus amigas, dudando, pero al final las siguió también.

—Bien —dijo cortante, esperando que así captaran que estaba bien sin compañía.

—Hace un poco de frío. No llevas mucho abrigo. ¿Hace mucho estás aquí? —Pero Lovegood era Lovegood, y claro que no captaba eso. ¿Leerle sus pensamientos? Eso sí, lo hacía natural. Pero algo tan simple como que quería estar sola, no. Lo tenía casi escrito en medio de su frente, pero no, eso se escapaba de su avispada mente.

Muda de Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora