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Hermione:

¿No es esta noche un poco

más calurosa de lo normal?

Ginny estaba sentada sobre su propia cama, con las piernas cruzadas y una sonrisa enorme. Miraba, como si un gato fuera, a Hermione removerse inquieta, y se regocijaba con eso. Crookshanks, contrariamente, observaba a la pelirroja, con unos ojos analíticos que parecían intentar decidir si la chica era parte de su especie o solo era extraña por naturaleza. Ambas, junto al gato, se encontraban en el cuarto de Ginny, en La Madriguera, todavía vestidas con el pijama, sin ganas de salir al comedor para desayunar.

Hermione no lo admitió en voz alta, pero sentía un nudo en el estómago porque finalmente hoy era el día: Pansy vendría a cenar con ella y los Weasley y, en consecuencia, no tenía nada de hambre. Estaba tan sumida en sus pensamientos que hacía más de diez minutos que no movía las hojas del libro que estaba "leyendo". Fue recién cuando dos dedos se aparecieron en su visión y chasquearon, casi golpeándole la nariz, que parpadeó desconcertada y volvió a la realidad.

—Ojalá poder quedarme viendo tu crisis interior toda la mañana, pero tengo hambre.

—Ve —resolvió, volviendo a mirar el libro—. Luego iré yo.

—¡Ah, no! —La regañó Ginny—. Mi madre se pondrá pesada si no te llevo conmigo.

—No tengo hambre.

—Por Merlín Hermione —dijo mientras se abalanzaba hacia ella y la agarraba del brazo—. Harás que piense que estás enferma, o hasta muriendo, ya sabes cómo es...

Aunque lo intentó, sus quejas no evitaron que Ginny la arrastrara al comedor de la casa. Harry ya estaba en la mesa para cuando entraron, con el cabello incluso más desordenado de lo normal por estar recién levantado, y con sus lentes hacia arriba para poder restregarse uno de sus ojos.

—¡RONALD! —Gritó Molly, antes de girarse a las chicas y de forma abrupta cambiar a una sonrisa dulce—: Siéntense queridas, ya estoy sirviendo el desayuno.

—Gracias Molly —murmuró Hermione.

—¿Hiciste avena mamá? —Preguntó Ginny.

—Sí cariño.

Unos pasos se escucharon en las escaleras: finalmente Ron apareció.

—¡Te dije que me ayudaras! —Se quejó la madre, poniendo ambas manos en sus caderas para mostrar su enojo.

—¡Tenía que ir al baño! —Se defendió Ron.

—¡Permiso, permiso! —Gritó George, que estaba haciendo levitar una hilera de platos que lo seguían mientras caminaba.

Con un giro sobre sus talones, esquivó a Molly, y levantando la varita, ordenó a cada plato que se distribuyera por la mesa. Los gemelos eran mayores de edad ya, por lo que podían hacer magia fuera de Hogwarts. No parecían estar interesados en dejar de hacer magia para cualquier cosa ahora que podían; Molly insistía en que se cansarían, pero ellos de momento se seguían viendo tan emocionados y alegres como el primer día. Hermione los envidiaba un poco, a ella le encantaría poder practicar hechizos fuera del colegio, en especial porque quería poder mostrarle todo lo que había aprendido a sus padres, que al ser muggles, no tuvieron oportunidad de verla hacer magia en directo (sin contar sus accidentes con magia salvaje cuando era niña).

—¿No somos unos hijos fabulosos? —Preguntó Fred con una sonrisa pícara, moviendo la varita para terminar de ordenar a las tazas que se colocaran en sus respectivos lugares.

Muda de Piel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora