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Hermione:

¿Dulce o travesura?

—¡No! ¡No me asusté! —gruñó, Parkinson.

Con la luz que emanaba de su varita pudo percibir el color rojo que se intensificada en las mejillas de la Slytherin.

—¿Segura? —insistió Hermione mordiéndose el labio para aguantarse la risa.

Ella había escuchado perfectamente el chillido de la otra cuando chocó con su espalda, la vio caerse al suelo... No había que ser un genio: la había asustado. Y Parkinson se negaba a reconocerlo. "Ajá" la escuchó murmurar, mientras veía cómo se limpiaba la ropa. ¡Qué terca era! Hermione presionaba sus labios para no carcajear.

—¿Qué es tan divertido? —le preguntó, brusca.

—Ah, nada. Es solo que...

—Me caí. ¿Y qué? Tú pareces un espantapájaros.

Está bien, Parkinson estaba enojada. La sonrisa se le borró del rostro. Qué facilidad tenía esa chica para ser desagradable. Solo se reía porque había descubierto un lado inusual en ella... no por maldad. Suspiró y poniendo los ojos en blanco, aclaró: "No me reía de ti". Parkinson hizo un mohín. Desde su exclamación sobre que no se había asustado, no le había vuelto a dirigir la mirada. ¿Tan enojada estaba? Miró a su alrededor incómoda. ¿Dónde habían quedado Harry y Ron? Pero antes de poder siquiera moverse para buscarlos, los ojos verdes la veían fijo. Se sentía obligada a quedarse quieta.

—Tu cabello está lleno de telarañas. ¿Te las vas a dejar ahí toda la noche? —dijo. 

Hermione abrió sus ojos con sorpresa, no se había dado cuenta. En la oscuridad palpó su melena revuelta, intentando arreglarse con poco éxito. Cada tanto conseguía quitarse algún hilo de telaraña. Intentaba darse prisa, pero era imposible. Más sabiendo que Parkinson la observaba y para empeorarlo, se negaba a cambiar su expresión malhumorada. En serio, ¿tanto le desagradaba a Parkinson su presencia?

Era un contraste chocante ya que una de las cosas que más ansió durante las últimas semanas fue poder tener un momento a solas con la Slytherin para preguntarle sobre el libro, ese que había acaparado toda su atención durante su cumpleaños; lo había releído varias veces incluso, pero... no se atrevía a hablarle. Era ridículo, lo sabía. Por impulso había pedido ser su compañera en el trabajo de Astronomía. También fue como una terca a sentarse con ella en una clase de Historia. ¿Pero ahora? No se atrevía a sacar el tema. Se la pasaba mirándola casi a diario en el Gran Comedor, en clases, a veces se paraba en medio del pasillo y abría la boca para llamarla pero las palabras no salían... Se pasó todo el mes buscando una oportunidad, que hubo varias, y un poco de valor, que fue lo que no consiguió en lo absoluto.

—Quítalas —murmuró Parkinson, sorprendiendo de nuevo, a Hermione.

—Eso inten... —pero sus palabras quedaron a medias. Parkinson dio un paso hacia adelante. Ahora estaba mucho más cerca que antes, incluso debía levantar la cabeza para verle el rostro. No solía notar tanto la diferencia de altura entre ellas, siempre que hablaban mantenían una distancia considerable, pero ahora, cuando la tenía tan cerca, si miraba al frente sus ojos se encontraban con su cuello. Sintió manos ajenas sobre su cabello, y ahí entendió: quiso decirle que quitara las manos. Parkinson estaba ayudándola con las telarañas.

—Eres una inútil —le dijo. Hermione, ofendida, iba a replicar que cómo esperaba que se las quitara sin un espejo, pues las telarañas son muy delgadas para poder sentirlas solo con el tacto—. No puedo soportar verte como un estropajo. ¿Cómo puedes estar tan tranquila estando hecha un desastre?

Muda de Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora